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viernes, 24 de septiembre de 2010

¿Celebrar la Independencia de México?

Por: Cesar Suárez Ortiz

Claro: fue hace doscientos años que nos convertimos en un país soberano, dejamos de obedecer a la corona Española dejando el destino del país en nuestras manos (Menos mal diría un gran amigo). Autonomía, libertad, soberanía son el pan de cada día que se utiliza para conmemorar nuestros 200 años como México independiente. Es cierto que durante la época de la colonia era impensable que una persona nacida en nuestro país tuviera la oportunidad de dar una opinión sobre la forma en que se dirigía al país en ese entonces La Nueva España. Por este tipo de cambios en el país es justo y necesario que celebremos 200 años de ser mexicanos (fusilado de un comercial barato).

No hay nada que festejar: A pesar de ser un país independiente ante cualquier potencia extranjera, los ideales por lo que se lucho hace 200 años han tenido una malformación a lo largo de nuestra historia que nos hace pensar que solo festejamos una independencia abyecta o amorfa. Pobreza, violencia, corrupción, los gringos y desempleo son las enfermedades letales que presenta el país. Estas mismas enfermedades fueron aquellas por las que se inicio en gran parte el movimiento de insurgencia. Por lo tanto a más de dos siglos de haber luchado por la cura de estos males, pareciera ser que el remedio salió peor que la enfermedad. Es por eso y muchas cosas más que no debemos festejar este 15 de Septiembre (mejor dicho 16 mi querido Porfirio), escupir una bandera si es posible, llamar pendejos a aquellos que festejan y portan un símbolo patrio con orgullo. Mejor me quedo en la casa viendo la televisión o mentándole la madre al país (eso sí, comiendo un rico pozole. Para entender mas este tipo de acciones incoherentes de “sé que es una farsa pero lo sigo haciendo” lean a Slavoj Zizek- se la rifa-).

A lo largo de este año estas dos propuestas han estado en los periódicos, escuelas, televisión y pláticas con amigos. Por un lado se encuentra el espíritu ¿orgullosamente? mexicano que demuestra su patriotismo por medio de tequilazos, música de mariachis y vestidos de china poblana. Creo que es causa del pecado mortal (¿o virtud?) del mexicano: pachanguero de corazón, EL FIN JUSTIFICA LOS MEDIOS. Por el otro, la persona supuestamente crítica y conocedora de la historia de su país, que a base de datos duros y recuentos históricos determina que el México de hace dos siglos y el actual no tiene mucha diferencia. Creo que estas dos posturas discuten un elemento sin sentido y superfluo para la realidad del país. ¿Celebrar la independencia o no celebrarla?, me parece estúpido que se debata por si se debe de gastar mucho o poco para las fiestas, si debe haber desfile o no, si debe haber espectáculo o no.

Considero que es válido e inclusive necesario celebrar este tipo de acontecimientos muy a pesar de la situación en la que se encuentra el país. El recordar el movimiento insurgente de 1810 no debe depender de las condiciones materiales, sociales y culturales en las que se encuentre el país (si no seguramente nunca celebraríamos nada). Ahora, debemos de tomar en cuenta que el celebrar debe relacionarse estrechamente con la reflexión sobre lo que fue la independencia del país: sobre los personajes, las ideas por las que se lucho, el desenlace y si hoy en día podemos denominarnos un país independiente (considero que así lo es). Lo más importante que deja la independencia es el ejemplo de cómo la gente es capaz de organizarse para tomar el rumbo de una situación coyuntural. No dejar pasar las cosas y esperar el dulce abrazo de la muerte, o seguir adoptando la filosofía foxista que pareciera ser que se encuentra lamentablemente arraigada en el mexicano; el famoso ¿y porque yo?, sólo nos llevara a recordar este tipo de acontecimientos como fiestas populares en las que alguna vez un grupo de personas se atrevieron (para bien o para mal), a lo que ya Eduardo Galeano admiraba del Che Guevara “Hacer lo que uno piensa”.

Es por eso que en las condiciones en las que se encuentra el país, es necesario festejar y recordar (de manera crítica y divertida porque no), la independencia del país. Para no olvidar que los problemas que tenemos como nación, como sociedad son posibles de solucionar no mediante la apatía y la observación pasiva de lo que pueda hacer el gobierno. Debemos tomar las riendas de nuestro destino (como en el genial libro “el lobo estepario”) como sociedad y “Hacer lo que pensamos”.

sábado, 18 de septiembre de 2010

La Resaca Bicentenaria

Por: Canek Ballesteros Ávila
Pues bien los festejos bicentenarios terminaron, hoy 17 de septiembre el país amaneció con resaca, en esta ocasión no es una resaca normal, no hay temblorina ni sudor frio, en esta ocasión es una resaca nacional, hoy los malestares son desempleo, inseguridad, pobreza generalizada, desilusión y entre alucinaciones derivadas de la cruda realidad en el horizonte se observa la figura de un dinosaurio que intenta salir del fango al que la historia y el hartazgo de la población (hoy al parecer olvidado) condenaron en el año 2000.
Los días pasados fuimos blanco del bombardeo mediático de medios masivos de comunicación y maquinaria estatal, todo con el afán de enaltecer ese espíritu patriótico muerto la mayor parte del año y que en estos días de borrachera sin sentido parece renacer, el 15 y 16 las masas se agolpaban en el zócalo, paseo de la reforma, palacios municipales y demás sedes de poder de los tres órdenes de gobierno para festejar el bicentenario y el centenario de la independencia y revolución mexicana, en la televisión se nos mostraban espectáculos llenos de “tecnología” y parafernalia, deslumbrantes para al grueso de la población pero vacios y huecos si tomamos en cuenta la realidad por la que atraviesa el país, todo esto me hizo recordar aquella antigua máxima que dice “al pueblo pan y circo” misma que no por vieja deja de ser válida pues en estos momentos más que nunca está vigente, como en toda buena borrachera las penas siguen con nosotros al día siguiente y lo único que hemos obtenido es un bolsillo vacio y este sentimiento de zozobra e incertidumbre al no saber si esta vez conseguiremos sobrevivir a esta tremenda cruda.
Cuando se amanece indispuesto es porque se bebió de mas, por lo regular en el momento cumbre de la borrachera uno se arrepiente y se dice a sí mismo “por que tome tanto”, “tu no entiendes mírate como estas de nuevo”, los más sensatos (que son los menos) optan por dejar de beber con la esperanza de recomponerse y dejar que los efectos del alcohol se disipen, por desgracia una característica del mexicano es nunca saber reconocer cuando es momento de dejar la botella (o cerveza en su defecto), tomamos hasta que acabamos tirados en el arroyo, en la banqueta o donde la embriaguez nos agarre, este es un defecto individual que manifestamos de manera colectiva que como sociedad nos permea; durante más de setenta años nos aferramos al priísmo sin prestar atención a los signos de que una borrachera de proporciones históricas y nacionales se avecinaba, como en toda buena tomadera conforme pasaron las copas, el trago nos supo cada vez más ligero y suave, este momento es peligrosísimo pues somos capaces de tomar alcohol puro u algunas bebidas que estando en sobriedad ni siquiera nos dignaríamos a olisquear.
Entonces le entramos al caballito derecho (o de derecha) dejamos de ponerle ese refresquito que disfrazaba y amainaba ese neoliberalismo y nos generaba la sensación de que lo que tomábamos no era tan fuerte ni embrutecedor, pues bien a estas alturas todo nos importo un bledo ¡que venga el neoliberalismo chinga… así solo y sin refresco! Pobres de nosotros no sabíamos en lo que nos metíamos.
La botella está a punto de terminarse y como somos bebedores voraces sin juicio alguno ya se oyen los malos consejos de los “amigos” pierde almas (esos que dicen ya haberse renovado moralmente) y de el cantinero, que recomiendan ampliamente empezar a ponerle refresco de nuevo al trago solo que esta vez sugieren tomemos de esa nueva presentación que en la tele anuncian cada cinco minutos, esa que viene en una presentación muy mona, elegante, sofisticada y copetona pero que en el fondo es igual de corriente y dañina (si no es que mas) que la anterior, tal vez sea momento de dejar de beber y despejar nuestra conciencia colectiva e individual de tanto alcohol, que ha nada bueno nos ha llevado.
Tenemos que dar un giro a nuestro destino como país, considerar otras opciones, tomar decisiones bien razonadas sin que el influjo del alcohol nos afecte pues nuestro organismo ya está dañado estamos a punto de reventar y no soportaremos otra botella mas, la recuperación no será fácil, tantos años de borrachera nos han dejado demasiados estragos, nos costara trabajo se nos hará difícil pero de no hacerlo podemos colapsar y morir en una congestión etílica nacional.