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viernes, 25 de septiembre de 2009

Opinión

El silencio de los abrumados

Ciudadano Brando

Hoy por hoy la pugna se hace cada vez más grotesca cuando se trata de elegir a los nuevos representantes de las que supuestamente deberían ser las instituciones más fiables para la ciudadanía. Me refiero a esos organismos que no han cumplido ni una década y se encargan de dar claridad en temas como transparencia y rendición de cuentas, protección de los derechos políticos y electorales, así como de algunos organismos un poco más longevos como las comisiones de derechos humanos e institutos electorales. El caso es que buena parte de ellos han perdido legitimidad y en donde se ha mostrado más ecuanimidad, el castigo es el asilamiento político de grupos y personas.

Las formas en que se eligen los espacios de los Ombudsman Nacional y capitalino, de magistrados y jueces, de procuradores de justicia y de consejeros de institutos que en el título se ostentan autónomos, van más allá de comparecencias y capacidades, se tratan en el fondo de pactos burdos de acuerdo a los intereses en juego, entiéndase reforma política, reforma económica o simple gobernabilidad.

Estos acuerdos al estilo Juanito podrían parecer nuevos a los ojos de la ciudadanía, sin embargo llevan mucho tiempo practicándose, el hecho es que ahora son más visibles porque las cúpulas partidistas son cada vez más cínicas y ya no les tiembla la mano a la hora de hacer público el dedazo. Tristemente nos han tomado la medida a la ciudadanía y a la sociedad civil organizada pues hasta ahora no ha pasado de unas cuantas manifestaciones y eventos mediáticos como para que ellos le midan más el agua a los camotes.

La última vergüenza de este tipo es la designación de Arturo Chávez Chávez, el flamante abogado de la nación, caso al que comentaristas de radio y tele así como de medios impresos le dedicaron planas y horas al aire preguntándose si sería aceptado o no, cuando el asunto estaba más cantado que la canción de baby te quiero.

Lo peor de todo viene cuando las y los elegidos para ocupar dichos cargos muestran el cobre tomando decisiones que no sólo favorecen a sus valedores políticos sino que dejan en entredicho la calidad y fuerza de nuestras leyes e instituciones. Y para ejemplo el de la Presidenta del TRIFE María del Carmen Alanís, -Maricarmen pa´ lo cuates-, al ordenar al IFE que se le otorguen prerrogativas hasta el mes de diciembre al extinto PSD. Con este chistecito la mini cúpula del único partido que no logró convencer con su propuesta a la ciudadanía, recibirá quesque para liquidar a sus acreedores alrededor de 11 millones por mes de julio a diciembre. Lo cierto es que Maricarmen antes de ser consejera daba asesoría política entre otros al PSD a través de la consultora DEMOS, de la cual el actual consejero del IFE Marco Antonio Baños también fue parte. ¿No será que el PSD le quedo a deber a DEMOS y en una de esas Maricarmen falló para que le pagaran los muy sinvergüenzas?

Otro lamentable caso es el de los asambleístas del PRD en el DF y el de Marcelo, que con tal de asegurar una mayoría absoluta en la ALDF, -mayoría bastante endeble por cierto, ya que al primer desacuerdo los chuchos se le van a ir encima-, fue capaz de amarrar posiciones simbólicas como la que entregó al gris e intrascendente David Razú, al otorgarle la presidencia de la Comisión de Derechos Humanos en la Asamblea con tal de asegurarse una lealtad que más temprano que tarde verá traicionada. Así reflejan cuanto les importan los derechos humanos en la capital.

Este último hecho se verá redondeado con la elección de Ombudsman en el Distrito Federal que afortunadamente podría ser una mujer, ya que las competidoras que más fuerte suenan son Marie Claire Acosta y Patricia Colchero. El hecho contundente es que la segunda aspirante, al ser persona cercana a Álvarez Icaza podría tener menos oportunidades en la competencia puesto que el Ombudsman saliente si bien no fue implacable con el GDF por los hechos del New´s Divine y de Casitas del Sur, tampoco los trato como una perita en dulce, cosa que a Marcelo no debe agradarle mucho como para que una allegada de Icaza continué con su labor.

Así como están las cosas, la vida de las instituciones que pensábamos autónomas se encuentran corrompidas en buena parte y manejadas a placer por el partido que hace mayoría en la entidad de que se trate.

Y yo me preguntó: ¿Y nosotros que hacemos para que esto cambie?


Noam Chomsky en México

César Suárez Ortiz

El pasado lunes 21 de septiembre el aclamado lingüista y analista político Noam Chomsky participó en una conferencia en Ciudad Universitaria para conmemorar los 25 años del periódico La Jornada dónde colabora. La sala Nezahualcoyotl recinto donde impartió la plática lució abarrotada por estudiantes, académicos y corresponsales de diversos medios de comunicación. Antes de que Noam Chomsky empezara con su plática, la directora del periódico La Jornada Carmen Lira dio unas breves palabras dónde abordó principalmente el papel de los medios de comunicación en las sociedades actuales, en donde la mayoría de los casos éstos han servido como herramienta del gran capital y los gobiernos autoritarios para esconder la verdad a los ciudadanos y tenerlos en completa enajenación. Para finalizar invitó a todos los medios que cumplieran con su marco ético de mostrar siempre la verdad para generar una ciudadanía informada que tenga la capacidad de elegir independientemente.

El discurso de Noam Chomsky fue extenso, tratando temas que podemos encontrar en sus libros acerca de las políticas intervencionistas de Estados Unidos hacia el mundo y ese día se enfocó principalmente en América Latina y su relación ante el principal país imperialista. Me pareció importante el señalamiento acerca del presidente Barack Obama el cual para Chomsky, únicamente fue un cambio simbólico pero no de fondo pasando de una extrema derecha con Bush a un centro, que tiene similitudes en sus políticas exteriores de la administración pasada. Un ejemplo son las nuevas bases militares que intenta Estados Unidos establecer en Colombia supuestamente con la intención de combatir el narcotráfico, pero también se podría utilizar como medio de control geopolítico sobre la región, que se ha caracterizado por sus gobiernos de izquierda encabezados principalmente por Venezuela, Brasil y Bolivia.

Sintetizando la conferencia y el mensaje que intentaba brindar a los espectadores, es que hoy en día América Latina tiene una gran oportunidad de recuperar su soberanía y autonomía ante los países imperialistas encabezados por nuestro vecino del norte. Una emancipación de este tipo podrá generar un mayor desarrollo dentro de estos países para bien, dejando atrás los tiempos de dictaduras y marginación social. Un ejemplo importante de esto es el gobierno de Bolivia que logro la reivindicación cultural debido a que el presidente pertenece a la mayoría indígena de ese país, desplazando a la minoría blanca que había estado vinculada fuertemente con los gobiernos norteamericanos.

Paradójicamente al final de la conferencia una estudiante le preguntó al profesor Noam Chomsky que cuál sería la forma en que los países como México pudieran liberarse de la dominación norteamericana. Chomsky respondió de una manera acertada diciendo que esa pregunta tendríamos que hacernos nosotros como Nación.


¿Hartazgo general o casos aislados?

Aurora Hermosillo Centeno

Como es de conocimiento general, el pasado viernes se suscitó un hecho de violencia en las instalaciones del metro balderas, esto no había tenido precedentes y ha cambiado la forma de pensar de las personas.

Como respuesta e este hecho se han planteado posibles soluciones. El secretario Gómez Mont dijo que esto sólo era un caso aislado y por el cual no debía hacerse tanta movilización, como el incremento a la seguridad en las instalaciones.

Pero ¿será verdad que es un caso aislado o desesperación de la población a causa de la situación económica y social del país? Muchos de nosotros ya estamos hartos de dicha situación: el creciente descontento con la clase política, miles de personas desempleadas y la falta de oportunidades, ¡y ahora hasta un total desabasto de agua en la ciudad y un supuesto rebrote de la influenza! Son tantos sucesos en un mismo espacio de tiempo y no hace decir a todos ya basta.

Con esto no sugiero que dejemos de interesarnos en las cosas que ocurren en el país, más bien que es una situación de hartazgo general que nos puede llevar a que las personas actúen de manera irracional. Para mí esta situación no es un caso aislado sino la falta de esperanza que se manifiesta de muchas formas, esta sólo fue una de tantas.


Descontento social

Erik Pérez

En estas ultimas semanas del mes patrio y conmemorando 199 años de habernos consagrado como una nación independiente, han surgido sucesos poco comunes en la sociedad mexicana, hechos no ocurridos en tiempos pasados. Un descontento generalizado en la sociedad mexicana ha conllevado a protagonizar a ciertos actores, el hartazgo y la inconformidad que tienen contra el sistema, sembrando caos, pánico y terror entre la sociedad de esta gran urbe. Producto de la situación politica y económica que vive el país.

Ejemplo de estos hechos es el profeta de la verdad que ha venido profesando la palabra del señor, con amenazas, caos y poniendo en jaque el gobierno federal, a partir de una llamada que amenazaba con un supuesto secuestro de avión de la línea Aeromexico con destino a la ciudad de México, ocurrido en las primeras semanas del mes patrio. Y aunque este hecho tiene como carga ideológica la religión e imposición de la misma, no cabe duda que lo ocurrido demuestra el frenesí y desesperación que tiene la gente para con el sistema y forma de vida de los mexicanos.

Sin ser esto suficiente, dos semanas después encontramos un hecho lamentable, de repudio y completa descalificación en lo ocurrido en el metro Balderas. Un loco, porque no puede ser llamado de otra forma, en su triste intento de expresarse libremente respecto al descontento que tiene contra la clase politica, es sorprendido por un elemento de seguridad que se acerca a él para cuestionarlo sobre su actitud. Este individuo de nombre Felipe Hernández, reacciona de manera violenta disparando a diestra y siniestra, provocando la muerte de un elemento de seguridad, un ciudadano e hiriendo a 3 civiles. Un suceso lamentable y triste que termina mal, derivado de diversos factores, evidenciando la ineficacia del gobierno federal en el combate contra la inseguridad.

Además de estos lamentables hechos, la sociedad mexicana esta pasando por la peor de las crisis económicas nunca antes vistas. Una recesión que no pueden controlar ni dar salida nuestra clase politica, donde los sueldos están por los suelos, el desempleo se incrementa progresivamente, y los precios de bienes y servicios cada día son mas altos repercutiendo en la economía familiar. Sin embargo el Secretario de Hacienda Agustín Cartens afirmaba que solo era una catarrito y al día de hoy el pueblo mexicano se muere de neumonía económica.

No se necesita ser experto para conocer el descontento e inconformidad que tiene la sociedad para con sus gobernantes e instituciones. Hago un llamado a nuestros “políticos” para que tomen cartas en el asunto y hagan conciencia de lo mal que están conduciendo económica y políticamente a este país.

Se necesita viajar en el transporte publico, para ver la cara de tristeza, hermetismo y paranoia que guarda la sociedad, la impotencia y preocupación que reflejan sus rostros, de saber que quizás mañana pierdan su empleo, su sueldo se vea afectado o simplemente que algún loco reaccione de manera violenta otra vez.


Es la ideología

Adolfo Sánchez Rebolledo

En el curso de la llamada glosa del Informe, el secretario de Hacienda pidió a los legisladores que no juzgaran las propuestas presupuestarias del gobierno con los ojos de los partidos y los conceptos de la ideología.

La petición resulta asombrosa no solamente por la naturaleza del auditorio que la escucha, sino porque implica la idea de que en la base de la política económica está un conocimiento “técnico”, especializado, exento de las impurezas de la ideología, es decir, de los fines y valores que se buscan al diseñar esta o aquella estrategia gubernamental.

Tampoco hay nada nuevo en dicha pretensión de neutralidad, pero no deja de llamar la atención que en el mismo momento que los expertos de Hacienda se rasgan las vestiduras por los “pobres” y el Presidente de la República reclama un compromiso salvador, la autoridad hacendaria no distinga ente el mundo real, donde privan los intereses, y sus propias fantasías fiscales.

Por fortuna, hubo reacciones provenientes de los flancos opositores que no dejaron pasar sin réplica la postura oficial. En su turno, la priísta María de los Ángeles Moreno insistió: “ese 2 por ciento genera más pobres, que no veo luego cómo los vamos a rescatar. En realidad es un impuesto de 17 por ciento, que grava todo, incluidos alimentos y medicinas. En vez de gravar más a la población, ¿por qué no piensan aumentar el déficit y que llegue a 4 o 5 por ciento”. Y puso el dedo en la llaga, pues de todas las alternativas que la crisis ha hecho emerger para salir adelante en otros países, el aumento del déficit como palanca para impulsar la economía es la que el gobierno mexicano rechaza con mayor enjundia y tesón. Vaya, podría decirse que se trata de uno de los dogmas angulares de todo el edificio ideológico construido por la elite gobernante como opción ante el “populismo económico” de los últimos gobiernos del declinante régimen de la Revolución Mexicana.

En su respuesta, el secretario de Hacienda repitió la misma cantinela y no se movió un centímetro de su postura: “Ya muchos años hemos actuado endeudándonos y los resultados son desastrosos”. (Podemos imaginar su reacción ante la solicitud, digamos, de reducir los sueldos de la alta burocracia que exige López Obrador.)

A Agustín Carstens le obsesiona la caída de la plataforma petrolera como fuente de ingresos fiscales, pero no explica cómo y por qué las cosas ocurrieron de esta manera, como si se tratara de una fatalidad y no del resultado de una política económica que, junto con la desregulación y el déficit cero, confiaba más en la privatización de las áreas estratégicas que en la reforma integral de la economía, incluyendo, por supuesto, la fiscalidad. (¿Alguien se ha olvidado de la reforma energética como panacea? No el gobierno, desde luego.)

La renuncia a impulsar un mayor déficit es, en este contexto, expresión del dogmatismo ideológico (que exige no “partidizar” el debate) y la pereza intelectual de los cachorros del neoliberalismo, incapaces de extraer las enseñanzas mínimas que la crisis mundial arroja. Pero esa actitud cansina, conservadora, contrasta vivamente con el activismo presidencial que se ha desatado a raíz del fracaso electoral del panismo. En defensa de su propuesta fiscal, un día sí y al otro también, Calderón lanza discursos al pie del precipicio cuando hace tan poco desmentía la gravedad de la crisis.

¿Cómo podría el Presidente negar que hay una relación entre el sentimiento de inseguridad y la incertidumbre causada por el deterioro general de las condiciones de vida? Sin embargo, aunque el tono de alarma va subiendo por horas, siguen sin reconocerse los términos objetivos de la crisis y, por tanto, los caminos para abordarla.

Al final, el esfuerzo se queda en la propaganda mediático-publicitaria que tanto le gusta a su equipo de asesores. Parece una exageración, pero en este punto (como en el debate universal acerca de lo “público”) la ideología manda y condiciona, aunque el señor Carstens pida eludir las estrecheces mentales, pero no cuestiona los intereses que en definitiva las convierten en “paradigmas” creíbles.

Si ayer el leit motiv para ganarse al “público” era el “tesoro” oculto en las aguas profundas del Golfo, hoy la campaña aprovecha los temores ante la próxima epidemia o chantajea con un hipócrita discurso sobre “los que menos tienen” para vender el “producto” (2 por ciento sin el cual no habría vacunas suficientes) y así maniatar a sus adversarios que le exigen un cambio de política que deje de lucrar con la pobreza.

En el fondo, hay un tono de fin de fiesta que no puede ocultarse. Política y moralmente, el segundo mandato del PAN tampoco ha sido capaz de vislumbrar la gran reforma que el país necesita con urgencia. Renunciaron al pasado en nombre de la democracia y la libertad de mercado, pero asumieron como propias las mañas del viejo sistema, aunadas a la voracidad de los neoconservadores que les sirven como guías en la conducción económica. La fórmula está completamente agotada y ya no sirve ni siquiera para crear la apariencia de “normalidad” con que se sustituyen los verdaderos acuerdos políticos, pero en este punto los discípulos, como suele ocurrir, resultaron más sectarios que sus maestros. Si se mira a las metas alcanzadas, hay escasas razones para el optimismo.

Hoy, el gobierno que prometió empleo y crecimiento se conforma con anunciar, por boca del secretario Cordero, que si bien la pobreza se incrementó en 5 millones, esta cifra “sólo” es “la tercera parte de lo que creció la pobreza en la crisis de 95”. Y el Inegi da cuenta de las pavorosas cifras de la tasa de desocupación que ya se eleva a 6.28 por ciento, la más alta desde que comenzó a medirse en 2000. Y eso sin contar el subempleo y el hecho fundamental de que muchos de los mexicanos sin trabajo son jóvenes incluso con estudios de nivel medio o superior.

El país no avanza como podría si en lugar de vivir en el entresueño de la futura recuperación se afirmara la voluntad de cambiar aquí y ahora, promoviendo el diálogo social y nacional, la movilización ciudadana en favor del desarrollo, y no, como hasta ahora, el fomento de unos cuantos privilegios. Hace falta otro compromiso ideológico.

http://www.jornada.unam.mx/2009/09/24/index.php?section=opinion&article=019a1pol


Cogobierno

Jesús Silva-Herzog Márquez

El "nuevo" Calderón ha hablado de la necesidad de modificar las reglas de la política. Su discurso de septiembre no fue particularmente preciso pero dio algunas pistas. En su diagnóstico las reglas electorales alejan a la gente de la política mientras las normas constitucionales dificultan los pactos. Su propósito sería doble: mejorar el carácter representativo de la democracia y dotarla de instrumentos de eficacia. Un ligerísimo bosquejo que, sin embargo, atiende bien los dos problemas centrales del régimen mexicano: un pluralismo osificado y atrancado. La oferta de una nueva ronda de discusiones y reformas políticas es valiosa. Urgen cambios en las reglas para acceder y, sobre todo, para ejercer el poder. Pero bien valdría percatarnos que la política no se agota en la tubería de las instituciones. Los sifones que concentran y elevan las demandas colectivas; los depósitos que concentran el poder y los canales que procesan las diferencias son vitales. El mal diseño de estos dispositivos dificulta enormemente el funcionamiento del régimen del poder disperso. Pero más allá de estos artilugios ingenieriles, existen prácticas que pueden corregir deficiencias mecánicas. Pienso particularmente en la formación de gobiernos de mayoría que permite enmendar una ineficacia institucionalmente preconstruida.

Los estudiosos del régimen presidencial han destacado desde hace tiempo la dificultad que existe para combinar diversidad y gobernabilidad cuando el Ejecutivo no cuenta con el respaldo del Legislativo. El desencuentro, como sabemos, puede conducir a la parálisis. Como saben otros, puede terminar en golpes de Estado. Basado exclusivamente en las reglas, el diagnóstico suele terminar en desahucio: presidencialismo y multipartidismo conducen inexorablemente al fracaso. La experiencia latinoamericana -que está lejos de ser un repertorio de frustraciones- da muestras de que la creatividad es capaz de remediar arreglos desalentadores. El propósito ha sido configurar mayorías capaces de gobernar. Los chilenos lo han logrado a tra- vés de la formación de una coalición electoral extraordinariamente exitosa que logró escapar de sus rivalidades históricas para crear una ambiciosa plataforma reformista. Los brasileños, por su parte, han conciliado una notable dispersión partidista con la configuración de gobiernos de coalición relativamente estables. En ambos casos la responsabilidad ha reconfigurado el sistema presidencial, dándole la flexibilidad necesaria para coordinarse con la dinámica congresional. Muy necesarios son los cambios institucionales. Pero para dotar de capacidad al gobierno valdría, incluso antes de esas reformas, un cambio en la gestión política para la conformación de una coalición gobernante. Una buena guía sería lo que el candidato de 2006 a la Presidencia planteaba. En "Diálogos por México", el foro organizado por Televisa durante la campaña de ese año, el político panista advertía que la solución a la parálisis que el país padecía desde el 97 era el establecimiento de un "gobierno de mayoría". Apuntaba Calderón: "Sin la mayoría en las Cámaras, es necesario entonces la integración de 'Un Gobierno de Coalición'. Esto es un gobierno sustentado en el acuerdo de dos o más partidos para formar una mayoría en el Congreso e impulsar una agenda común de gobierno. Esto implica compartir la responsabilidad de gobernar entre distintas fuerzas políticas comprometidas, de cara a la sociedad, en torno a un proyecto en común". Calderón no hablaba de un gabinete con personajes de diversos partidos. Proponía un compromiso mayor que dotara al país de una palanca de gobernación: una coalición legislativa basada en un proyecto y asentada en responsabilidades ministeriales. El diagnóstico de entonces era adecuado y lo sigue siendo. Pero el Presidente incumplió su oferta. No solamente no conformó coalición sino que integró uno de los equipos más cerrados de la historia contemporánea de México. Seguimos arrastrando el mal del 97: la ausencia de una coalición mayoritaria.

El baile de la coalición, naturalmente, necesita una pareja. No bastaría con la intención presidencial, sería necesaria también la disposición de otras fuerzas para compartir responsabilidad. La miopía de los agentes políticos en este aspecto es asombrosa. El Presidente ejerce el poder desde el aislamiento sin pretender ampliar sus respaldos. Ganó la Presidencia y no está dispuesto a compartirla ni siquiera con los panistas de la parroquia vecina. El PRI rehúye la idea del cogobierno que, en términos prácticos, han impuesto los electores. Disfruta el poder que tiene en los estados y la fuerza que tiene en el Congreso pero no se compromete con un paquete de transformaciones ambiciosas. Que otros carguen con el bulto de gobernar, dicen. Pronto regresaremos y nosotros sí sabemos gobernar. Pero hay que tenerlo claro: ni las elecciones venideras ni la remodelación institucional resolverán el enredo de la gobernación si no se forma un núcleo de la corresponsabilidad eficaz.

http://www.reforma.com/parseo/printpage.asp?pagetoprint=../edicionimpresa/notas/20090921/editoriales/1112792.htm&eimp=1


El ogro exigido

Denise Dresser

Quizás lo odien y quizás lo amen, pero muchos mexicanos no quieren vivir sin su apoyo. El Estado patrimonialista y a la vez protector. El Estado rapaz y también dadivoso. El Estado que construye el capitalismo mexicano y asimismo crea sus enormes ineficiencias. El "ogro filantrópico" cuyo origen y funcionamiento describió tan bien Octavio Paz. Grande. Monstruoso. Con un apetito voraz. Acostumbrado a extraer y a gastar, a succionar y a despilfarrar, a financiar clientelas vendiendo petróleo y a vivir de su producción. Hoy obligado por la crisis a cazar cuerpos entre los contribuyentes cautivos. Pero la paradoja es que pocos quieren aprovechar la oportunidad para domesticar al ogro u obligarlo a comer menos y mejor. Prefieren alargar la vida del monstruo antes que combatirlo. Y no hay mejor ejemplo de la relación ambigua, contradictoria, de amor-odio con nuestro ogro mexicano que el paquete económico, junto con las reacciones que ha provocado.

Para el gobierno de Felipe Calderón, parecería que el problema más preocupante es que el ogro se está quedando sin su alimento habitual. Por eso el paquete propuesto pone tanto énfasis en la recaudación. Por eso le da una prioridad menor a la racionalización del gasto y no plantea una vinculación mayor entre la política fiscal y la promoción del crecimiento. De lo que se trata es de nutrir al ogro para que pueda seguir siendo filantrópico; para que pueda seguir paliando la pobreza a través de iniciativas dispersas; para que pueda seguir siendo un Estado dadivoso y redistributivo. Y como el ogro posrevolucionario fue concebido con una política de privilegios, exenciones, prebendas y prestaciones que aseguran el apoyo político, la propuesta calderonista opta por no tocarlas. Busca ampliar la base fiscal del Estado, pero sin afectar los intereses -sindicales, empresariales y partidistas- que lleva décadas protegiendo. Su idea es parchar el traje del ogro filantrópico, pero no cambiar los términos de su actuación.

Para el PRI el imperativo es nuevamente colocar al ogro a su servicio. Apoyar -de ser necesario- el aumento en la recaudación para ponerlo a disposición de los gobernadores. Condicionar el incremento a los impuestos a cambio del control priista a nivel de los estados del Programa Oportunidades. Concederle quizás una "victoria" al gobierno a cambio de obtener recursos con los cuales construir clientelas y ganar la elección del 2012. Aceptar quizás ciertos elementos de la propuesta fiscal, pero sin tocar los regímenes especiales y las exenciones que benefician a los miembros tradicionales de su base electoral. El PRI parió al ogro filantrópico y logró mantenerse en el poder gracias a las redes que ese monstruo tejió en el sindicato de Pemex y en el SME y el SNTE y entre la cúpula empresarial adiestrada en el arte de la evasión fiscal. Al PRI no le quita el sueño que la situación existente promueva el rentismo permanente y el crecimiento ausente, la concentración de la riqueza y la persistencia de la inequidad. Lo que busca es regresar al poder, montarse sobre el ogro y después verá si necesita adelgazarlo o encontrar fuentes alternativas para su alimentación. Por lo pronto, quiere que el ogro distribuya más dádivas a su base.

Para los partidos y la burocracia y la casta política del país, pocas cosas peores que adelgazar al ogro o cuestionar el costo de su comportamiento. Bajo la sombra de su gran cabeza han florecido los sueldos de magistrados, los bonos de consejeros, los seguros médicos de diputados, los aviones de gobernadores, los automóviles de funcionarios, las acciones en clubs de golf para directores generales, las prestaciones desorbitadas de funcionarios públicos a todo nivel. Como bien lo señala Octavio Paz, el Estado mexicano hizo algo más que crecer y enriquecerse; hizo crecer y enriquecerse a quienes acompañaron y aplaudieron su gestión. Esa gran "familia política" ligada por vínculos de parentesco, amistad, compadrazgo y paisanaje. Esa red que aplaude las propuestas de austeridad, siempre y cuando no afecten su sector. Esa visión patrimonialista del sector público que lleva a numerosas dependencias a solicitar incrementos en su presupuesto, aun a pesar de la crisis.

Pero quizás el comportamiento más contraproducente en esta coyuntura es el de los ciudadanos. Los que denuncian al ogro pero perpetúan su existencia. Los que rechazan de tajo cualquier aumento en los impuestos, sin pensar en cómo podrían cambiar al país si comenzaran a pagarlos. La única manera de encoger al humanoide horripilante que ha asolado a los mexicanos es empujándolo a alimentarse de otra manera. Obligándolo a ponerse a dieta. Forzándolo a depender de los contribuyentes y no del petróleo. Obligándolo por ello a rendir cuentas por cada peso más que se le da. Forzándolo a mejorar la representación democrática de aquellos que lo financian. Porque de otra manera, el Estado mexicano jamás logrará modernizarse; continuará siendo un ogro filantrópico que los ciudadanos dicen odiar, pero cuya supervivencia exigen.

http://www.reforma.com/parseo/printpage.asp?pagetoprint=../edicionimpresa/notas/20090921/editoriales/1112795.htm&eimp=1


Mensaje de AMLO a los empresarios

Andrés Manuel López Obrador Colaborador invitado

En forma respetuosa, me dirijo a ustedes para compartirles la visión que tenemos sobre el origen de los males que aquejan a la nación y expresarles los propósitos reales y sinceros de nuestro movimiento.

La decadencia que padecemos, según nuestro punto de vista, ha sido ocasionada por un grupo minoritario de políticos corruptos y de traficantes de influencias disfrazados de empresarios que se conformó desde el gobierno de Carlos Salinas para imponer una política de pillaje contraria al interés nacional. Esta mafia ha confiscado todos los poderes y actúa, en los hechos, como un supremo poder oligárquico, que manda por encima de los ordenamientos constitucionales y domina porque posee o controla a la mayoría de los medios de comunicación, a los cuales utiliza para engañar y manipular a la sociedad. De esta forma, en los últimos 20 años, unos cuantos lograron una acumulación de riquezas sin paralelo en ninguna otra parte del mundo; pero, en contraste, México se ha convertido, en ese mismo lapso, en uno de los países con mayor desigualdad económica y social en el planeta.

Puede ser que no compartan nuestra percepción, pero es innegable que ustedes mismos han sido víctimas de esta política facciosa. Por ejemplo, a ustedes los obligan a pagar precios altos en energéticos, bienes y servicios (electricidad, combustibles, telecomunicaciones, materias primas, créditos bancarios); los mantienen sometidos a un régimen fiscal oneroso y regresivo y, por si fuese poco, los ponen a competir con productos importados de países donde los gobiernos apoyan y protegen a sus sectores productivos. Por el contrario, el reducido grupo de empresarios y banqueros, nacionales y extranjeros, que forman parte de la élite dominante, goza de todos los privilegios: no pagan impuestos o se los devuelven; son favorecidos con privatizaciones, concesiones, compras y contratos gubernamentales; los rescatan con recursos públicos; les permiten especular en el mercado financiero e imponer prácticas monopólicas y a ellos sí los protege el gobierno de la competencia extranjera.

En la campaña de 2006, con la ayuda de los medios de comunicación, este pequeño grupo de potentados -Salinas, Fox, Roberto Hernández, Claudio X. González, Gastón Azcárraga y José Luis Barraza, entre otros- logró engañar a muchos de que yo amenazaba los intereses del sector empresarial, cuando lo que en realidad proponíamos era fortalecer al sector productivo y apoyar, de manera particular, a la pequeña y mediana empresa, la cual genera el 80 por ciento del empleo en el país.

Entre las políticas económicas que entonces propusimos, destacan: la reducción del gasto corriente destinado a la alta burocracia, con el propósito de liberar fondos para el desarrollo económico y social; la utilización del sector energético como palanca del desarrollo nacional, lo cual incluía la construcción de tres refinerías -que, dicho sea de paso, ya estarían terminadas- para dejar de importar combustibles y abaratar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la electricidad; rescatar al campo del abandono a fin de lograr la soberanía alimentaria y dejar de destinar 25 mil millones de dólares al año para importar los alimentos que consumimos; fomentar la competencia y combatir las prácticas monopólicas.

Asimismo, sin aumentar ni crear nuevos impuestos, proponíamos una reforma fiscal sencilla y progresiva, sustentada, básicamente, en la eliminación de los privilegios a los grandes contribuyentes que, con el régimen actual, evaden alrededor de 400 mil millones de pesos anuales.

No obstante, como es sabido, esta camarilla que orquestó el fraude electoral logró imponer a Calderón, con ello siguió la corrupción y ahora estamos pagando las consecuencias: hay mayor desempleo, más pobreza, y se desató la inseguridad y la violencia que impide a todos vivir sin miedos ni temores. Pero lo peor es que pretenden llevar sus excesos al extremo, aunque terminen de arruinar a México. Ahora lo vemos de nueva cuenta: las medidas dadas a conocer para supuestamente enfrentar la crisis de las finanzas públicas no son más que otra vuelta de tuerca para seguir exprimiendo a la inmensa mayoría de los mexicanos. Es más: aumentar impuestos e incrementar los precios de las gasolinas, el diesel, el gas y la energía eléctrica creará más inflación, profundizará la recesión y enviará a más empresas a la quiebra, lo que conllevará más despidos de trabajadores.

Ahora bien, qué proponemos nosotros: aplicar una política de austeridad republicana y suprimir los privilegios fiscales; es decir, si existe un faltante de 500 mil millones de pesos en las finanzas públicas, este déficit se puede cubrir ahorrando 200 mil millones del gasto corriente, sobre todo, reduciendo en 15 por ciento las partidas de servicios personales y de gastos de operación del gobierno; asimismo, es posible obtener otros 300 mil millones mediante el cobro a las grandes empresas de los impuestos marcados por la ley, una vez eliminados los regímenes especiales establecidos para beneficiarlas: la consolidación fiscal, la exención de impuestos por ventas de empresas en la Bolsa, tasas de impuestos sobre dividendos más bajas que en Estados Unidos, depreciación acelerada de activos, el abuso en la deducibilidad de donativos y el incumplimiento de pagos de créditos fiscales, entre otros renglones.

En suma, tenemos propuestas y vamos a seguir impulsándolas. Pero, al mismo tiempo, consideramos que las cosas no van a mejorar mientras el gobierno esté al servicio de unos pocos y no haya una auténtica democracia. Estamos convencidos que sólo con un verdadero cambio habrá nuevas reglas, será posible aplicar medidas como las que proponemos y alcanzar un crecimiento económico sano y sustentable, así como un desarrollo equitativo e incluyente. Estoy seguro que todos juntos, hombres y mujeres de buena voluntad, trabajadores y empresarios, podemos rescatar a México. Los invito a reflexionar con serenidad pero también a actuar con determinación y prontitud. El tiempo apremia.

http://www.reforma.com/parseo/printpage.asp?pagetoprint=../edicionimpresa/notas/20090921/editoriales/1112762.htm&eimp=1


La aprobación presidencial

Javier Aparicio

En la opinión de mucha gente el responsable último del buen o mal rumbo del país es el presidente de la República. Por ello, cuando la economía va por mal camino, los presidentes y sus partidos pierden fuerza y tienden a perder el poder, y viceversa. De acuerdo con la más reciente encuesta sobre desempeño presidencial, levantada por Berumen y Asociados entre el 11 y 13 de septiembre pasado, 55% de la población en edad de votar aprueba algo o mucho el trabajo de Felipe Calderón. Esta cifra revela un declive importante respecto de su nivel máximo de aprobación, de 68%, conseguido en abril de 2007. Por otro lado, 71% de los encuestados opina que las cosas han empeorado en México en el último año, y no les falta razón pues la caída del PIB para este año será mayor al 6%.

Ante la severidad de la crisis económica, ¿por qué no ha caído tanto la popularidad del Presidente, como ha sucedido en otros momentos? Expertos en el tema, como Leo Zuckermann, han apuntado que el gobierno de Calderón ha logrado persuadir a la opinión pública de que la “crisis vino de fuera” y, por otro lado, la guerra contra el crimen organizado le ha dado buenos rendimientos al Presidente. Esta estrategia de imagen parece haber funcionado hasta ahora, pero no debe sorprendernos que, eventualmente, el “premio al esfuerzo de guerra” de Calderón se diluya y su popularidad caiga aún más.

La popularidad presidencial a menudo tiene efectos asimétricos: un presidente impopular le puede costar votos a su partido, como le ocurrió a Zedillo en 1997, o a Bush en 2008. Pero la buena imagen de un presidente no necesariamente se traduce en más votos para su partido: la popularidad de Fox y Calderón sirvieron de poco al PAN en sus respectivas elecciones intermedias. Contra lo que muchos piensan, el efecto de los medios y las campañas es bastante moderado: aunque la campaña del PAN se centró en la imagen del presidente y el tema de seguridad, los votantes no tuvieron ningún reparo en castigar a este partido por los malos resultados económicos.

¿Qué otras consecuencias tiene la buena o mala administración del capital político del Presidente? Una muy relevante en estos momentos es la capacidad de negociación de la agenda legislativa del Ejecutivo. Junto con el amargo paquete económico para 2010, el Presidente anunció una ambiciosa serie de reformas estructurales. ¿Por qué hasta ahora? Los estudios sobre el tema sugieren que siempre es más sencillo impulsar grandes reformas al inicio del mandato —cuando la oposición está desorganizada, el presidente cuenta con un notable apoyo popular y hay tiempo suficiente para diluir los costos iniciales y capitalizar sus resultados de mediano plazo. Hacerlo a medio camino es mucho más difícil porque los costos políticos y electorales son sumamente elevados. Por otro lado, por lo general es más sencillo reformar en tiempos de crisis, como los que vivimos ahora, toda vez que los costos de no hacer nada superan los costos políticos antes mencionados. Y reformar en tiempos de crisis tiene otra consecuencia: de aprobarse, el partido que las impulsa tiende a perder en la siguiente elección.

Tanto Fox como Calderón cometieron un error similar: ambos presentaron una agenda legislativa moderada durante su primer trienio. Su apuesta parece haber sido, primero, consolidar su mandato sin mayores conflictos con el Congreso y, posteriormente, tratar de conseguir una mayoría legislativa en la elección intermedia que les permitiera empujar las reformas estructurales que habían prometido en sus campañas. Fox decidió no enfrentar al PRI y nunca arriesgó su popularidad. Calderón postergó su agenda de reformas a pesar de que su principal adversario, López Obrador, prácticamente se había inmolado y el PRI estaba débil y fragmentado.

A Zedillo le tocó iniciar su sexenio con una crisis económica, con niveles de aprobación ínfimos, y se vio obligado a introducir reformas y a hacer ajustes dolorosos con el apoyo del PAN. El electorado pasó factura al PRI tanto en 1997 como en 2000. Paradójicamente, Zedillo dejó la Presidencia con niveles de aprobación de 70%. Hoy a Calderón le toca impulsar reformas en medio de una crisis económica y con una aprobación modesta pero en declive. Es posible que el PRI lo apoye en algunas iniciativas, sobre todo en aquellas que le den mayores réditos (como transferencias a estados y control del gasto social) e impliquen mayores costos al PAN (como mayores impuestos). De nuevo, la factura llegará en 2012.

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¡Ya bájenle!

Rogelio Gómez Hermosillo

En este año de recortes, el único presupuesto bien salvaguardado por ley es el presupuesto del financiamiento a los partidos políticos. Se recortará presupuesto de infraestructura, de gasto en salud y educación, en programas contra la pobreza. Esperemos que también se recorten el gasto oneroso e ineficiente y los privilegios. Lo que es seguro es que si no hacemos algo como ciudadanía, el presupuesto de 3 mil millones para los partidos quedará intocado.

Esta situación es inaceptable, es inmoral y además es ineficaz. Es ineficaz porque de acuerdo con datos difundidos por Jaime Sánchez Susarrey (Reforma, 29/VIII/09), mientras cada voto en México costó 224 pesos, en Brasil cuesta casi cuatro pesos, en Argentina poco más de cinco pesos, en Ecuador poco más de 14 pesos y en Colombia 25. Aun en los países con el voto “más caro”, el de México es casi el triple.

Es inmoral porque si toda la estructura presupuestal será afectada por la caída de los ingresos, no hay justificación alguna para mantener intocado el presupuesto de los partidos.

Es inaceptable porque diversos estudios demuestran que el incremento desmedido del dinero en los partidos no ha mejorado su profesionalismo y efectividad política. Por el contrario, ha contribuido a deteriorar la competencia democrática, ha trastornado la vida interna de los partidos y ha reducido su credibilidad, alentando una dinámica de escándalo recurrente.

Es inaceptable, porque ante la exigencia de reducción al financiamiento público después de la elección de 2006, la reforma electoral en 2007 se difundió como una reducción de recursos. En realidad fue un aumento y un blindaje constitucional al saqueo del erario por parte de los partidos.

En 2007, con un presupuesto previo a la reforma, los partidos recibieron 2 mil 704 millones de pesos. En 2008, después de la reforma, recibieron 2 mil 718 millones de pesos. Y en 2009 recibieron 3 mil 633 millones de pesos.

Además recibieron “en especie” millones de spots, con un valor aproximado de mil 500 millones, con lo cual los recursos públicos en 2009 equivalen a alrededor de 5 mil millones. Casi mil millones más que en la elección para presidente, senadores y diputados en 2006. No ha habido reducción.

El financiamiento público no debe eliminarse porque es un factor de equidad. Su primacía sobre el financiamiento privado, así como los topes al monto de aportación de cada individuo deben mantenerse. La prohibición de contratar espacio en medios electrónicos también debe mantenerse. Es un paso en el sentido correcto. La exigencia es la reducción real y significativa.

En este aspecto, la reforma de fondo puede ser sencilla. Basta cambiar la fórmula de cálculo. En la actualidad, en la Constitución quedó establecido que el financiamiento a los partidos se calcula multiplicando 65% del salario mínimo por el número total de electores inscritos en el padrón.

La nueva fórmula que debería aplicarse en este presupuesto podría ser que el financiamiento a los partidos se calcule multiplicando 65% del salario mínimo por el número total de votos válidos emitidos en la elección anterior.

Esta fórmula permitiría un ahorro sustantivo al reducir a mil 167 millones el financiamiento en 2010, con un ahorro de más de mil 700 millones respecto de la fórmula actual. Esta fórmula, además, genera incentivos para que los partidos políticos promuevan la participación y traten de convencer a la ciudadanía para reducir el abstencionismo.

La otra dimensión de las propuestas de los grupos ciudadanos es someter a los partidos a mayor transparencia y rendición de cuentas. Una reforma imprescindible es convertir a los partidos en sujetos obligados por la Ley de Transparencia. Otra propuesta posible es dar atribuciones a la Auditoría Superior de la Federación para practicar auditorías regulares y especiales a los partidos.

Además de emitir discursos de austeridad y recortar un mínimo algunos de sus privilegios, ¿estarán los partidos dispuestos a reducir sus recursos en este momento de crisis? Seguramente no, por ello habrá que exigirles. Presionemos hasta que haya una reducción real y no simbólica. La crisis es oportunidad de reducir privilegios. Este es uno de los más lacerantes. Actuemos.

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El acuerdo como fruto del mal

José Carreño Carlón

En el cercano o para estas horas ya consumado acuerdo en el Senado para ratificar el nombramiento presidencial del nuevo procurador general de la República, así como en los acuerdos en curso para sacar adelante el paquete fiscal y presupuestal para encarar la crisis, habrá costos para las partes y para la percepción que en México se tiene de los acuerdos políticos.

Y es que grupos parlamentarios como el más poderoso, el del PRI, exageraron su rechazo a las propuestas del Ejecutivo bajo el supuesto — real— de que en el debate público mediado por el periodismo son mejor apreciados los mensajes beligerantes, portadores de controversias y confrontaciones, que los mensajes de concordia o de entendimiento. Pero no calcularon los efectos que produciría en sus bases de credibilidad su precipitado regreso a la aceptación pasiva o activa de las propuestas presidenciales.

Las principales voces de la oposición en el Congreso ocuparon así un lugar destacado en la agenda de los medios al trazar un escenario percibido como de crisis inminente, por la supuesta inviabilidad de las propuestas presidenciales: una ofrenda más para la concepción mediática que plantea que todo aquello que para las instituciones públicas es crisis, para los medios es auge informativo e incremento de audiencias, de lectores y a la postre de ventas.

Ganaron así gran visibilidad los más altos portavoces de la oposición parlamentaria, a partir de su conocimiento y su manejo de los criterios selectivos de los medios, según los cuales suele haber mayor atención de reporteros y editores y más valor noticioso en los conflictos que en los arreglos entre las partes.

La verdad sospechosa

Así se explica que cuando se han logrado o están próximos a lograrse arreglos como los que se esperan de la actual Legislatura, aparezca irresistible el impulso mediático por el desarreglo.

Porque a partir del sobreactuado rechazo opositor de hace apenas dos semanas a las propuestas presidenciales, contrastado con el cambio de curso hacia el arreglo en las últimas horas, es de esperarse que surjan recelos y sospechas, especulaciones e indagaciones mediáticas tendientes a atribuirle a los arreglos todo tipo de móviles inconfesables, conspirativos y oscuros.

En la lógica de los medios es esta una operación que ciertamente le agrega valor noticioso a las negociaciones, al convertirlas en una verdad sospechosa y al envolverlas en consecuencia en la controversia, siempre mediáticamente valiosa. Pero tampoco hay que perder de vista que con estos impulsos los medios cumplen a su vez sus funciones de escrutinio de todo movimiento de los actores públicos, incluyendo sus acuerdos en el Congreso. Y por supuesto que esas funciones de los medios

resultan también de lo más valiosas para informar la esfera pública con los debates y en su caso los hallazgos sobre qué hay detrás de esos acuerdos y qué puede haber adelante como retribución política o de alguna otra índole para las contrapartes.

Violación de expectativas

El problema se complica cuando los actores públicos y sus consultores en comunicación e imagen creen entender estas pulsiones y funciones de los medios y pretenden neutralizarlas o ponerlas a su servicio. Porque no parecen reparar en que al ganar visibilidad gracias al valor noticioso de su rechazo violento al Ejecutivo —para pasar enseguida al arreglo no satisfactoriamente explicado—, se violan expectativas de audiencias y lectores a costos mayores que los beneficios de la visibilidad inicial.

Y hay un problema mayor. Con esta tendencia a reducir la función de los actores políticos, especialmente la de los parlamentarios, a incidir en la agenda de los medios, pasando por alto las funciones de educación, orientación y formación de ciudadanía, se alimentan los peores impulsos de una sociedad como la mexicana que lamentable, pero explicablemente, no suele ver en el acuerdo la expresión más alta del quehacer político, sino un fruto sospechoso del mal.

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