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viernes, 19 de marzo de 2010

Boletín de Opinión

Los temas de esta semana han girado nuevamente en torno a las alianzas electorales y al pacto secreto que dejó de serlo cuando el gobernador del Estado de México decidió exponerlo a la luz pública en un programa de televisión. Ambos temas dieron origen a un curioso sainete en la Cámara de Diputados que fue posible verlo como dice Diego Petersen en el canal del Congreso en clave reality show.

También incluimos en este Boletín de opinión dos comentarios de importantes personeros del PAN: el senador Santiago Creel y el ex --presidente de ese partido, Germán Martínez; que tratan de dotar de una cierta dirección a un partido que también parece haber perdido el norte. En cambio el gobernador del Estado de México, Peña Nieto en un editorial que reproducimos aquí parece tener muy claro su norte: una mayoría prefabricada a partir de cláusulas de gobernabilidad para hacerle más fácil la conducción del gobierno nacional que al parecer siente que ya le pertenece.

En medio de tantas disquisiciones perdemos de vista muchos temas que en verdad interesan a sectores importantes de la sociedad como es el de los horarios de los antros. Nuestro colaborador Erik Pérez nos ofrece una jocosa reflexión al respecto.

La barra libre.

Erik Pérez

En días pasados la Avenida Reforma fue ocupada para protestar y manifestarse contra el horario de cierre de bares y antros, esta vez no se trataba de algún líder sindical o alguna ONG, se trata de la clase empresarial, específicamente los dueños y concesionarios de bares, restaurantes, centros nocturnos, club´s, antros, etc. El planteamiento central de este contingente es prolongar el horario de servicio en dichos lugares en la capital así como la venta de bebidas alcohólicas poco antes del cierre 5 am. Derivado de la crisis económica en la cual seguimos inmersos, muchos bares y establecimientos han quebrado a partir de la nueva ley de bares y antros implementada hace algunos meses. Es por esto que dicho sector pide reformar la ley, a cambio de la colocación e instalación de detectores de metal, salidas de emergencia, señalamientos, extinguidores etc; para la seguridad de los usuarios. ¿Acaso no deberían ya contar con dichos señalamientos, cuando así la ley lo establece?

Otra situación que no podemos dejar de lado y que coloca en una situación en jaque a los dueños de bares y antros, es lo ocurrido con el jugador de fútbol Salvador Cabañas y en recientes días con 3 jóvenes baleados, resultando muerto uno de ellos por un disparo en el pecho, situación similar a la ocurrida en el Bar-Bar. ¿Qué ocurre con nuestras autoridades? ¡Qué pasa con la seguridad e inspección en bares y antros! Hechos los apuntes necesarios para entender de manera general lo que ocurre con esta nueva ley, el punto que nos interesa es ¿qué ocurre con la barra libre? ¡por qué descalificarla de esa forma!.

Pues bien, la barra libre es un tema que a mi modo de entender tiene dos aspectos. Uno es la posibilidad de divertirse con los amigos a bajo costo, sin ver mermada la economía, la otra no menos importante son los excesos en que se cae cuando se bebe sobremanera.

Es decir, “la barra libre” si es válida la expresión, te permite ingerir más bebidas alcohólicas a bajo costo, esto implica convertirse en un capitalista etílico voraz con el único objetivo de acumular tragos, en un tiempo determinado para maximizar la diversión a costa de la necesidad de otros, no conformes con ello, se cae en una dinámica de roles donde los distintos actores en juego asumen diferentes personajes y se transforman así mismos, cambiando de apariencia o aspecto con el único fin de concentrar la riqueza (tragos), sin importar dejar a los demás con las manos vacías. Las consecuencias de esto, se traducen en la embriaguez total del individuo, pérdida de la noción espacio y tiempo, así como de la gente que lo rodea, desubicación y cambios en la conducta así como pérdida de la líbido, todo por desquitar los $100 ó $150 pesos costo que se paga para ingresar a este tipo de eventos.

Todo sea por ahorrar costos el dueño o anfitrión del establecimiento, brinda lugares con las mínimas medidas de seguridad e higiene, así como escasez de señalamientos que permitan al borracho en cuestión guiarlo por la salida de emergencia en caso de sismo o incendio. Dicho así invito a la comunidad a esgrimir sus puntos de vista buenos o malos, también a crear conciencia sobre las consecuencias que atrae esta situación y asumir nuestra responsabilidad como alcohólicos sociales que somos.



Las enseñanzas de San Lázaro
Diego Petersen Farah

El zafarrancho legislativo del miércoles pasado dejó dos cosas en claro: la primera es que el Canal del Congreso puede competir con cualquier otro cuando de reality show se trata. Ese día el rating de la que suele ser la señal más aburrida de la televisión mexicana se convirtió en la comidilla obligada. Si no viste el show en vivo de los diputados quedaste fuera de la conversación. La segunda enseñanza es que urge la reforma política que despartidice, a través de la reelección directa, la vida de las cámaras. Lo que se discutió ahí fue un asunto de partidos que al país ni le viene ni le va. Hoy en día lo que pasa en la vida interna de los partidos afecta a todo México y pone en crisis a las instituciones, y eso es justamente lo que debemos evitar.

Si Gómez Mont le puso los cuernos a Calderón con Peña Nieto o si Beatriz se chamaqueó a Nava está bien y hasta divertido para las columnas de chisme político, pero que eso paralice la vida institucional, ponga en jaque la agenda legislativa y convierta a los diputados en “machitos” de cantina, eso sí es delicado.

Si nos atenemos a las coincidencias entre las propuestas de reforma de política de las tres principales fuerzas representadas en el Congreso, lo que saldrá de ahí será una “reformita” insustancial e insuficiente. Si la reforma se hace sólo con las coincidencias entre PAN y PRI vamos a tener una reforma un poco más amplia pero todavía lejos de lo que necesita México en términos de velocidad de cambio.

Lo que requiere el país en términos de reforma política es cambiar la estructura de la toma de decisiones: hacer cambios con agilidad y gobernabilidad. Para eso queremos los ciudadanos una reforma política. A nosotros no nos va la vida en el número de plurinominales, ni si hay segunda vuelta o no, lo que nos importa es que el resultado sea una estructura de toma de decisiones que permita que el país avance mucho más rápido de lo que lo está haciendo ahora, pero a los partidos pequeños sí les va la vida (y la forma de vida) en el número de plurinominales, y los grandes ya están haciendo cálculos de lo que significa la segunda vuelta.

La política es demasiado importante como para dejarla sólo en manos de los políticos, y esta reforma, demasiado importante como para dejarla sólo en manos de los partidos. Tenemos que crear mecanismos de presión ciudadana para evitar que nos receten una reforma enana que asegure el statu quo partidista por tres o seis años más, pero que no les sirva a los ciudadanos para tomar las decisiones que nos den futuro: la reforma fiscal, la reforma laboral, el cambio en las estructuras de seguridad social y, sobre todo, cambios en la estructura económica que nos permitan crecer a un ritmo más acelerado y con una mejor distribución de la riqueza.

Justamente por lo que nos enseñó San Lázaro el miércoles pasado tenemos que cambiar nuestra forma de ver la reforma política.


http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/version_imprimir.html?id_nota=47654&tabla=editoriales

El asco y la salchicha
Jesús Silva-Herzog Márquez

La clase política se ha exhibido ridícula. El escándalo de la mentira es menor. Un par de políticos fue, en efecto, sorprendido con la mentira. Han dañado seriamente su reputación: poco crédito merece desde ahora su palabra. Pero no creo que esté ahí el núcleo del escándalo. A mi entender, lo más grave no es la falsedad sino la materia del engaño: el papel de un pacto risible. Ahí está, en blanco y negro, mostrado públicamente por uno de los firmantes, un acuerdo para que dos partidos no se ofendan ni se coaliguen en un territorio, a cambio de... nada. Un convenio donde se pactan condiciones de competencia favorables a una de las partes sin que la otra obtenga ningún compromiso concreto. Advierto: no me parece indigno que dos organizaciones políticas convengan en hacer o no hacer coaliciones. Las leyes protegen ese derecho y pueden, por ello, ejercerlo de acuerdo a su estrategia. El problema no es que se pongan de acuerdo para no coaligarse: el problema es la contraprestación (para seguir el lenguaje licenciadesco del pacto). El problema es que de ese convenio no se desprenda ninguna consecuencia favorable para uno de los firmantes y para uno de los testigos que, en principio, debía de velar por el interés nacional. No se trata de un acuerdo electoral que ata un compromiso para impulsar reformas trascendentes; no se trata de otorgar un aliciente electoral a quien colabora en un paquete de transformaciones. Es el mantenimiento gratuito de una hegemonía territorial. Se accedió a las condiciones de un gobernador sin que sus interlocutores pusieran en negro sus exigencias. Si el secretario de Gobernación renunció al Partido Acción Nacional por razones que no merece conocer la opinión pública, bien haría ahora renunciando a su título de abogado.

El episodio, a pesar del torbellino que ha levantado, no es sorprendente. Se inscribe en una larga cadena de acciones torpes e infructuosas. Malas maneras y nimios resultados. Recomendaba un estadista alemán que, quien quisiera comer salchichas, no se metiera a su fábrica. El producto puede ser bueno pero el proceso suele ser asqueroso. La fábrica de salchichas no puede tener paredes de cristal. Con la metáfora defendía el secreto de la política eficaz. Las buenas leyes no se producen con ingredientes exquisitos ni en cocinas limpísimas. Siempre habrá acuerdos indecorosos, concesiones indebidas, beneficiarios ocultos. Defendiendo el secreto de Estado, Bismarck pedía que no nos metiéramos en la cocina del poder. Sugería también que al Estado le pidiéramos resultados, no lecciones de higiene. "Con las leyes, como con las salchichas, es mejor no ver cómo se hacen". Yo no sé si el consejo del canciller prusiano sea válido, pero era claro en su parábola que la fábrica debía producir salchichas y que era mejor comérselas a ver cómo se hacían. La comida por encima de la curiosidad. El curioso, después de ver todo el proceso productivo, puede sentir tal repulsión que terminaría negándose el alimento. El embutido ya no será un sabroso alimento inocente sino una tripa repelente. Es mejor comer sin hacerse muchas preguntas, que revolverse el estómago con respuestas que no alimentan a nadie. Pues bien, nosotros nos sentimos asqueados y sin posibilidad de comer una salchicha. Indignados con la política y con las manos vacías de política. Nuestra democracia: una repulsiva fábrica de salchichas que no produce salchichas.

La publicidad se ha impuesto. Los espacios del secreto se hacen cada vez más angostos. Hoy podemos conocer el texto del pacto más idiota. Tendremos, incluso, el beneficio de que uno de los idiotas nos lo comunique. Sería un consuelo saber que de ese pacto sucio emergió una coincidencia histórica que transformó al país. Algo de razón podemos concederle a Maquiavelo cuando advertía que lo bueno no siempre nace de actos buenos. En la alquimia de la política hechos condenables pueden trasmutarse en consecuencias benéficas. Compensaría el desagrado por las mentiras el saber que en las oficinas del gobierno federal se pactó una estrategia electoral con un beneficiario político concreto pero que, a cambio de ese resguardo electoral, se obtuvieron beneficios nacionales. Sí: nos indignaría que el gobierno federal siguiera participando en la definición de la estrategia de un partido; sí: nos ofendería que desde esa oficina se le despeje el camino a un ambicioso; sí, nos desagradaría la hipocresía de quienes se dicen demócratas. Pero, si hubiera salchicha, tendríamos que poner el pacto en otra perspectiva. Tendríamos que aquilatar los beneficios tanto como los costos del acuerdo. Nos veríamos forzados a reconocer que, si bien se cuidó a un grupo político, también se obtuvo de él un compromiso de consecuencias benéficas. Pero hoy sentimos repugnancia por una manera de hacer política, disgusto por los fingimientos y simulaciones y, al mismo tiempo, padecemos la ausencia de resultados. Con asco y sin salchicha.

http://www.reforma.com/libre/online07/edicionimpresa/



PAN: miedo a la libertad

German Martínez
Ensayo Identidad y crisis partidista. Muchos panistas sueñan, ya no con ser diputados, sino delegados de la Sedesol en sus estados. El PAN no puede ni debe suscribir alianza alguna con los enemigos de la libertad. Tampoco el gobierno panista debe admitir en su seno a quienes disfrazados intentan ya la resurrección del PRI. La alianza del PAN con el PRI en el estado de México hubiera sido la unión con el vacío, con la nada

Murió a la temprana edad en la que afirman también falleció Jesús de Nazaret: 33 años. A los 24 ya era miembro del Parlamento de Burdeos. A los 18, después de cursar estudios de derecho en la Universidad de Orleans, escribió la obra que lo convirtió en una celebridad: Discurso de la servidumbre voluntaria1.

Étienne de la Boétie (1530-1563) vivió en los albores de la Francia confusa y convulsa, en la que se respiraban aires de intolerancia y empezaba a reinar el despotismo del monarca absoluto.

Todavía vivía Hernán Cortés y Étienne de la Boétie ya argumentaba a favor de la libertad. Antes de John Locke, Denis Diderot o Juan Jacobo Rousseau, La Boétie puso en juego los valores de la sociedad civil y el respeto al individuo contra el poder arbitrario e injusto y el contrato social que debe existir entre gobernante y gobernado.

La Boétie, en palabras de su amigo y heredero de su biblioteca, Michel de Montaigne, redactó su "discurso" en honor a la libertad, contra los tiranos.

El pensador francés fue un profeta de la libertad civil. Un modernizador del discurso político, y un adelantado de la Ilustración. Sin duda, La Boétie tiene un lugar de honor en la primicia francesa de defensa de la libertad como derecho fundamental de todos los seres humanos.

La Boétie averiguaba en su "discurso" el origen del poder absoluto de un rey o de un amo frente a su pueblo. ¿Por qué consienten los súbditos su propia esclavitud?, se preguntaba.

El sometimiento consentido es la negación de la libertad, se respondía. Y la libertad debe desearse, anhelarse. El hombre para ser libre debe ambicionar la libertad, "ese bien tan grande y placentero cuya carencia causa todos los males".

En los tiempos dorados de las monarquías absolutistas (gobernaba Francisco I en Francia y Carlos V en España), La Boétie no dudó en afirmar a la libertad como parte de la naturaleza humana. "La libertad es natural", sentenciaba. "No solamente hemos nacido en posesión de nuestra libertad, sino también con la pasión de defenderla".

El Partido Acción Nacional está cruzando una crisis de identidad porque, en algunas ocasiones, no ha sabido defender con pasión su discurso libertario, o mejor dicho, liberal. El PAN ha perdido fuerza en su ambición de libertad.Los panistas hemos consentido -como aquellos súbditos que observaba y criticaba La Boétie- un discurso político y quizá programas de gobierno antiliberales y en no pocos casos liberticidas.

Vive el PAN, en muchos casos, bajo una servidumbre voluntaria; en esquemas de gobierno o de conductas públicas animadas en valores distintos a esa fe liberal.No es ajeno para nadie que al interior del PAN tenemos un gen conservador y católico producto de nuestra cultura occidental. Esa raíz convive con otra semilla profundamente liberal que empujó con éxito la democratización de México. En el PAN concurren, con mayores o menores sobresaltos, las palabras liberales de Manuel Gómez Morin y las católicas conservadoras de José González Torres, (Enrique Krauze dice que la paternidad y tronco conservador viene de Efraín González Luna). Es un imperativo impostergable resolver ese dilema genealógico a favor de la libertad, para reconstruir esa mirada clara en el futuro.

Acción Nacional debe abrazar sin miedo, como La Boétie, a la libertad. Reivindicar y modernizar el credo liberal, como alguna vez lo soñó el poeta católico Ramón López Velarde. Modernizar la fe en la libertad es una tarea aplazada de Acción Nacional.Parte de esa brega consiste en aceptar que el "bien común" en política no lo encarna una persona, gobernante o candidato, sino que se construye dentro de una sociedad necesariamente plural.

Otra parte consiste en entender y aceptar que la transformación cultural del país a favor de la libertad, la victoria cultural de la libertad, "jalará" el desarrollo económico más, mucho más, que cualquier programa de manejo gubernamental de la economía.

El PAN debe aceptar de una vez por todas a la democracia, y sólo a la democracia, como base de la legitimidad de su tarea política. ¿Por qué decir esto? Porque el PAN debe insistir en que la lucha política es una lucha ética, sí, pero es justamente ética porque debe ser una batalla de valores. Al mismo tiempo, el PAN no debe hacer prevalecer ningún valor moral, que no sea el valor moral sancionado por el sistema democrático. Sólo debe gobernarnos la ética aceptada en las urnas.

Con frecuencia se escucha en el PAN el estribillo pegajoso de que la política debe estar subordinada a la ética. No hay por qué confundir peras con manzanas. La política es el instrumento para hacer prevalecer un valor, pero en política no hay verdades absolutas. La política es el terreno de las "verdades probables", decía Carlos Castillo Peraza, por eso exige tolerancia, diálogo, negociación.

Parafraseando a Immanuel Kant, de su distinción entre derecho y moral; los panistas debemos afirmar a la política como una actividad heterónoma, bilateral y coercible; mientras que la ética es autónoma, unilateral y su exigencia corresponde sólo al fuero personal del individuo.

La ética puede definir pecados, la política debe definir delitos. La ética no reclama la libertad porque se "autoimpone", la política sólo existe en la libertad porque es convivencia con quien puede tener otros valores.

Los panistas debemos aceptar con Roger Bartra que un partido con una auténtica vocación democrática moderna no puede dejar de comprender que la familia evoluciona, migra, se desprende, vive en dificultades; que el Estado no es un "orden natural" sino un orden social creado por el hombre; que la identidad nacional no es una entelequia eterna y que la ciencia define y también defiende la vida.

Los panistas en particular, como los políticos en general, son absolutamente libres de cultivar cualquier religión, pero no es la política el terreno para hacer valer los juicios divinos.

Dicho en otros términos, el PAN no debe tener miedo a que en la más absoluta libertad cívica -fuente del poder político que ha conquistado- se escruten, ahora, todas sus tesis.

El PAN que siempre leyó el neotomismo de Jacques Maritain, ahora debería leer la rebeldía libertaria de Albert Camus o el antidogmatismo contemporáneo de Alain Finkielkraut.

La libertad se nutre de la educación. Una de las primerísimas tareas liberales del Estado ha de ser garantizar la educación libre y para la libertad. Acción Nacional pierde futuro y horizonte cuando empeña la educación. Étienne de la Boétie afirma que sólo imaginan y sienten el espíritu de la libertad "los que teniendo su propia cabeza bien hecha, todavía la han pulido mediante el estudio y el saber". Una gran parte de la explicación de los sinsabores de Acción Nacional está en su deuda con la educación pública mexicana.

En materia económica, la defensa de la libertad exige cambiar el objetivo de combatir la pobreza por la meta de alentar la creación de la riqueza y el desarrollo nacional. Los discursos anticapitalistas en el fondo son hondamente antiliberales y el PAN los debe combatir.

En pocos terrenos como en el social los panistas hemos flaqueado en la defensa del ideario liberal. ¿Por qué aceptamos el canto de las sirenas asistencialistas?, ¿por qué reeditar prácticas de servidumbre voluntaria, por ejemplo en el campo mexicano, que no liberan la fortaleza económica de todo nuestro sistema agropecuario? ¿Por qué jugar a las tutelas antiliberales de gasto público, que usan magistralmente algunos gobernadores priistas para derrotar electoralmente al PAN?

No se trata de desentendernos de la pobreza. De manera abundante y erudita, Gabriel Zaid ha demostrado que se puede apoyar políticas públicas de igualdad desde la libertad.

La restauración paulatina del PRI, en lo municipal y en lo local, pasa justamente por esas prácticas clientelares que no son combatidas frontal y decididamente desde la libertad. Muchos panistas ya no sueñan en ser diputados en el Congreso de la Unión, sino delegados de la Secretaría de Desarrollo Social. Aspiran a ofrecer sus servicios de regalar cañas, dando la espalda al ejercicio liberal de enseñar a pescar.

El gobierno del presidente Calderón tiene aciertos y errores como cualquier obra humana, pero no podemos regatear que una agenda de gobierno liberal reclama hacerse cargo, sin titubeos, de la seguridad pública.

Sin seguridad la libertad es una mentira. Sin certeza jurídica la libertad es polvo en el viento. "Lo que hace que un amigo esté seguro de otro es el conocimiento que tiene de su integridad", dice La Boétie. Y sentencia que no puede haber "amistad", es decir, relación de libertad entre iguales, "ahí donde hay crueldad, ahí donde hay deslealtad, ahí donde hay injusticia".

El presidente Calderón asumió la defensa de la libertad al emprender la batalla franca, abierta y legítima contra la delincuencia.

Nunca he oído aludir la obra de Isaiah Berlin en las deliberaciones panistas. Casi siempre son las mismas y trilladas citas históricas de viejos panistas las que retumban en nuestras intervenciones. El debate interno panista está desgastado y plagado de nostalgias, de frases gerenciales, citas de mercadotecnia y de ocurrencias vacías, e incluso -como afirma Enrique Krauze- de dogmas. El PAN requiere más que nunca renovar su palabra.Reafirmar esa doctrina de defensa de la persona libre le facilitará la tarea de comunicar mejor logros de gobierno y propuestas de campaña.

El PAN será distinto y distinguible cuando asuma sin complejos que nuestra convicción y apuesta no es la de un Estado fuerte, ni un gobierno frívolo soportado en anuncios y acompañantes de la televisión, sino en ciudadanos libres.Muchos panistas no saben reconocerse en sus victorias. Y eso es doblemente grave si se piensa que esas victorias son triunfos de la libertad cívica, de la "libertad formal", diría Raymond Aron; de esa libertad mecánica de decidir mediante sufragio al gobernante. Quien niega como propia la libertad formal -seguimos a Aron- será muy difícil que convoque a los ciudadanos a la conquista de la "libertad real".

Dicho de otra manera, ¿cómo convocar a conquistar libertad real de elevación del nivel de vida de las personas, si al mismo tiempo negamos los resultados de los métodos cívicos conquistados por la libertad formal?Los panistas que despotrican contra su propio gobierno desprestigian la libertad formal y debilitan la ulterior convocatoria que hace el partido y los gobiernos a defender la libertad real.

Algunos de esos panistas parecen tener prisa por regresar a la oposición, para "hacer cuadrar" su visión política a su circunstancia personal. Otros ni siquiera pugnan por una orientación ideológica, menos por una salvaguarda de la libertad. Riñen en el mejor de los casos por espacios de poder, salarios o simple satisfacción de narcisismos.Las alianzas, como cada una de las decisiones del PAN, deben ser juzgadas precisamente por los espacios de libertad que ganen para los ciudadanos.Las preguntas son obligadas: ¿acaso no es impostergable en Oaxaca ese triunfo de la libertad? ¿Un priista converso de un día para otro acaso está comprometido con el progreso liberal? ¿Puede una persona desvincularse de las artes de la servidumbre voluntaria, literalmente de la noche a la mañana? ¿El adversario en temas liberales es el PRI, el PRD o los dos? ¿Cuánto compromiso con la libertad tienen nuestros gobiernos panistas? ¿Cuánto dinero se derrocha en el campo mexicano por los votos priistas en el Congreso para aprobar los gastos nacionales? ¿Cuánto respaldo político tiene el viejo sindicalismo mexicano de parte del PRI, cuánto de parte nuestra? ¿Bajo qué discurso amasaron poder y dinero los monopolios mexicanos?

Con las respuestas en la mano a éstas y otras preguntas es como el PAN debe valorar, criticar, premiar o censurar cada una de sus actuaciones. También el intento (y por tanto, fallido) de aliarse con el PRI en el estado de México.

El gobierno mexiquense es de lo más antiliberal. ¿Por qué? Porque la frivolidad es la negación de todo valor político. Es la claudicación de cualquier tesis política o rumbo de gobierno a cambio de una imagen. Es el culto al oropel. La alianza del PAN con el PRI en el estado de México hubiera sido la unión con el vacío, con la nada.

El gran adversario de la libertad en México ha sido esa parte del PRI y del PRD que todavía grita proclamas nacionalistas trasnochadas, que ensalza el proteccionismo económico y debilita consecuentemente la competitividad, impide abrir la economía y desalienta la competencia global.Muchos de sus gobernadores son claramente tiranos, como los que criticaba Étienne de la Boétie desde el siglo XVI. El Estado obeso nació, creció y se reprodujo atropellando a la libertad. Y el PAN debe recuperar un Estado para la libertad.

El debate político mexicano no encuentra claridad porque nadie asume con fuerza esa fe liberal. Esa raíz de emancipación, mérito y desarrollo que vibra en la clase media mexicana y que está a la espera de un partido político que la represente y ampare.

El PAN no puede ni debe suscribir alianza alguna con los enemigos de la libertad, para usar la expresión de Karl Popper. Pero tampoco el gobierno panista debe admitir en su seno a quienes disfrazados de panistas intentan ya la resurrección del PRI, con sus ineficiencias, omisiones o francas complicidades.

Las utopías sociales traen infiernos sociales, suele afirmar Mario Vargas Llosa. La libertad es una idea que acata siempre la realidad. No vive de pregonar paraísos, ni de resaltar superhombres como salvadores del país. La libertad apuesta por la efervescencia social, por el ejercicio eficiente y no dogmático del gobierno. Por la responsabilidad de la generación presente, sin culpar al pasado o al extranjero de nuestros carencias o retos.La libertad no excluye a nadie, pero no encumbra una verdad por encima de otra. Y sólo jerarquiza valores en democracia. La libertad responsabiliza, compromete, porque destierra el vicio de la dependencia, como sugiere La Boétie.
Quizá por herencia cultural, por tradición religiosa, por defensa de intereses, por pereza intelectual, por cálculo electoral, o por franca cobardía, muchos panistas -claro que me incluyo- hemos tenido miedo a la libertad. Y una defensa férrea, numantina, de libertad es lo que están esperando los ciudadanos de Acción Nacional.
No puede el PRI por sus inercias, ni menos el PRD por su vicios ideológicos, suscribir las tesis de las libertades liberales.
El campo y el camino están abiertos para que Acción Nacional se convierta en una acción liberal. Ése es el reto. Renovar nuestro discurso y nuestra actitud para apostar por una libertad, desde la libertad y para la libertad.
Libertad individual, libertad política, libertad de expresión, libertad de mercado, libertad cultural. Libertad íntegra, sin servidumbres voluntarias, eso es y debe ser el derrotero cultural del PAN.
El Parlamento de Burdeos del que Étienne de la Boétie fue miembro, como hemos dicho, conoció impreso el Discurso de la servidumbre voluntaria. Dudó y vaciló en su defensa de la libertad, de su libertad. Pronto, tras la muerte de La Boétie, ordena por mayoría de sus miembros -en 1579, cuando Montaigne consigue la autorización para publicar sus ensayos- que el libro del Discurso de la servidumbre voluntaria sea quemado públicamente en la plaza de Burdeos. A Francia le esperarían muchos años de derrotas y divisiones.
El PAN puede ahorrarse, por el compromiso con la libertad, más derrotas y divisiones.

Nota

1 Todas las citas están tomas de: Discurso de la servidumbre voluntaria de Étienne de la Boétie. Liberty Fund, Inc. y editorial Trotta. Madrid. 2008.

http://www.reforma.com/libre/online07/edicionimpresa/

Reforma de reformas
Santiago Creel Miranda

Un sistema presidencial con un gobierno de minoría política y una mayoría opositora en el Congreso —que además está dividida—está imposibilitado a cumplir efizcamente con la oferta política que lo llevó al poder.

En efecto, piénsese en un candidato presidencial que triunfa y que propone una plan de gobierno que luego se transforma en el Plan Nacional de Desarrollo, el cual está obligado a cumplir a pesar de las oposiciones en el Poder Legislativo. ¿Qué debe de prevalecer, el plan de gobierno o las plataformas políticas de las oposiciones?

Antes de responder habrá que tomar en cuenta que ese Plan Nacional de Desarrollo es el mandato de quienes votaron mayoritariamente por el Presidente de la República y que éste puede ser rechazado por una mayoría opositora, tambien electa democráticamente, en la aprobación del Presupuesto de Egresos de la Federación.

¿Cuál de estas dos mayorías debe prosperar? Nuestro sistema presidencial no contempla ningún mecanismo que permita resolver esta paradoja de dos mayorías opuestas alojadas en un mismo sistema político.

En la práctica, lo que ocurre es que ni una ni otra prevalecen. En el mejor de los casos, y no siempre, se opta por una situación intermedia y deslavada de los planteamientos originales. Se argumenta que esto contribuye a construir una salida de equilibrios que permite, por una parte, representar la pluralidad política del país y, por la otra, impedir que un solo grupo político defina el rumbo de la Nación.

Inclusive se plantea que los electores al emitir sus votos de manera dividida, implican un mandato para que las fuerzas políticas se pongan de acuerdo y que precisamente, por esta circunstancia se impide que un solo partido por si solo constituya mayoría. Esta afirmación se ha reiterado una y otra vez para justificar el contexto político que impera.

En donde se ve aún con más precisión la disfuncionalidad de nuestro sistema es en el rumbo que deben tomar los cambios en el país y, particularmente, en las distintas reformas que están pendientes. ¿Por qué no han prosperado los cambios que México necesita? ¿Por falta de voluntad o por falta de votos? Ahí es donde radica la cuestión.

Las teorías voluntaristas que aseguran que los actores políticos no tienen voluntad de cambio, no son suficientemente explicativas de las circunstancias que envuelven los impedimentos para hacer estas transformaciones. Argüir que lo único que se requiere es voluntad política, es no entender la realidad compleja y contradictoria del sistema político mexicano.

La voluntad política tiene límites y lo que hasta ahora ha podido producir en casi todos los casos es lo que se ha denominado en el lenguaje común las “reformas posibles” en contraposición a las “reformas necesarias”. Las reformas posibles son el resultado de un proceso de negociación, donde las posiciones del partido gobernante y de las oposiciones se van rebajando hasta lograr un punto intermedio mediocre. Esto es lo que ha sucedido, por ejemplo, en el caso de la reforma hacendaria.

¿Ha faltado voluntad política para llevar a cabo una buena reforma fiscal? Todos los grupos parlamentarios han planteado iniciativas que, en su opinión, resuelven esta problemática. Desde hace más de una década, la discusión sobre los impuestos no ha podido saldarse, sea por un costo político evidente, por falta de incentivos para compensarlo, por cuestiones de carácter ideológico o programático, o por una razón muy sencilla: falta de votos.

La solución fiscal que se ha logrado no sólo no ha resuelto el problema, sino que lo ha agravado significativamente. En este caso, es donde mejor se prueba que una solución intermedia no funciona. La paradoja del sistema político resulta las más de las veces insuperable. No es una cuestión meramente de voluntad política, sino de votos. De mayoría en las urnas y de mayorías en el Congreso.

De no cambiar el sistema político y de seguir con una correlación de fuerzas como se ha dado en los últimos trece años, el problema fiscal difícilmente se va a resolver. Tampoco, otros pendientes como el de la competencia en la economía, la productividad en el orden laboral, la vigencia de los derechos humanos, el desarrollo del campo, el retraso educativo, el desorden imperante en las fuerzas policiales, por solo mencionar unos cuantos de los problemas que frenan el bienestar nacional.

Habrá que subrayar que la reforma política es, por decirlo de una manera sencilla, la reforma de reformas. Difícilmente se podrá hacer un cambio estructural o de fondo, si no se concluye el proceso de modernización del sistema político que permita aspirar a una democracia socialmente eficaz. Una democracia en donde la mayoría de los ciudadanos esté adecuadamente representada y que además pueda transformarse en una mayoría política estable, que le de funcionalidad a nuestro sistema político


http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47708.html
Mayorías en el Congreso para un Estado eficaz
Enrique Peña Nieto

El Estado en un sistema democrático necesita de mayorías para ser eficaz. Sin mayorías, se pierde la capacidad de decidir y transformar, lo que termina por erosionar la capacidad para gobernar. Sin definiciones, el propio sistema democrático es vulnerado, ya que se vuelve incapaz de cumplir con las necesidades y expectativas de la población.

México ha vivido más de una década sin grandes reformas porque nuestro sistema institucional dificulta la construcción de mayorías. Hoy, el Estado mexicano es ineficaz porque no se ha transformado. En este año del Bicentenario de la Independencia y el Centenario de la Revolución, debemos sumar voluntades para crear los cimientos de un Estado eficaz, donde la población disfrute en la práctica de los derechos fundamentales que establece la Constitución y el país crezca a su verdadero potencial económico. El primer paso para lograr este objetivo es impulsar una reforma política que ayude a generar mayorías parlamentarias.

Existen ya tres propuestas concretas de reforma política. Todas hacen aportaciones valiosas y comparten algunos elementos. Sin embargo, en ninguna de ellas se ha trazado la formación de mayorías como objetivo principal. En la propuesta de reforma del Ejecutivo se habla de la segunda vuelta presidencial como un mecanismo para crear coaliciones y, por ende, mayorías. Sin embargo, como lo demuestra la experiencia de los países que cuentan con este sistema de elección, la segunda vuelta no ofrece ninguna garantía de que las coaliciones electorales se traduzcan después en mayorías para gobernar. Ni siquiera la concurrencia de la segunda vuelta presidencial con las elecciones legislativas asegura que una elevada votación para el Presidente se traduzca en mayorías legislativas para su partido.

En la propuesta de los senadores del PRI se argumenta que la ratificación del gabinete presidencial ayudaría a formar mayorías. Sin embargo, al margen de otras ventajas que pudiera tener esta propuesta, tampoco es un mecanismo que garantice la formación de mayorías, ya que la aprobación de un funcionario por el Congreso no implica un respaldo posterior al programa de gobierno del Ejecutivo. La iniciativa de PRD, PT y Convergencia, que también aporta elementos importantes al debate, no considera ningún mecanismo para construir mayorías.

La formación de mayorías se puede alcanzar con diversas fórmulas que han tenido poca resonancia en el debate. Una posible opción sería eliminar el límite de 8 puntos porcentuales a la sobrerrepresentación legislativa. Esta regla, creada en la reforma electoral de 1996, que tenía sentido en el contexto político de aquel entonces, se ha convertido en una “barrera institucional” para la formación de mayorías. Prácticamente todas las democracias cuentan con márgenes de sobrerrepresentación que, en muchas ocasiones, sirven para construir mayorías. Sin embargo, nuestro país tiene la particularidad de contar con un mecanismo constitucional para evitar la formación de mayorías; eliminarlo es una opción que hasta ahora ha estado ausente en el debate.

Otra alternativa sería retomar la cláusula de gobernabilidad, que permitiría alcanzar la mayoría absoluta al partido que obtenga una mayoría relativa de 35% o más de la votación. En nuestro contexto democrático actual, los tres partidos grandes tienen la posibilidad de alcanzar este umbral de votación, así que esta regla no sería, como pudo haber sido en el pasado, inequitativa. Es particularmente importante que el Ejecutivo cuente con mayoría durante su primer trienio, ya que en la primera mitad de su mandato debe mostrar la efectividad de su programa de gobierno, el cual es juzgado por la ciudadanía en las elecciones intermedias. Por ello, la cláusula de gobernabilidad sería particularmente útil en las elecciones concurrentes para Presidente de la República y el Congreso de la Unión.

Otra alternativa, como lo han planteado diversas voces, sería la desaparición de legisladores plurinominales. Esta reforma, sin duda, facilitaría la formación de mayorías, al favorecer la representación de los partidos grandes. Sin embargo, tendría el inconveniente de marginar a las minorías, que son valiosos segmentos de la sociedad mexicana. Para atenuar este problema, se pueden analizar opciones que disminuyan el número de congresistas plurinominales sin desaparecer por completo esta forma de representación.

Finalmente, también se podrían explorar otras fórmulas para la integración de los legisladores plurinominales que, en combinación con los diputados uninominales y los senadores electos por entidad federativa, permitieran una integración de las Cámaras más favorable para alcanzar mayorías.

Como es claro, existen diversas opciones para crear mayorías en el presidencialismo democrático de nuestro país; es fundamental que las incorporemos al debate. No podemos perder de vista que el principal reto de nuestro sistema político es formar mayorías para gobernar. Mayorías para construir las reformas que nos permitan tener un Estado eficaz que lleve al país a crecer a su verdadero potencial y garantice, en la práctica, todos los derechos a todos los mexicanos.


http://www.eluniversal.com.mx/editoriales/47687.html

Pluralismo o pueblo unido
José Woldenberg

México logró en las últimas décadas que el pluralismo político esté representado en los cuerpos legislativos. Eso hace más complicados los acuerdos. Y no resulta difícil encontrar voces que desearían más eficacia en la toma de decisiones aunque se sacrificara el logro más importante de la política reciente: el asentamiento de la diversidad en los órganos representativos. En esas cavilaciones andaba cuando me topé con el libro de Lorenzo Córdova, Derecho y poder. Kelsen y Schmitt frente a frente (FCE / IIJ UNAM, México, 2009).

Me detengo en sus respectivas ideas de sociedad porque de ellas deriva, en buena medida, lo demás. La sociedad como un espacio en el que se reproducen una pluralidad de pulsiones, ideas, intereses, ideologías o como una entidad orgánica donde habita un pueblo sin fisuras.

Mientras Kelsen desea ofrecer un cauce para la reproducción y convivencia de la pluralidad, Schmitt quiere preservar una unidad monolítica que se ve trastornada por la existencia de partidos y grupos de interés. Mientras el primero busca edificar un régimen de gobierno que permita la coexistencia y el acuerdo entre las posiciones diversas, el segundo intenta que el pueblo se exprese como una sola voz a través de la voluntad de un líder.

Para Schmitt, un pueblo como entidad indiferenciable, como masa compacta, como voluntad única, reclama no el pluralismo ni conductos para la expresión de las diferencias, sino un liderazgo capaz de representarlo como una sola voz. Y no deja de ser paradójico que el mismo autor que plantea las relaciones internacionales en términos de amigos y enemigos quiera ver a cada pueblo como un bloque. Si en la esfera internacional "el acto eminentemente político para Schmitt consiste en establecer quién es el enemigo... porque (eso) constituye la verdadera decisión política", cuando habla de las formas de gobierno "critica al parlamentarismo liberal-democrático... porque la dialéctica entre diferentes posiciones políticas, anula... la posibilidad misma de una auténtica decisión política". "La verdadera decisión es la que es tomada por un jefe, en el cual el pueblo confía y que se presenta como expresión y guía de este último".

Hay una resonancia del pensamiento de Schmitt en todo discurso autoritario sea de derecha o izquierda. Para el autoritario el pueblo es uno y su representante también debe ser uno. La pluralidad divide, confunde, entrampa y resulta onerosa. Lo óptimo entonces es simplificar, acabar con las diferencias y erigir un liderazgo aclamado y seguido por "el pueblo". "La identidad de la que habla Schmitt es la de un pueblo considerado como una unidad política indivisible y homogénea" y por ello no resulta extraño que su fórmula óptima de gobierno sea la "democracia plebiscitaria", "aquel tipo de sistema político en el cual el pueblo... se relaciona sin mediaciones, con sus representantes (y de manera particular con el jefe del Estado), manifestando su adhesión a las decisiones de éstos a través de la aclamación".

No es casual que para la mal llamada democracia plebiscitaria el espacio fundamental de expresión sea la plaza pública no el parlamento, los grandes espacios donde se puedan concentrar miles de seguidores y no las Cámaras donde se supone puede darse un intercambio racional de argumentos diversos. Los grandes líderes autoritarios han sentido siempre una fascinación por las magnas concentraciones en las cuales la potencia del número de los congregados, la masa cohesionada de sus seguidores, le permiten hablar a nombre de un pueblo unificado. Y por supuesto, esas oceánicas manifestaciones ofrecen a los oficiantes un sentimiento de pertenencia, de identidad y de representación. El líder es entonces la expresión viva de los anhelos de un pueblo homogéneo y cohesionado.

Kelsen, por su parte, entiende que la democracia es tal porque asume que en una sociedad existen mayorías y minorías contingentes que pueden cambiar su status con el despliegue de sus potencialidades.

Kelsen sabe que "cada decisión debe derivarse de la voluntad de la mayoría", pero las minorías no sólo tienen el derecho a existir sino a eventualmente convertirse en mayoría y a ser tomadas en cuenta. Lo cito: "excluir a una minoría de la creación del orden jurídico sería contrario al principio democrático y al principio mayoritario, aun cuando la exclusión sea decidida por la mayoría".

Lo que busca entonces Kelsen no es la homogeneización imposible de una sociedad de por sí contradictoria, sino una fórmula de gobierno que construya equilibrio, paz social y estabilidad. Y ello sólo puede lograrse mediante el compromiso. Dice: "la democracia significa discusión" y dada la existencia de expresiones distintas debe buscarse el compromiso que "forma parte de la naturaleza misma de la democracia". El compromiso es así no sólo consustancial a esa forma de gobierno, sino una buena herramienta para desactivar conflictos por la vía del debate, la negociación, el intercambio, el acuerdo.

http://www.reforma.com/libre/online07/edicionimpresa/

Alianzas

Adolfo Sánchez Rebollar

La discusión sobre las alianzas se reanudará con los resultados de las urnas en la mano. Sus promotores, lo mismo en el PAN que en el PRD, esperan con ansiedad que el voto ciudadano ratifique sus esperanzas, detenga al PRI en estados clave como Oaxaca, Hidalgo y Puebla y, en esa medida, fortalezca sus propias plataformas internas con vistas a la gran elección de 2012. Una victoria les daría nuevos argumentos para definir no sólo a sus candidatos presidenciales sino, tal vez, algo más importante: una visión de la agenda nacional donde se ponga entre corchetes la confrontación izquierda/derecha” que dominó la sucesión de 2006 hasta hoy.

Sin embargo, las alianzas se presentan como el summum del tactismo, como la ruta más corta para salir del atasco en el cual se halla la izquierda (y el PAN a raíz del desastre electoral del año pasado), como si, al final del día, los acuerdos fueran neutrales y sólo tocaran las estrategias electorales partidistas, haciendo abstracción del resto de los asuntos en disputa. Pero esa es una ilusión. Se tiene temor a la restauración del viejo partido tricolor, pero no se logra desentrañar el secreto de la gran coalición dominante donde participan, al menos desde los tiempos de Salinas, los poderes fácticos asociados a la elite de la alta burocracia, el empresariado y a los grupos políticos provenientes tanto del PAN como del PRI. Es esa coalición la que traza las grandes líneas, más allá de si a los panistas les gusta o no la colaboración con sus figurados enemigos de antaño, o si al PRD le parece que es más importante revivir el ser antipriísta anclado en su antiguo antigobiernismo que desmitificar el seudodemocratismo de la derecha panista, cuyos gobiernos han sido especialmente intolerantes hacia las posiciones más progresistas de la sociedad. Tal vez por eso no se aprecie que la lección del fallido pacto entre el PRI y el PAN, suscrito con el aval del gobierno, sea que, más allá de las formalidades democráticas, la coalición del poder hará lo necesario para impedir que otras fuerzas –la izquierda– sueñen siquiera con desplazarla.

Sin duda un triunfo en Oaxaca le daría aire fresco a los grupos que promueven a Gabino Cué y pocos se sentirían defraudados por vencer en las urnas a un cacicazgo tan duradero. Sin embargo, dicha postura plantea aquí y ahora un problema de coherencia que los argumentos utilitarios dejan intacto, pues lo que está en juego no es, en efecto, la ideología de los aliados, pero sí la visión que éstos tienen sobre el futuro del régimen político y la naturaleza de su propuesta nacional, es decir, la estrategia a seguir frente a la política oficial que ha sido duramente cuestionada desde la izquierda. Y de eso casi no se habla. Podría argumentarse que dicha política general se ha erosionado a tal punto que hoy no existe, como lo demuestra la crisis interna de los partidos, la fractura de la unidad entre el movimiento lopezobradorista y los activos partidarios, las crecientes dificultades para deliberar sobre las candidaturas hacia el 2012; tal vez sean precisas iniciativas, acciones capaces de romper las inercias paralizantes, pero no parece que el mejor camino para avanzar consista en la expedición, vía las alianzas, de una suerte de certificado de credibilidad política (mutua) que le ofrece un respiro al partido en el poder.

Entre los partidos que ayer forjaron la coalición Primero los Pobres y dentro de sus propias filas han surgido grandes diferencias que merecerían un tratamiento mucho más responsable por parte de los dirigentes. Pero mientras eso ocurre no habrá ciudadanos que no entiendan cómo por un lado se estigmatiza al gobierno de Calderón y por el otro se admite que el PRI es el mayor riesgo para la democracia, sin mediar un balance objetivo del trayecto recorrido a partir de julio de 2006.

En este punto, el descuido en las formas, la ausencia de debate, es impropio de la que debiera ser una relación política madura entre los diferentes grupos. Resulta inaudito que un dirigente del PT, al anunciar la candidatura de Xóchitl Gálvez, diga que el “partido tomó la decisión con todas las implicaciones políticas; una de ellas es la posible ruptura con Andrés Manuel López Obrador, aunque espero que no suceda” (Notimex, 15/3/2010). ¿Es esa la respuesta a las objeciones de López Obrador a las alianzas concretadas en su negativa a aparecer en la tele haciendo campaña por el PT? ¿Y cómo queda el flamante Dia en todo esto? ¿Qué futuro le cabe a la unidad de las fuerzas progresistas si prevalece un esquema que no atiende al conjunto sino a la sobrevivencia de las partes?

Si las fuerzas de izquierda no están dispuestas a tejer fino para garantizar la unidad electoral en el 2012, parece obvio que, por mucho malestar social acumulado, el resultado podría ser catastrófico, pero no será porque el sistema esté a punto de colapsar sino, justamente, porque la debilidad de la verdadera oposición le serviría como tabla de salvación.

http://www.jornada.unam.mx/2010/03/18/index.php?section=opinion&article=023a1pol
Gavilán o paloma
Mauricio Merino

Mientras la delincuencia organizada amenaza cada vez más al Estado y la guerra que estamos viviendo aumenta su importancia para los Estados Unidos y Europa, nuestros partidos políticos siguen ocupados en sus querellas ramplonas y jugando a las estrategias para ganar elecciones. No cabe duda de que tenemos buenas razones para sentirnos desamparados.

En las últimas semanas, todos han mostrado su incapacidad para estar a la altura de las circunstancias. Pero la situación de la izquierda es particularmente grave. Pocas veces se habían reunido tantos argumentos favorables al pensamiento de la izquierda social y democrática para hacer frente al fracaso económico de la derecha y buscar opciones inteligentes en contra de los lamentables efectos sociales de las políticas en vigor y del desorden público con el que está actuando el gobierno. La izquierda no había tenido una oportunidad mejor que ésta —después de 1988— para defender sus ideas y para reconstruir sus prácticas, ni para ofrecerle al electorado una visión capaz de subrayar las diferencias con sus opuestos, políticamente sensata y técnicamente factible.

Pero en lugar de eso, la izquierda parece atrapada por sus traumas más inmediatos, por la disputa interna en torno de su liderazgo político y por sus contradicciones irreparables. Reunidos ahora en el Diálogo para la Reconstrucción de México (DIA, porque así quisieron llamarle), los tres partidos más importantes de lo que va quedando de esas izquierdas decidieron aliarse con el PAN en cinco entidades para luchar —como dice el desplegado que publicaron el pasado 9 de marzo— en contra del “control del territorio por las maquinarias electorales, el dominio del dinero y la manipulación de la comunicación”. O mejor dicho, en contra de lo que representan los gobernadores del PRI en Oaxaca, Durango, Hidalgo, Puebla y Quintana Roo.

Dicen que su primera responsabilidad “es volver a abrir los cauces de la participación para que, quienes están convencidos de que el rumbo actual no depara ni paz ni progreso, puedan votar por el cambio”. Pero somos los lectores de esas líneas quienes debemos asumir, supongo, que el rumbo actual no se refiere al país ni al gobierno federal, sino a las entidades que están en disputa, pues de lo contrario estaríamos ante una contradicción flagrante: una alianza con los responsables nacionales del rumbo, para tratar de cambiarlo.

Aseguran que la tarea más importante para la izquierda no es proponer las ideas y las políticas capaces de contrarrestar los problemas que han producido los gobiernos de la derecha sino, por el contrario, recuperar la utilidad del voto. Y añaden, sin solución de continuidad, que “esa es la razón principal que nos ha llevado a reconstruir la unidad de la izquierda (…) y a aceptar ir en alianza con el PAN en algunos estados de la república”: el voto útil, para ganar como sea. Tanto, que a contrapelo de las tesis que sostuvieron con toda vehemencia después de las elecciones presidenciales, ahora resulta que “las alianzas electorales con el PAN son el único camino que tenemos abierto para evitar una restauración autoritaria en el 2012 y que se viene gestando desde 2006”. ¿Pero no era el PAN, precisamente, el acusado de haber robado las elecciones en ese año?

Para salvaguardar algo de los sellos de identidad, esa izquierda abandonada a la necesidad de pactar con la derecha a la que combate, afirma que “con el PAN y con el PRI tenemos diferencias profundas en materia de laicismo, políticas de género, democracia sindical y derecho de huelga, soberanía sobre el petróleo, campo y soberanía política. Estamos en contra de la política económica del PAN y del PRI, que ha impedido crecer, aumentado el desempleo y la pobreza”. Pero de momento, nada de eso importa tanto como ganar votos, al costo que sea.

Dice el desplegado del DIA que “estado y municipio donde gane la izquierda o logre mejorar las condiciones de competencia será una base territorial nueva a favor de la competencia democrática para 2012”, pero no agrega que al menos en Durango y en Puebla, quienes ganarían las elecciones, acaso, serían candidatos que fueron militantes del PRI hasta hace muy poco y, en Hidalgo, sería una panista muy relevante del gobierno del presidente Fox. Para la izquierda sólo quedaría Oaxaca. Pero ya en el colmo de las explicaciones inútiles, el desplegado todavía añade que “nuestra estrategia no es para excluir al PRI. Es para que todas las fuerzas políticas puedan competir en igualdad de condiciones”.

Una obra maestra de la retórica de nuestros días, que no produce tanta grima por lo que dice cuanto por lo que significa: la derrota del pensamiento político de la izquierda, justo en el momento en el que más falta hacía.

http://www2.eluniversal.com.mx/pls/impreso/version_imprimir.html?id_nota=47693&tabla=editoriales