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viernes, 12 de febrero de 2010

OPINIÓN 12 DE FEBRERO DE 2010



Tres temas han marcado la agenda de esta semana: los terribles asesinatos de 15 jóvenes en Ciudad Juárez, las vicisitudes de la reforma política del presidente Calderón y las alianzas entre las izquierdas y el PAN en varias elecciones estatales. En los últimos días es claro que la nota se la llevó por inédita un secretario de Gobernación que renuncia a su partido político por razones "profesionales" que decide guardar en secrecía, aún cuando todo el mundo sabe que es en protesta por las alianzas. Ese secretario sin partido sigue hasta el momento ocupando la plaza más importante en un gabinete que parece hacer agua por todos lados (y no sólo en relación a las inundaciones).
Tres colaboradores regulares de este boletín comentan estos temas: Francisco Torres,César Suárez y Rosario Jaimes.
Hemos además incluido a varios editorialistas que colaboran en varios periódicos nacionales y que comentan estos temas, incluido nuestro compañero Gustavo Gordillo.

UN MÉXICO EN ACCIÓN
Francisco Torres
Un México  en acción, un México  en movimiento, demandas,  manifestaciones, luchas, organización. Nuestro país se encuentra en un estado de presión social  constante que refleja  el hecho de que día con día observamos que la parálisis social poco a poco se va destrabando.
Las distintas luchas que surgen de la indignación la rabia y el hartazgo generalizado van tomando forma. Es lamentable  e indignante que sucedan hechos como los pasados en Ciudad Juárez, o en Chihuahua, sin embargo sería peor que la sociedad civil no hiciera nada como consecuencia de estos sucesos.
Las luchas son tan diversas como lo es nuestra nación. Los defensores de los matrimonios entre personas del mismo sexo, están trabajando para que sea sencillamente reconocido el  derecho  de unión entre  dos personas, unión universalmente legitima.
Mujeres en defensa del derecho a decidir, que lo único que quieren es que nadie decida sobre su cuerpo, lo único que exigen es que se reconozca su derecho a decir: “hoy no quiero ser madre”, así como los hombres podemos decir en cualquier momento “no estoy listo para ser padre, no se si pueda enfrentar esa responsabilidad. En definitiva no quiero ser padre”.
Madres  y padres que quedan huérfanos de hijos,  lloran y se estremecen de la rabia e impotencia  de vivir una ausencia, “antinatural”,  pues en teoría deberían ser los hijos quienes sepulten a los padres, después de haberles permitido  la vida observar  el crecimiento y el desarrollo de los hijos y en todo caso lo “natural” seria que el Estado Mexicano otorgara justicia a estas familias hoy rotas por la violencia.
Activistas  que buscan modificar las “reglas del juego” para poder ser participes de la toma de decisiones en nuestro  entorno público. Jóvenes que reclaman la poca atención a este sector tan grande e influyente en la realidad nacional reclaman oportunidades de crecimiento y desarrollo iniciando por acceso a la educación y al trabajo.
Indígenas que gritan y demandan ser parte de la construcción de la realidad nacional, mexicanos que piden en verdad ser parte de un plan de nación incluyente. Otros que hartos de la ineptitud del Estado mexicano para dar solución a demandas,  optan por generar sus propias reglas y luchan a diario por que sean reconocidos sus derechos de convivencia y organización alternos al  Estado mexicano.
Una sociedad en general que reclama justicia, legalidad, oportunidades, pero sobretodo igualdad, ese es nuestro México un país en el que existen diferencias, mismas que se pueden hacer a un lado si entendemos que en el fondo todas estas luchas son en favor  de la igualdad, igualdad entendida no como un México en que todos tengamos lo mismo, sino, como un México  mucho menos desigual.

SOLIDARIDAD SIMULADA
César Suárez Ortiz
La semana pasada fuertes lluvias causaron grandes estragos en Michoacán, Estado de México y el Distrito Federal dejando a miles de familias sin hogar. No hace mucho también  Haití fue abatido por uno de los terremotos más violentos del siglo XXI, lo que propició que la comunidad internacional ayudara con especies y recursos económicos al país caribeño. El gobierno mexicano presumió de enviar grupos de rescate así como una gran cantidad de alimentos y dinero, demostrando así la solidaridad que hay hacia el país vecino. Sin embargo en el caso de los acontecimientos ocurridos a causa de las lluvias pareciera ser que las autoridades mexicanas han perdido la solidaridad que habían demostrado y presumido en la ayuda a Haití, ya que a una semana del desborde de ríos y fuertes deslaves  ha sido tenue la ayuda enviada por parte del gobierno ya sea estatal y federal.
Con estas acciones pareciera ser que la solidaridad de las autoridades mexicanas ha quedado fuera de casa únicamente utilizándola como medida propagandística, pero cuando se trata de ayudar a nuestros connacionales pareciera ser que la ayuda desaparece. De acuerdo con el filosofo argentino Enrique Dussel la tarea primordial de cualquier Estado es salvaguardar la vida de las personas que lo integran, de acuerdo a esta tesis el Estado mexicano no cumple con esa tarea al dejar en condiciones de abandono a miles de personas.


TODA ACCIÓN TIENE UNA REACCIÓN
Rosario Jaimes Rico
El surgimiento de la Sociedad de Naciones como el primer Organismo Internacional moderno me hace recordar a la teoría del Leviatán de Hobbes, que menciona que para que se logre la subsistencia de los individuos se debe renunciar a “su vida salvaje” y aceptar reglas comunes para todos, que garantice el orden entre ellos y por tanto la paz y seguridad, según Hobbes de esta manera surge la necesidad de crear el Estado, en el caso de los países del siglo pasado surge la necesidad de crear un ente regulador de las controversias que pudieran suscitarse y resolverlas de manera pacifica, en un acuerdo común que los alejase de otro conflicto armado, sin embargo, estos países no renunciaron del todo a “su vida salvaje”, a su soberanía, y se da la Segunda Guerra Mundial; preocupados por las consecuencias devastadoras que esto implico, se vieron en la necesidad de crear un nuevo ente, la Organización de las Naciones Unidas, que al igual que la Sociedad de Naciones busca la paz y seguridad internacionales, pero a  diferencia de ella todos los países miembros se comprometieron a ceder en su soberanía, para que se llegara a acuerdos de una manera mas eficaz.
Así desde 1945, existe este ente internacional, que a pesar de tener como miembros a la gran mayoría de los países del orbe, no deja de ser ingenuo, manipulado, y aunque que lo queramos o no, no ha enriquecido su ideología a pesar de tener en su ceno países diversos en su cultura, en su política, etc., que no ven a la democracia como la mejor forma de gobierno, ni al capitalismo como el sistema económico mas viable, y sin embargo sigue insistiendo en estos principios de globalización que surgieron después de la Guerra Fría.
La ONU, ha sido ingenua en los mecanismos que le pueden ayudar a cumplir su objetivo máximo para el que fue creada: la paz y seguridad, con esto hago alusión a los tratados sobre la no proliferación de armas nucleares, donde se mencionaba que se utilizarían las nuevas tecnologías, así como la energía atómica para fines pacíficos, en otros acuerdos, también se estipulaba que algunos países como EUA  pueden fabricar y poseer armas nucleares. 
En la actualidad todos esos actos ingenuos, manipulados por las grandes potencias, violatorios del principio de igualdad entre los Estados, han traído consecuencias, el año pasado se hizo evidente que países como Corea del Norte, Irán, la India, tienen la intención de armarse, de crear y poseer armas nucleares, en el caso de Corea del Norte que es un país que se ha quedado solo con su régimen socialista, vigilado a través de Corea del Sur por EUA, que se siente amenazado, exige su derecho como las grandes potencias de poseer armas nucleares para su defensa, por otro lado, en los últimos días se ha considerado que la India busca probar su misil nuclear con un alcance de 5.000 km, e Irán ha hecho saber que pretende trabajar con el uranio al 20%, para iniciar con sus proyectos de investigación en 10 plantas de isotopos, todo esto con la intención de usar la energía nuclear para crear energía para su población, ya que esto se puede hacer a un bajo costo, de esta manera Irán se defiende haciendo saber que sus proyectos son con fines pacíficos, y aunque sus intenciones fueran crear armas nucleares está en su derecho de crearlas, porque en la Sociedad Internacional y en la misma ONU existe el principio de igualdad entre los Estados, y esta es la consecuencia de permitir que sólo algunos países tuvieran ese privilegio, mismos que ahora se preocupan por estas acciones que vistas a partir de este principio y considerando el error cometido por ellas mismas tanto Corea del Norte, como la India, y posiblemente Irán están en su derecho de armarse, aunque esto implique a un largo o corto plazo un conflicto armado.     
ROMPER LA PARÁLISIS
Gustavo Gordillo
La parálisis política es producto de tres fuerzas principales que han creído posible construir por sí solas mayorías para gobernar, sin otros aliados políticos, y en el límite sin ciudadanos. El desarreglo en las reglas institucionales es el resultado de lo primero.
Dejado a su “libre juego” el mercado político sólo ha producido gobiernos divididos. La única forma en que no produzca ese resultado es como en los mercados imperfectos con intervenciones. Hasta ahora han sido intervenciones indebidas basadas en clientelismo y patrimonialismo.
El presidente Calderón busca romper esa parálisis lanzando una propuesta de reforma política que ha sido ampliamente debatida en muchos foros. Todas estas propuestas habían sido discutidas desde hace tiempo. Hubo acercamientos con intelectuales y ciudadanos organizados pero no una búsqueda explícita de acuerdo legislativo.
Al mismo tiempo se lanza otra importante iniciativa entre los partidos de izquierda agrupados en el DIA –Diálogos para la reconstrucción de México– y el PAN para construir alianzas electorales en varios estados que tendrán elecciones este año.
Por su parte, el PAN decide lanzar una amplia campaña en contra de los matrimonios entre personas del mismo sexo aprobado por la mayoría perredista en la Asamblea Legislativa del DF, y el gobierno panista la acompaña con la impugnación de la PGR ante la Suprema Corte.
En todos los casos hay agravios y confrontación. También falta de sincronización o simplemente dislexia política.
La reforma política puede llevarse adelante a partir de que se construya una verdadera coalición entre las fuerzas políticas y entre éstas y las diversas organizaciones ciudadanas. Requiere comprensión que saltarse las instancias republicanas no es la mejor manera de alcanzar acuerdos legislativos.
Las alianzas estatales entre los partidos de izquierda y el PAN pueden contribuir a desarticular los nudos autoritarios que se aposentan en los ámbitos regionales y locales. Pero es necesario responder directamente a la pregunta que muchos se hacen: por qué después de tres años de denostarse en este sexenio han decidido aliarse en algunos estados. ¿Cómo quedan las discrepancias en temas centrales como la política económica o, los temas valóricos (aborto, matrimonios gay)? Frente a los militantes de los partidos coaligados y particularmente en el caso de las izquierdas es indispensable responder a otra pregunta; ¿qué papel desempeñan estas alianzas en la estrategia general de los partidos? Finalmente a los ciudadanos de las entidades donde se vaya en coalición es crucial responder a esta pregunta: ¿en qué sentido mejorarán las cosas para los ciudadanos con la coalición y frente a los anteriores regímenes?
En ambos aspectos se necesita sentido del tiempo político, paciencia para discutir y escuchar, y tomar en serio los reclamos ciudadanos.
Se necesita sobre todo comprensión del sufrimiento ajeno. La muerte de 15 estudiantes en Ciudad Juárez. El dolor que genera. La rabia contenida. La impunidad que se sospecha terminará imponiéndose. La guardería ABC. 49 niños, ocho meses desde que ocurrió. Otro grupo de padres de familia que sufre las barreras del olvido para diluir el castigo a los responsables. La lista no acaba.
Ahí en el dolor inconmensurable de perder hijos hay rostros y deudos. La rabia se traduce en manifestaciones. Se puede medir incluso la distancia entre el reclamo ciudadano y la sordera gubernamental. Hay otros reclamos que se diluyen ante los medios, pero que están muy presentes en el desempleo, en el agravio, ante la presencia de privilegios indebidos.
Es sobre todo necesario romper la parálisis política rechazando la degradación lingüística de quienes desde las prácticas más abominables intentan lanzar excomuniones a diestra y siniestra. Lo único contra-natura es negarse a dialogar y a construir acuerdos.
CORREN ¿HACIA DÓNDE?
Adolfo Sánchez Rebolledo
El gobierno tiene prisa, está acelerado. Desde que perdió las elecciones intermedias no hace sino correr. Va de un decálogo a otro, de una campaña a otra. El Presidente y sus secretarios están metido a defender la agenda que ellos han convertido en prioridad nacional: reforma política a modo; guerra contra el crimen organizado privilegiando los golpes mediáticos, espectaculares; recuperación de la desvalida confianza ciudadana negando la mediocridad económica. En fin, la ofensiva propagandística, que incluye la recuperación del viejo antipríismo electoral, forma parte de la disputa por mantenerse en el poder en 2012, tras dos sexenios perdidos en términos de reconstrucción nacional. Pero en la improvisación lleva la penitencia. El apresuramiento no es bueno para la comunicación en un país en crisis donde ya es imposible ocultar los errores, y éstos, más pronto que tarde, pasan factura. El gobierno quiere encabezar la reacción ciudadana ante los fracasos de la clase política”, pero olvida que él mismo actúa conforme a intereses partidistas. Bien vistos, sus reflejos son los del poder; su sensibilidad también. Cuando en Tokio el Presidente dijo que el asesinato de 16 adolescentes había sido el fruto de un pleito entre pandilleros, no sólo cometió un error, tal vez inducido por las pésimas informaciones que le habían sido transmitidas, pero la pifia trascendió el momento hasta desatar una oleada de malestar que aún no acaba de pasar. Hizo ver hasta qué punto ciertas visiones se transforman en ideas congeladas porque son o se convierten en prejuicios. La pretensión oficial de que el punto más álgido de la guerra contra la delincuencia organizada es el enfrentamiento violento entre bandas rivales ya es, a estas alturas de los asesinatos y secuestros, una forma de eludir el reconocimiento de que la estrategia puesta en marcha no funciona como se había previsto. El recurso de la fuerza del Estado tiene que estar sujeto, como enfatizó en esta capital el gran jurista Luigi Ferrajoli, al imperio de las leyes para evitar, justamente, la espiral incontenible de la violencia.
El asesinato de los jóvenes juarenses vino a ser la gota que derrama el vaso, la útima llamada de alerta para que el gobierno tome en serio sus propias palabras. Una vez más, al dolor de las víctimas se unió la humillación creada por la impunidad, ese manto justificatorio que acude en defensa de la autoridad como primera medida preventiva. Y estalló en un grito de protesta que aún no amaina. Es inocultable el hartazgo de la sociedad, cansada ya de escuchar en todos los tonos que se avanza en la lucha contra la delincuencia, pero no se le ofrece una salida al miedo, un horizonte que le ofrezca, no ya la vuelta a un idílico y utópico estado de tranquilidad, pero sí al menos cierta garantía de que tanta sangre servirá de algo.
La gente común, muchos de esos “ciudadanos” que la propaganda oficial han convertido en sujetos activos de la reforma política, comparten sin quererlo los mismos espacios con las bandas (sólo en Ciudad Juárez se habla de miles entre los Aztecas y los Doblados), de modo que la “guerra”, las opciones de vida y muerte que se les ofrecen ante la ausencia de empleo y oportunidades, no es algo ajeno, exterior, sino el hecho cotidiano que marca sus vidas, las condiciona o, como se ha visto, las corta con un golpe frío. Cuando se habla de narcotráfico suele pensarse en la danza de los millones que está involucrada en el negocio que la prohibición alienta, pero los peores efectos, los más disolventes y peligrosos para el futuro, están en esa cotidianeidad de nuestras ciudades pobres, con su barrios perdidos entre la desesperanza y la desigualdad. El feminicidio que hizo trágicamente célebre a Ciudad Juárez proyecta la radiografía que los gobernantes no quieren ver, pues a querer o no revela la trama de complicidades que impide cambiar las cosas. La militarización de la lucha contra el delito tiene a su alcance ciertas victorias efímeras, pero no puede hacer nada –salvo elevar el grado de violencia– para “sanar” la convivencia humana, dañada gracias al caldo de cultivo cocinado por una economía depredadora que no se modifica con llamadas a misa o discursos autocomplacientes como los que acostumbra el señor Gómez Mont. Ya va siendo hora de que se tome en serio el vínculo existente entre el crecimiento exponencial del problema del narcotrafico, con todas su implicaciones y variantes internacionales, y la realidad sociológica de un país empobrecido.
El gobierno corre, tiene prisa, pero, como en la historia clásica, el personaje no sabe adónde va. Por eso cada día introduce un nuevo elemento que añade incertidumbre en lugar de clarificar la situación. Tan preocupados como están por adaptar las instituciones a sus pequeña necesidades (relección, segunda vuelta, etcétera), ahora se apoyan, incluso, en el verbo del jefe de la institución militar para apuntalar una estrategia que ya es severamente cuestionada por la sociedad. ¿A quién beneficia este intento de politizar la actuación de la fuerzas armadas? ¿De verdad el Presidente necesita de todos los apoyos de sus secretarios, sin distinguir entre las funciones de gobierno, las de Estado y las de partido? Corren pero ¿adónde?

TODO MÉXICO SE JUEGA EN JUÁREZ 
Mauricio Merino
Lo que nos faltaba: tras las nuevas tragedias de Ciudad Juárez, vino el desconcierto de las autoridades y una escalada inútil de declaraciones. El gobernador de Chihuahua José Reyes Baeza quiso recuperar el liderazgo de la situación, proponiendo el demagógico traslado de los poderes estatales hacia la ciudad en crisis, mientras el gobierno federal sigue publicando planes para salir del paso y los partidos se culpan mutuamente de haber generado el desgobierno en el que estamos. Nuestros políticos están tan lejos de las circunstancias, que más bien parecen personajes de un guión escrito por los hermanos Marx.
Pero lo cierto es que la masacre de un puñado de muchachos en Ciudad Juárez no sólo ha causado una indignación nacional equivalente a la que despertó el asesinato de Fernando Martí, sino que también ha revelado la peligrosísima fragilidad en la que está el Estado mexicano. De entrada, se vino abajo el cómodo argumento que ya se había instalado como rutina gubernamental, según el cual todas las muertes violentas demostraban la derrota potencial del narcotráfico. Nos decían que la cosa era entre ellos: entre bandas enfrentadas, en busca del control del territorio abierto gracias a la captura sistemática de los capos principales.
La inercia de ese argumento fue tan fuerte, que llegó incluso a lastimar la memoria de los jóvenes asesinados y el honor de sus familias, quienes de repente se vieron involucradas —sin ninguna averiguación previa— como socios de los narcotraficantes. Y no fue sino hasta que se impuso la sensatez de la propia sociedad, que los gobernantes moderaron su lenguaje incriminatorio y, en lugar de acusaciones, ofrecieron pésames. Menos mal que no es indispensable apellidarse Martí para ser una víctima legítima de la violencia que vivimos.
En cambio, es inevitable (y aterrador) preguntarse cómo es posible ignorarlo todo, tras cada uno de los crímenes. A pesar de que las autoridades policiales casi siempre presentan individuos que dicen haber estado involucrados en los hechos, da la impresión de que las investigaciones se interrumpen exactamente después de que los presuntos criminales aparecen en la televisión. Como si bastara conseguir chivos expiatorios para serenar los ánimos del populacho, nada vuelve a saberse hasta el siguiente crimen y la presentación consiguiente de los presuntos inculpados. Así sucesivamente, sin olvidar que ha habido ocasiones —como la del caso Martí, por cierto—, en que las autoridades no se han puesto de acuerdo y han presentado a individuos diferentes acusados de haber cometido el mismo crimen.
No obstante, es imposible conocer a ciencia cierta el curso de las averiguaciones o reconstruir los medios y los argumentos que emplea la autoridad para salvaguardarnos, porque la PGR se ha negado sistemáticamente a revelar el contenido de esas averiguaciones, aun cuando éstas hayan concluido definitivamente. Por razones difíciles de conciliar en sana lógica, es posible ver en las pantallas de televisión a los acusados de haber cometido crímenes terribles, pero es imposible conocer el curso legal de las acusaciones en su contra.
Pero lo más grave es que la violencia desatada en Ciudad Juárez es una predicción de lo que puede suceder en todo el territorio. No conocemos las razones por las que el gobierno federal ya había decidido prescindir del Ejército y modificar sus estrategias de seguridad en esa ciudad de la frontera —y sospecho que no las sabremos nunca, porque revelar el contenido de la inteligencia en materia de seguridad sería tanto como ponerse en manos de los enemigos. Pero sí sabemos que vivir en México se está volviendo cada vez más peligroso, no tanto por las estadísticas que les gusta mostrar a nuestros gobernantes —regateando el número de asesinatos con violencia para persuadirnos de su éxito—, cuanto por el tamaño de la impunidad, que corresponde a la medida exacta del fracaso del Estado. Si a pesar de todo es imposible detener la brutalidad que está azotando a Juárez, pronto tampoco se podrá impedir en el resto del país.
Los políticos profesionales tendrían que estar muy preocupados por ese fracaso indiscutible de su objetivo principal y tendrían que estar unidos para restaurar la ley en Juárez. Ya no sólo como una cuestión de imagen o de votos, sino de la más elemental sobrevivencia. Si el Estado mexicano se vuelve incapaz de frenar la violencia y la impunidad que se están colando por todas las rendijas del país, acabará siendo imposible gobernar. Podrán decirse mil discursos, pero la ingobernabilidad seguirá consistiendo en la impotencia del Estado para hacer cumplir la ley. Exactamente como está ocurriendo ahora en Juárez.

LOS PODERES, A JUÁREZ 
Manuel Camacho Solís
Después de los últimos hechos de violencia en Ciudad Juárez y del fracaso de los operativos para reducirla, solamente queda una pregunta política pertinente: ¿quién se hace cargo de los muertos? En vez de evadir la responsabilidad y continuar con un juego conocido de descalificaciones y oportunismos políticos, ha llegado el momento de organizar un esfuerzo nacional para rescatar a Juárez con nuevos enfoques y determinación.
Son tres los problemas a resolver. Uno es el cambio en la estrategia nacional que se sigue frente a las organizaciones criminales. Dos es definir la fórmula de coordinación y delegación de facultades que permita contar con un gobierno eficaz en esa ciudad. Tres es el acuerdo político para alcanzar una tregua con el objeto de que los oportunismos electorales asociados a la próxima elección no contaminen el esfuerzo.
Crece el consenso sobre la necesidad de cambiar la política emprendida en contra de las organizaciones criminales. Está al descubierto que ha sido un error utilizar esta lucha con propósitos electorales o de legitimación política. También ha crecido la conciencia de que los despliegues de fuerza no funcionan y que, incluso los operativos apoyados en mejor inteligencia no son suficientes. La estrategia debe ser complementada por acciones de investigación financiera para seguir la pista del dinero y con una nueva política hacia los jóvenes, de prevención, educativa y de salud pública.
Falta decidir y organizar las nuevas tareas en el territorio. ¿Quién coordina qué? La organización política tradicional y el ejercicio de gobierno en esta ciudad fronteriza (y en otras) están completamente rebasados. La decisión de los poderes del estado de trasladarse a la frontera es una decisión que va en la dirección correcta. Ahora corresponde a los poderes federales actuar en consecuencia.
Ahí tiene que haber Estado: es decir, unidad de acción y decisión. Se necesita establecer una coordinación federal-estatal ampliamente respaldada en el territorio. En los términos de la Constitución Política, por delegación y coordinación, y con el respaldo de todas las fuerzas políticas, se debe crear un comando civil que atienda la emergencia social y que aplique las nuevas directrices para la seguridad. Se necesita un nuevo enfoque de seguridad, pero también becas, empleos, regeneración urbana, diálogos, esparcimiento, prevención, participación social y respeto a la gente.
Una fórmula semejante ya se aplicó antes. Lo hicimos después del sismo de 1985. Se estableció entonces, con carácter temporal, un comando, un organismo ejecutor que pudo dialogar con los damnificados y todos los sectores de la sociedad, convenir un acuerdo de concertación; dar resultados.Las acciones deben aterrizarse en el territorio de Ciudad Juárez, vincularse con la gente. Sólo así se verán y sentirán, podrán ser evaluadas y generar un nuevo estado de ánimo al ser parte de una acción colectiva legítima. Convirtamos a Ciudad Juárez en una causa nacional: en un símbolo de unidad, imaginación, destreza política y liderazgo.
Coordinador del diálogo para la reconstrucción de México (DIA)


DELIRIO URBANO
Juan Villoro
El jueves de la semana pasada tuve un ataque de envidia por los desastres que varios amigos padecieron en la capital. Ricardo fue al aeropuerto a recoger a su esposa, que regresaba de España, y se quedó tres horas en una calle anegada. Sergio, que venía de Xalapa, pasó la tarde en un inundado rincón de Iztapalapa. ¿Qué hacía yo mientras ellos zozobraban? Ver En terapia. En vez de luchar por mi derecho al caos, contemplaba interesantes neurosis ajenas.
El viernes amanecí con "ambición de ruina", dispuesto a aprovechar al máximo la calamitosa oportunidad de vivir en el DF. No sería menos que mis amigos. Caí en el narcisismo del dolor que tanto ayuda a vivir en esta ciudad, pero no quería fastidiarme de manera obvia. Necesitaba motivos.
Por suerte, en México los antojitos alteran el destino. En una fonda leí este esotérico mensaje: Tarot de Queso. El olor que emanaba de la parrilla sugería que no se trataba de una errata: esas tortas incitaban a adivinar el porvenir. Pedí una de mi producto lácteo favorito: queso de puerco.
Al segundo bocado tuve una visión: conocería Santa Fe. ¿Qué me motivó a ir ahí? Dentro de la torta encontré un trozo de plástico, impreso en letras azules: "Salchichonería Cuajimalpa". Como ya conocía Cuajimalpa, debía hacer algo más extremo, ir en viernes a una tierra prometida.
Conocí Santa Fe cuando mi tío Miguel se mudó ahí con otros jesuitas para estar cerca de las nuevas instalaciones de la Universidad Iberoamericana. "Quiero que veas el zigurat", comentó. Se refería a un edificio de ladrillo rojo en el campus. Aparte de eso, no había otra cosa que barrancas y polvo. Mi tío detestaba la zona donde viviría por fe. Hasta entonces se la pasaba de maravilla en la casa que los jesuitas tenían en la calle de Zaragoza, en Coyoacán, donde estuvieron las primeras aulas de la Ibero. Le gustaba caminar por el barrio, entrar a las librerías, tomar un café mientras fumaba Delicados. Era tan feliz que se sintió culpable y le ofreció a Dios su gusto por el tabaco. Dejó de fumar como una manera agradable de sufrir, sin saber que poco después tendría que mudarse a la cañada que recordaba las escarpadas rutas de los jesuitas en las misiones de Paraguay. Murió pocos años después, en ese sitio de expiación.
"Lo único malo de irse al Cielo es que allí el cielo no se ve", escribió Monterroso. Algo similar me pasaba con Santa Fe. Su nombre de misterio religioso prometía algo difícil de alcanzar.
Mi tío no alcanzó a ver el colosal barrio corporativo que creció en torno a la Ibero. Yo tampoco lo conocía. Como era el cumpleaños de mi esposa, le propuse algo inaudito: atravesar el Valle de Anáhuac para cenar en un restaurante donde cada comensal paga como si fuera a sesión con el doctor de En terapia (obviamente no mencioné el derroche porque es de mal gusto hablar de dinero, pero mi "ambición de ruina" lo tomó en cuenta).
Ella aceptó a condición de que le diéramos contenido social a nuestro capricho. "Tráete tus tamales", dijo. La frase suena fea porque denuncia mi apego excesivo al maíz. Cada 2 de febrero voy a la Feria del Tamal. Desde que descubrí que los tamales saben igual descongelados, compro cantidades excesivas (salvo en el puesto venezolano, que es chavista). Este exceso vuelca a mi mujer a la filantropía: regala tamales para impedir que el colesterol se quede en nuestro refrigerador. Margarita conocía un hospicio en Cuajimalpa (tal vez ése era el mensaje del tarot de queso) y les ofreció tamales.
Como los grandes restaurantes comprenden la situación urbana en que vivimos, conceden quince minutos de tolerancia en la reservación. Varias manifestaciones perfeccionaron el horror y llegamos dos horas tarde. Había veinte mesas vacías. Una mujer paciente con quienes vienen de Mesoamérica descubrió que estábamos muy retrasados, pero se abstuvo de hacer otro comentario que alzar la ceja, señal de que ahí terminaba Mesoamérica.
El retraso nos impidió ir al albergue antes de la cena. Margarita localizó por teléfono al velador y prometió pasar después. Al salir del restaurante caímos en las discusiones de las parejas en trance automotriz: "¡Es por allá!". "Eso no es un puente: es una barranca, ¿no ibas a ir al oculista?". "Sale demasiado caro". "¿Prefieres gastar en tamales?". "¿Y el restaurante qué?". "¡¿No me digas que es carísimo?! ¡Hubiéramos cenado quesadillas!". "¿Eso negro es una calle?". "¿Estás manejando o estás haciendo un examen de la vista?". No acabamos en una cañada de milagro.
El velador nos recibió a la una de la mañana. "Los niños estaban ilusionados con merendar tamales", dijo en tono demoledor. "Que los desayunen", contesté. Abrí la cajuela. Llevábamos demasiado tiempo recorriendo el Valle de Anáhuac: los tamales se habían descongelado; parecían salidos de una inundación. Aunque ya no calificaban como donativo, los dejé en el albergue. El DF altera las costumbres. Ese viernes fue estupendo. A diferencia del jueves, en que sólo los amigos se metieron en problemas.


EL POPULISMO DEL TÉ
Jesús Silva Herzog Márquez


Un rabioso movimiento político se activa en Estados Unidos con llamados a la revolución. Su radicalismo verbal es inquietante. Hablan de una segunda guerra civil; citan al demócrata que llamaba a regar periódicamente la libertad con sangre de tiranos y patriotas; describen a su enemigo como un extranjero peligroso. Le pintan bigotito hitleriano; lo llaman socialista europeo, lo retratan como un psicópata criminal. Obama -si vale la expresión- es su blanco favorito, pero su furia se dirige a toda la clase política. Washington es el lugar maldito: la capital de las élites, el lugar distante que se empeña en confiscar libertades, elevar impuestos y entregar a la patria a sus enemigos. En los argumentos y en los reflejos del movimiento toma cauce una vieja tradición norteamericana que sospecha de la centralización y la fiscalidad, pero se expresa con nitidez la condición de cualquier populismo. Sea de izquierda o de derecha; de trópico o boreal, socialista o adorador del mercado, el populismo tiene rasgos comunes que brincan a la vista.

El primero es el tono de su política. El activismo conservador que ha despertado en Estados Unidos no convoca a una causa cualquiera. Sus voceros en el radio y la televisión se desgañitan gritando alarma por la pérdida de las libertades y de la patria. El país está deslizándose al comunismo. Un Presidente, en alianza con la élite izquierdista, pretende arrebatarle el alma a Estados Unidos, dicen. A Obama lo retratan como un musulmán marxista que pone en riesgo la sobrevivencia de una nación cristiana y libre. Todos los enemigos de la nación se asocian para convertir a la nación elegida en lo que Dios no quiso nunca que fuera. Frente a la magnitud de estas amenazas, su política no puede ser ordinaria. No enfrentan simplemente a una administración extraviada o a un gobierno con ideas perjudiciales. Su batalla es contra quienes quieren destruir la esencia nacional. Por ello se llama a una movilización que no es simplemente acudir a depositar un papelito cuando sea el día de las elecciones. Se convoca a una movilización intensa, a la participación y aun al sacrificio. Se llama a recuperar el gobierno. Ahí está su gran atractivo y su enorme fuerza. El populismo despierta a la política a muchos para los que la cosa pública resultaba indiferente. El populismo involucra intensamente al ciudadano, lo entusiasma y, en alguna medida, lo posee. El discurso populista transforma toda controversia en épica histórica, si no es que en una misión religiosa. La desmesura es su característica saliente. ¿La ideología de Barack Obama? Afroleninismo, gritó alguien en una de las concentraciones recientes. Al populista, el afán de ponderación le parece preocupación de señorito.

La segunda nota del populismo es la claridad de su identidad: el pueblo finalmente se encuentra para defenderse de las élites. Ellas se han asociado desde hace tiempo para arruinarlo. Gobernantes, banqueros, lobistas, políticos de todos los partidos, unidos en la promoción de sus intereses. Ahora el pueblo ha cobrado conciencia de su condición y se presta a recuperar lo que le pertenece. Por ello la política populista es binaria y, en última instancia, conspiratoria. Su cuento es sencillo: nosotros contra ellos; los patriotas contra los traidores; el pueblo contra los de arriba. Una separación tan tajante conduce fácilmente a la desconfianza de todo lo que provenga del campo enemigo. Lo que digan el gobierno o "sus" medios será inevitablemente una farsa. Los políticos profesionales serán siempre sospechosos. Sólo es confiable el pueblo y los órganos del movimiento. Será de ahí que nace la propensión del populismo a vivir en el mundo del conspiratismo: todo lo que sucede se explicará por los encuentros secretos de los poderosos que juegan a las cartas con el mundo. La razón, por supuesto, queda pisoteada por la certeza de la teología conspirativa. El populista se envuelve en sus prejuicios: toda información que contradice su visión del mundo es instrumento del enemigo para lavarle el cerebro a los otros.

Las reglas suelen ser también una incomodidad para los populistas. Si lo que la gente quiere es tan claro; si los intereses del pueblo son evidentes, para qué perder el tiempo con rodeos y procedimientos. Sarah Palin, una estrella del movimiento conservador, reiteraba hace un par de días la molestia de que los malos tuvieran derechos y que el Presidente exigiera respeto por ellos. Necesitamos un comandante en jefe, dijo Sarah Palin, no un profesor de derecho. La línea es elocuente. Recoge el fastidio que le causan las reglas y el antiintelectualismo del temperamento populista.

Ahí están los ingredientes del caldo populista: incendio de la pasión política que modela a un pueblo que no tiene por qué atender las inoportunas restricciones legales.

 http://www.reforma.com/libre/online07/edicionimpresa/

DIÁLOGO DE NECIOS
José Woldenberg
Mira, en los últimos años hemos logrado que ninguna fuerza política pueda hacer por sí misma su voluntad. A través de los votos la composición del Congreso es plural y equilibrada. Reclama acuerdos para que las cosas puedan avanzar.
-Pero eso nos lleva al empantanamiento. Es un equilibrio catastrófico, paralizante. Todas las decisiones son grises, porque la negociación tiende a diluir los altos contrastes.
-Eso es bueno, reclama capacidad para escuchar, negociar, pactar. Somos un inmenso país y es deseable que sus diferentes corrientes se encuentren e intenten conjugar sus pasiones y sus políticas.
Pero a fuerza de negociaciones ninguna de ellas se siente satisfecha y el (escaso) público que las acompaña tampoco.
-Peor sería forjar una mayoría artificial que no representara a esa emulsión amorfa, evanescente, contradictoria, a la que solemos llamar sociedad.
-Pero para lograr que el gobierno -cualquier gobierno- pueda hacer prosperar sus iniciativas en el Congreso se requiere de una mayoría, sin la cual la traída y llevada gobernabilidad en su sentido más pedestre se vuelve imposible.
-Bueno, si no se tiene la mayoría hay que construirla. Y para eso está la política, es decir, la capacidad de sumar a partir de plataformas que en principio no necesariamente son coincidentes.
-Pero eso pasa más en la teoría que en la realidad. En la práctica, cuando un gobierno no cuenta con una mayoría legislativa que lo apoye, las oposiciones hacen todo lo posible por colocar obstáculos, que al final -piensan- les pueden redituar a ellos.
-Es parte de la lógica democrática. Si por algo me gusta esa forma de gobierno es precisamente porque en su base está la capacidad de ofrecerle un lugar en los espacios de la representación a la diversidad de corrientes políticas.
-Pero todo con medida... como dice el comercial. Entre la pluralidad que coexiste en la sociedad y la que debe aparecer y comparecer en los cuerpos legislativos están las fórmulas de traducción de votos en escaños y las barreras legales de entrada para esa diversidad.
-Pero si esas barreras son muy altas y las fórmulas para la elección son refractarias a la variedad política puedes acabar desvirtuando el propio sentido de la representación.
-Siempre existe una tensión entre mayor representatividad y capacidad de construcción de una mayoría estable. Y dado lo que ha pasado en nuestro país en los últimos años creo necesario reforzar la segunda parte de la fórmula: la formación de una mayoría que apoye la gestión presidencial.
-Pues siguiendo tu misma fórmula, yo opto por la representatividad. Mucho le costó a México poder integrar al marco institucional a todas aquellas expresiones políticas con un cierto arraigo en el país. Militar contra ello es remar contra una de las corrientes principales del cambio democratizador.
-A ti lo que te gusta es el espectáculo de la diversidad: colorido, multiforme, contradictorio, expresivo, elocuente, pero desprecias la eficiencia, la eficacia, la capacidad de gobierno.
-Digamos que tú empiezas a correrte -en el sentido mexicano no en el español- hacia el aprecio a la disciplina, el orden, la capacidad de gobernar sin contrapesos, dándole la espalda a ese concierto de voces discordantes que no sólo están en las Cámaras sino en las escuelas, calles, bares, centros de trabajo y oficinas del país.
-Es que el desgaste de las instituciones políticas -por su incapacidad para tejer acuerdos- tiende a menguar el aprecio que las personas tienen por esas mismas instituciones. A estas alturas el sentido común instalado desprecia a nuestros políticos, a nuestros partidos, al Poder Legislativo. Y eso es peligroso.
-Pero no es cercenando a la pluralidad como podremos remontar esas pulsiones. Por el contrario, imagínate lo que sería hoy el país si en los circuitos de gobierno y legislativos no estuviese asentada, de alguna u otra manera, la variedad de ideologías y sensibilidades que lo cruzan.
-Hombre, en muchos países democráticos para que un partido tenga asientos en el Congreso se requiere de 4 o 5 por ciento de los votos. Y en Estados Unidos y la Gran Bretaña la fórmula de elección es a través de distritos uninominales, lo que posibilita y facilita la edificación de una mayoría. ¿No es eso democrático?
-No obstante, en la mayor parte de los países europeos y en la inmensa mayoría de los latinoamericanos el método de integración de los congresos es a través de la representación proporcional, y en Alemania esa representación es estricta: obtienes el 20 por ciento de los votos tienes el 20 por ciento de los escaños. ¿No es eso más democrático?
-Creo que será difícil ponernos de acuerdo.
-De acuerdo.
-Quieres una cerveza.