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viernes, 5 de febrero de 2010

OPINIÓN, 05 DE ENERO DE 2010


Esta semana los artículos de opinión han girado nuevamente alrededor de dos temas: la reforma política propuesta por el Presidente Calderón así como la polémica desatada en torno a las alianzas entre los partidos de izquierda agrupados en el Diálogo para la reconstrucción de México (DIA) con el PAN en algunos estados de la República. Sánchez Rebolledo no recuerda otra tragedia humana. los jovenes asesinados en Ciuda juárez, con su cauda de impunidad y rabia. Este boletín de opinión comienza con un artículo luctuoso en homenaje al gran escritor argentino Tomás Eloy Martínez, escrito por Carlos Fuente.



Tomás Eloy Martínez

Carlos Fuentes
Conocí a Tomás Eloy Martínez en el lejanísimo verano de 1962 y en un balcón suspendido sobre la Avenida Quintana, en Buenos Aires, en compañía de Augusto Roa Bastos, Ernesto Sábato y Francisco Petrone, admirando a nuestra anfitriona, la bellísima señora de Galli-Mainini. Temerosos de que el balcón no aguantara nuestro peso, porque como la República Argentina, el balcón crujía. Lo abandonamos en aras de la supervivencia pero también porque nuestra juventud estaba llena de proyectos de vida y trabajo que no merecían terminar destrozados en las aceras de la bella capital argentina -para mí, la más bella ciudad de Latinoamérica.

Gracias a que el balcón no se cayó, pudimos disfrutar durante el siguiente medio siglo de una obra, la de Tomás Eloy Martínez, terrible y hermosa, puntual e imaginativa, recreación literaria de esa interrogante humana y política que llamamos "La Argentina".

De La Novela de Perón a Purgatorio, pasando por Santa Evita, El Vuelo de la Reina y El Cantor de Tango, Tomás Eloy nos indicó que si sólo pudiéramos vernos dentro de la historia, sentiríamos terror. Para superarlo, el novelista que fue -que es- Tomás Eloy no niega a la historia, sino que la resucita, la transforma, la reinventa para hacerla no sólo vivible, sino comprensible.

Tomás Eloy Martínez escribió la historia de un país latinoamericano autoengañado, que se imaginó europeo, racional, civilizado, y un día amaneció sin ilusiones, tan latinoamericano como México o Venezuela, tan brutalmente salvaje como sus dictadores militares, tan brutalmente corrupto como sus políticos, tan ciego como todos ante las poblaciones de la miseria que fueron bajando hasta las avenidas porteñas, donde hoy recogen basura a la medianoche para comer.

Por decir esto, en La Pasión según Trelew, Tomás Eloy fue perseguido y debió exiliarse. Su última novela, Purgatorio, viene siendo un espléndido resumen del terror, la imaginación y la esperanza argentinas.

En Purgatorio, Tomás Eloy Martínez se propuso darle relevancia literaria a un tema que pesa sobre la política argentina: los desaparecidos, las prácticas brutales de la dictadura militar de los años 1976 a 1981. Prácticas llamadas, con eufemismo delirante, Proceso de Reorganización Nacional. Apresar disidentes, torturarlos en presencia de sus mujeres e hijos, asesinar a toda persona sospechosa de leer, pensar o actuar de una manera desaprobada por la dictadura. Secuestrar niños, darles otro nombre y familia distinta.

Tan odiosa violación de la persona puede ser denunciada en un diario, en un discurso, en una manifestación, ¿cómo incorporarla a una ficción cuando la realidad rebasa cuanto la literatura puede imaginar?

Purgatorio relata la historia de una mujer, hija de un magnate argentino que apoya a la dictadura y participa de sus diversiones, al grado de invitar a Orson Welles a filmar el Campeonato Mundial de Futbol, como Leni Riefenstahl filmó los Juegos Olímpicos de Berlín en 1936, bajo el régimen nazi. Emilia Dupuy, la hija del magnate, está casada con un cartógrafo, Simón Cardoso, obligado profesionalmente a recorrer el país, midiéndolo. La policía de la dictadura lo confunde con un terrorista y lo desaparece.

¿Dónde buscar a un "desaparecido"? Desesperada, Emilia sigue todos los itinerarios que su marido pudo tomar, Brasil, Venezuela, México y al cabo, los Estados Unidos, hasta el día en el que, establecida en una pequeña ciudad universitaria de New Jersey, Emilia reencuentra a su marido perdido.

Sólo que él sigue siendo un hombre de treinta años y su reaparición va a destruir la costumbre de Emilia: vivir recordando la ausencia del único hombre que amó y que, ahora, regresa con "una sonrisa llegada de muy lejos".

No diré más. Sólo añadiré que Orson Welles pone como condición para aparecer en la película que los militares hagan aparecer a los desaparecidos, ya que, en la novela, como en el cine, se pueden crear todas las realidades posibles, imaginar lo que aún no existe, y detener el tiempo.

Tomás Eloy Martínez buscó -y encontró- en la novela la realidad de lo que la historia ha olvidado. Y puesto que la historia ha sido lo que ha sido, la literatura nos ofrece lo que la historia no siempre ha sido y a veces, lo que nunca ha dicho. En la obra de Tomás Eloy, el lenguaje, portador de duda frente a la ideología, la certeza religiosa, el conformismo moral o la mascarada política, no puede dejar de lado ni a la ideología, ni a la religión, ni a la moral, ni a la política. La diferencia estriba en que la novela no puede ser dominada por ninguna de las cuatro. Por el contrario, puede presentar ideología, religión, moral o política como problemas, abriéndole la puerta a la interrogación, elevando el techo de la imaginación, descendiendo al sótano de la memoria y, sobre todo, dejando la ventana abierta a la palabra de Pascal: -vengo a proponerles una duda.

La riqueza de la cultura argentina contrasta con la pobreza de su vida política y económica. Tal es el enigma de esa gran nación, planteado una y otra vez en la obra de Tomás Eloy: ¿por qué, teniéndolo todo, la Argentina acaba teniendo nada? ¿Por qué la cultura vigorosa e ininterrumpida de la República del Plata no le da vigor y continuidad a su vida política?

Quizás Tomás Eloy Martínez nos advierta, desde su vida, desde su muerte, que cuando al cabo entendemos nuestra historia, podemos entender sus abismos y sus cumbres y a partir de ello, conocer la verdad.

Tomás Eloy Martínez, como pocos, nos acercó a la verdad, huidiza, interminable, como la libertad misma.

 

5 razones para el fracaso de la reforma política
 Juan Luis Hernández*

1. La reforma no es pero se vende como calderonista. El decálogo de la reforma política que anunció Felipe Calderón se viene discutiendo desde hace aproximadamente 10 años en universidades y seminarios internacionales. Como muchos ámbitos de diseño institucional, la iniciativa presentada por el Ejecutivo tiene pros y contras, pero está muy lejos de ser autoritaria o que busque acotar el poder del Congreso. En discusiones académicas sin el ruido partidista, la mayoría de ellas son percibidas como un paso adelante para desatorarel atasco político. Sin embargo, quien propuso las reformas fue Calderón, no la UNAM, el CIDE o la Ibero. Es decir: el problema no es el mensaje, sino el mensajero. Calderón decidió ser el autor del decálogo en vez de propiciar el acompañamiento de otras fuerzas políticas, sociales o ciudadanas. De esta forma, la debilidad política y el estrecho margen de legitimidad que ha
venido arrastrando desde hace tres años han contaminado su propia iniciativa.
2. No hay entusiasmo panista para defenderla. Una vez más Calderón está solo. A los panistas se les percibe más que incómodos con el decálogo. Ni ellos se han puesto de acuerdo acerca de las virtudes o defectos de las reformas.Están defendiendo tibiamente la iniciativa de Calderón y nose nota intención de llevarla a buen puerto. Todo lo contrario sucede con los temas antiaborto, antibodas gay y ese conjunto de temas en donde el PAN se siente con vitalidad belicosa. Los panistas han desplegado toda la acción política de que son capaces, la articulación nacional necesaria y el golpeteo eficaz en los asuntos que defiende la derecha. Pero esa pasión no la tienen para defender la reforma política. Claramente no la entienden, no la ven como prioridad y menos como algo alcanzable. ¿Pasividad deliberada? Sea porque no les interese o porque no le vean futuro, los panistas han dejado otra vez solo al ya de por sí solitario Calderón.
3. La clase política privilegia el corto plazo. Como ya ha sucedido hasta la saciedad con los temas fiscales, laborales, económicos, energéticos, entre otros, la clase política termina imponiendo la lógica del corto plazo y del rendimiento inmediato a las decisiones estructurales y de largo alcance. Los 13 procesos electorales de este año han terminado por dinamitar la posibilidad de acuerdos interpartidistas. Cada quien está haciendo sus cálculos de corte de caja de este año y, ciertamente, allí no cabe la reforma política. El ejemplo más patético ha sido el discurso de Beatriz Paredes, quien dijo que el PRI le dirá no a las candidaturas independientes no vaya a ser que se cuele en ellas la ultraderecha, cuando el año pasado su partido le abrió las puertas a esa ultraderecha y, como nunca antes en su historia, encabezó el mayor atentado que se haya realizado contra el Estado laico al auspiciar las leyes antiaborto en casi dos decenas de entidades. Aún más, el PRI se ve amenazado en sus feudos subnacionales frente a la posibilidad de las alianzas PAN-PRD y ha sido el pretexto perfecto para dinamitar la reforma que vino de Los Pinos. El PRI no colaborará con Calderón en un contexto donde el partido de éste puede, aliado con otros, destronar enclaves autoritarios fundamentales para 2012.
4. Las reglas del juego de hoy benefician al PRI. Todavía no sabemos quiénes pero ganaremos era el lema de un político español que vaticinaba el triunfo de su partido ante la nueva reforma electoral. Los partidos, y principalmente los hegemónicos, acomodan las reglas del juego que les permitaobtener el mayor rendimiento electoral y de paso convencer a otros partidos que ellos  también serán ganadores. Es evidente quelas reglas del juego político y electoral de hoy benefician al PRI, ¿para qué cambiarlas?
El PRI tiene la llave para la reforma política y sus cálculos le llevan a pensar que los cambios en las reglas del juego no le beneficiarían. El lenguaje discursivo de los priistas esta semana se ha ensañado con los contenidos del decálogo. Su estridencia tiene poco o nada que ver con los temas sustantivos que supondría la puesta en marcha de algunas de las reformas. Para el PRI simplemente no es el momento.
5. La reforma política no tiene fuerza social. La reforma política es muy abstracta y muy lejana para los ciudadanos que ven en la inseguridad y la falta de empleo a sus principales demonios. Los ciudadanos tienen ideas preconcebidas, por ejemplo sobre la reelección, que los promotores de la reforma no se han tomado la molestia en clarificar. Muchos aspectos de la reforma no son fáciles de asimilar en beneficios concretos para la vida diaria de la sociedad y por ello se requería un esfuerzo adicional en explicarla. Pero el problema de fondo de la reforma política es que no va acompañada de fuerza social, de organización ciudadana, de legitimidadsocial. Una vez más, los orígenesde legitimidad de Calderón están pesando. Llegó a la Presidencia más por el apoyo delos grupos fácticos, que hoy le han retirado en buena medida su respaldo para regresar con el PRI, que por el apoyo social. Hoy ahí están las consecuencias.


¡Es el futuro, estúpidos!

Jorge G. Castañeda

En el evento de presentación del libro Un futuro para México que organizó el profesor John Coatsworth, antier en la Universidad de Columbia en Nueva York, destacaron dos fenómenos interesantes. Los cuatro panelistas -Héctor Aguilar Camín, Santiago Levy, Jesús Reyes-Heroles y el que escribe- coincidieron en un punto central para entender la coyuntura actual de México. Y la mayoría de los casi 200 asistentes -estudiantes, profesores, diplomáticos, escritores- coincidió en una discusión que contrasta con la que puede, en ocasiones, detectarse entre observadores externos de la realidad mexicana. Quisiera comentar ambas coincidencias.

Entre los participantes -que compartimos muchas de las ideas contenidas en el ensayo pues Aguilar Camín y yo lo escribimos, Levy inspiró una parte importante del mismo y Reyes-Heroles compartió sus opiniones anteriormente con nosotros- ahora emergió una tesis que puede ser fundamental para quienes de buena fe en México quieren abordar cualquiera de los grandes retos que enfrenta el país.  


Esta tesis es muy sencilla: sin las reformas institucionales -o políticas o de Estado- necesarias para reconstruir el proceso de decisiones en México, ninguna de las otras reformas es factible. Quienes sostienen que antes de abordar lo político hay que resolver... lo fiscal, la seguridad, lo laboral, lo energético de nuevo, etcétera, o bien pecan de ingenuos, o bien apenas disimulan su actitud de obstrucción y sabotaje. Porque a estas alturas, como lo repetimos una y otra vez antier los panelistas, no es posible realizar ninguna de las otras reformas, todas ellas necesarias y urgentes, ni tampoco superar los desafíos terribles para el país que implican acontecimientos aterradores como los de Ciudad Juárez y Torreón el pasado fin de semana, sin contar con las instituciones para ello. Quienes alegan que antes de la reelección de legisladores, la segunda vuelta o el referéndum o la iniciativa preferente o las candidaturas independientes hay que... hasta rescatar a los niños huérfanos de Haití, en el mejor de los casos, dicen una quimera y, en el peor, ponen una trampa o una celada. Quiero decir, por cierto, que las reformas políticas necesarias, detalles más o detalles menos, son las que Felipe Calderón propuso en diciembre, y que se incluyeron en este libro desde principios de noviembre y que por separado han sido propuestas, todas ellas, en algún momento por alguno de los partidos políticos en las Cámaras.

La segunda coincidencia surgió del público. Fue posible discutir durante dos horas sobre temas sólo mexicanos, entre especialistas y el público en general, sin dedicarle más de tres minutos al narco, a la violencia y al crimen organizado. Nosotros no tocamos el tema, pero en las preguntas tampoco surgió, con una excepción, que fue rápidamente despachada para pasar a otro tema. Si se propone uno hacerlo, es perfectamente factible hablar de México -bien o mal, no importa- en Estados Unidos y el mundo sin centrarse en la guerra del narco. Existe interés, discernimiento y capacidad para tocar oros temas. No es necesario obsesionarse ni con el narco ni reducir todo al crimen organizado y su violencia.

Si el arrinconado y cercado gobierno de Calderón quiere cambiar el registro, lo puede hacer. Si quiere que se deje de asociar a México con la sangre, los muertos, los secuestrados y los decapitados, se puede lograr. Pero la primera condición para hacerlo es hablar de otra cosa, y tener algo distinto que decir. No todo el mundo se interesa tanto por el narco.

Para cambiar la imagen de México en el mundo y Estados Unidos, sin duda hay que transformar la realidad mexicana que genera esa imagen, por deformada o fiel que la reflejen los medios. Pero también es preciso modificar el mensaje: lo importante en México no es el narco, ¡es el futuro, estúpidos! como diría James Carville en el cuarto de guerra de Bill Clinton.
Y tenía razón.

¿A quién engañan?
Adolfo Sánchez Rebolledo
El asesinato de 15 jóvenes en Ciudad Juárez es la demostración palmaria del fracaso de  la estrategia oficial para contener la violencia en ésa y otras ciudades de la República. Los hechos de la frontera, inscritos en ese frenesí de sangre, locura y absoluta barbarie en que se ha convertido la guerra contra el narcotráfico, congelaron la triunfal declaratoria del gobierno, obligándolo a prometer una nueva revisión integral” de sus estrategias.
Simultáneamente, sobreponiéndose al efecto paralizador del miedo, los familiares de las víctimas, unidos a otros ciudadanos, convirtieron la tragedia en una denuncia de gravísimas implicaciones morales. Mientras el gobernador ejercitaba la penúltima frase de la consabida retórica oficial (“preservar el cumplimiento de la legalidad y el combate a la impunidad”, Chihuahua al instante, 2 de febrero de 2010), en los funerales los familiares de las víctimas expresaban los límites de la irritación: “Señor Presidente: ¿qué haría si de uno de estos jóvenes fuera su hijo?, ¿qué haría?”. O: “Señor Presidente: hasta que no encuentren un responsable, usted es el asesino”. Lo que sorprende, en verdad, es que esas respuestas no se hubieran producido con anterioridad.
En la guerra contra la delincuencia organizada, el gobierno cree disponer de cierta ventaja por el hecho de que las peores amenazas para la seguridad y la estabilidad se concentran en algunas regiones del país o, incluso en varias ciudades cuyos riesgos potenciales no comprometen todavía la seguridad nacional en su conjunto.
Como ha escrito Víctor Orozco desde Ciudad Juárez, cuando se sigue la lógica oficial “es casi irrelevante que el estado de Chihuahua haya tenido 3 mil 637 muertes en 2009 y Ciudad Juárez 2 mil 635”, pues “sus poblaciones sólo representan 3.5 por ciento y menos de 2 por ciento, respectivamente del total que tiene el país”.
Esta manera de aislar a las zonas calientes de la “normalidad” general no es más que una ficción, pues, como dice Orozco, el argumento “se me antoja mucho al consuelo que se brinda al enfermo que ‘sólo’ tiene gangrenados los dedos del pie izquierdo o ‘sólo’ tiene cáncer en la próstata. Noventa y ocho por ciento de su cuerpo, le dicen los piadosos que lo reconfortan, se encuentra sano”.
Tampoco el argumento de que la mayoría de los asesinatos ocurran entre miembros de bandas rivales parece sostenerse sin más. La acusación más grave está contenida en la declaración emitida por la Asamblea Ciudadana Juarense y el Frente Nacional Contra la Represión en Ciudad Juárez, donde se afirma: “lo que padecemos en Ciudad Juárez no es la violencia provocada por enfrentamientos entre bandas del crimen organizado ni entre las fuerzas federales y las bandas del crimen. Casi la totalidad de los 2 mil 635 asesinatos del año 2009 y los que van de 2010 se han dado por ejecuciones a personas desarmadas sin enfrentamientos, en lo que parece ser una estrategia de limpia programada por una fuerza militar superior, en el marco de una campaña de terror. La violencia que se está promoviendo y tolerando por el gobierno, le ha servido a Felipe Calderón de pretexto para seguir militarizando al país sin resultados contrarios al crimen, pero sí restringiendo derechos a la población”.


SOBREAVISO / Cortina de yerro

René Delgado


A menos de que sea una estrategia ultrasecreta, el calderonismo ha tendido una cortina de yerro, o sea, de errores.

Tal es la confusión o la indecisión en la actuación del gobierno y su partido que muchas veces, sin dar un solo paso, se advierte el tropezón que frustrará su avance. Salvo la reforma a las pensiones del ISSSTE, así ocurrió con el combate al crimen, con la reforma petrolera, con la reforma educativa como ahora sucede con la reforma política. No arranca aun el periodo legislativo donde esta última debería dictaminarse y, de antemano, ha sido relegada.

No causa asombro tal hecho. Se hizo todo para que así fuera. Probablemente la intención era ésa para cargar la cuenta de la inacción a las oposiciones. Quizá, pero aun así los costos alcanzan a la administración. La oposición hace evidente su resistencia al cambio, pero el calderonismo, su fascinación por el ejercicio del no poder.

Decir que la administración y su partido hicieron todo para asegurar el fracaso de su iniciativa de reforma política es fuerte pero no aventurado. El contenido y el continente de esa iniciativa estaban diseñados, consciente o inconscientemente, perversa o inocentemente, con ese propósito.

La magnitud de los problemas por resolver fijaba claramente la agenda del año. La adversidad económica con su explosiva carga social, el calendario electoral en distintas entidades con el natural sobrecalentamiento político y la creciente violencia derivada del combate al crimen hacían evidente dónde concentrar la atención, la energía y el esfuerzo político.

Producto o no de esa estrategia ultrasecreta, el calderonismo no consideró que así fuera. A punto de culminar el periodo legislativo, la administración estimó que lo prioritario era la reforma política. No la economía, las elecciones y la inseguridad.

Desde el anuncio de la reforma política, se advirtió la falta de oportunidad para lanzar y enarbolar esa iniciativa.

El continente, el momento, era inoportuno y, además, estaba su contenido. Bajo el disfraz de responder a un reclamo ciudadano, la propuesta perfilaba el fortalecimiento del presidencialismo y de la partidocracia a costa del debilitamiento y recorte del parlamentarismo. Ello sin mencionar la locura de plantear la redistritación electoral del país, que no es otra cosa que replantear la geografía del poder.

A la par del problema del continente y del contenido de la reforma, el calderonismo incurrió sin querer o adrede en una práctica foxista: el desgano político. Esto es, lanzar la iniciativa sin molestarse en cobijarla, impulsarla y respaldarla. Tras el anuncio de la reforma política, ni una palabra, ni una acción en su respaldo. Nadie, llámese funcionario, legislador o dirigente panista, salió a proyectarla y defenderla. "Ahí está la propuesta, hagan de ella lo que quieran", pareció ser la divisa del calderonismo.

Ni decirlo era necesario. La oposición hizo de ella lo que quiso, incluso con elegancia: en vez de batearla de un golpe sobre la base de su fuerza política, en el Senado, Manlio Fabio Beltrones convocó a especialistas nacionales y extranjeros, dirigentes partidistas así como a instituciones importantes para argumentar por qué la inviabilidad de la propuesta.

El resultado está a la vista: la reforma política ha sido relegada. Si no existe esa estrategia calderonista ultrasecreta, el hecho se resume en un nuevo fracaso.

A su vez, el partido de la administración cerró la otra tenaza de la pinza que asfixiaría a la reforma.

Aunque no está muy claro si el dirigente César Nava sirve a la corriente calderonista o a la yunquista, a ambas o a ninguna, echó a andar una estrategia electoral de alianzas que garantizaba el fracaso de la iniciativa de la reforma política. Se acercó a la porción perredista que controla ese partido y le propuso ir juntos al campo electoral. Obviamente, esa acción puso de punta los pelos tricolores y, muy probablemente, la adversidad que de por sí afrontaba la reforma política, se agregó como puntilla la decisión de confrontar al PRI junto con esa porción del perredismo.

Se entiende, desde luego, que en entidades como Oaxaca e Hidalgo, y a pesar de sus evidentes diferencias, panismo y perredismo se acercaran, y más cuando los nombres de los candidatos aliancistas -más que las ideas y los programas- constituían una garantía. Gabino Cué y Xóchitl Gálvez son personajes que animan a dar un solo frente a cacicazgos tales como el de Ulises Ruiz.

Se entiende eso, pero no que en el campo político se pida apoyo a un adversario para sacar adelante una iniciativa y en el campo electoral se le confronte como a un enemigo imperdonable.

Quizá Nava pensó que con esa coalición mataba tres pájaros de un tiro. Uno, intentar disminuir la velocidad de la recuperación priista con rumbo al 2012; dos, intentar disminuir al lopezobradorismo, llevándose como compañeros de viaje a Los Chuchos; y, tres, intentar ganar dos gubernaturas para rendir mejores cuentas que su antecesor Germán Martínez, que, por el fatal accidente de la guardería en Hermosillo, ganó una. Lo cierto es que el primer pájaro que Nava hirió en su loca cacería fue el de la reforma política presidencial.

La coalición electoral implicaba la colisión política. No se necesita ser estadista o adivino para entender que no se puede ir por dos caminos cuando hay un solo derrotero.
Resulta impensable que el dirigente navista haya propuesto esas alianzas a esa porción del perredismo sin pedir permiso en Los Pinos.

Nava no es un político de muchas luces y menos aún con autonomía de vuelo. Pero, entonces, el disparo del secretario Fernando Gómez Mont a la política de alianzas nomás no acaba de encajar en ese juego, como tampoco que, después de sacrificar la reforma en razón de las alianzas, el presidente Felipe Calderón instruya al procurador Arturo Chávez a plantear una controversia constitucional en relación con la aprobación, por parte de la Asamblea Legislativa del Distrito Federal, de los matrimonios de un mismo género. Esa controversia es un gancho al hígado del recién aliado político.

Si el calderonismo no tiene esa estrategia ultrasecreta para salvar al país, la contradicción en sus decisiones y acciones así como la falta de coordinación entre la administración, las fracciones parlamentarias y la dirección del partido están tendiendo una cortina de yerros, o sea, de errores.

Aflora de nuevo la duda shakesperiana del sexenio: ¿qué quiere la administración calderonista?, ¿cuáles son sus prioridades?


Contra natura
Jesús Silva-Herzog Márquez

No hay peor pecado que arremeter contra la madre naturaleza. Nada más aberrante que desviarse de su cauce o maldecir sus instrucciones. Nadie tan soberbio como quien pretende corregirle la ortografía. Se nos dice que ir contra la naturaleza es propósito absurdo. En algo tienen razón: el mar se reirá de quien lo quiera quieto. Pero los que desean sujetarnos al imperio natural no lo hacen para advertirnos de su fuerza sino para sermonearnos con su sabiduría y su misteriosa bondad. Pontifican que la naturaleza es sabia, pretendiendo que olvidemos su crueldad. Preconizan que la naturaleza perfila siempre la virtud, como si no conociéramos su impiedad. Un hombre que nunca se vio los pezones llegó a decir que la naturaleza no hace nada en vano. La teología se apropió después de esa confianza para subordinarla a una inteligencia suprema, bondadosa e infalible. Será entonces que la creación es aleccionadora: de ella aprendemos no sólo causas y efectos, sino también moralejas.
Nos dicen que nuestras instituciones existen para rendir homenaje a una inteligencia sobrehumana. Nos advierten que el límite de nuestra voluntad está en los preceptos naturales. Por ello las reglas han de escribirse con reverencia, con humildad: traducir para los hombres aquello que la infalible naturaleza ha redactado para los planetas, las hormigas y las familias. Si no somos capaces de alterar la órbita de la luna, no toquemos las instituciones naturales. Se sabe que nunca la letra humana alcanzará la belleza de la caligrafía original pero debe tenerla siempre como modelo. Sólo un monstruo como Oscar Wilde pudo ofender a la naturaleza comparándola desventajosamente con el arte. ¡Qué pasados de moda están los atardeceres! -decía en La decadencia de la mentira. Ya nadie puede interesarse en ellos. ¡Sólo el sentimentalismo provinciano puede conmoverse con una puesta de sol! Uno de sus personajes relata la invitación a contemplar la gloria del cielo. Al asomarse a la ventana no pudo ver más que un Turner de segunda categoría. Una pésima imitadora del arte resulta la naturaleza. Una puesta de sol es un cuadro de Turner en su peor época, con todas las fallas de su pintura exageradas de manera grotesca.
La política no puede seguir la insolencia de Wilde ni los pincelazos de Turner. Por eso jamás podría darle lecciones de color a la naturaleza. Su sitio es subordinado. La ley de los hombres no tiene permiso para enmendar la naturaleza. Pero para serle fiel ha de confiar en sus transcriptores, en aquellos que han logrado comprender su mandato. Quienes hablan en nombre de la naturaleza están convencidos de la unidad de sus preceptos. A pesar de que el mundo parece regodearse en la variedad; a pesar de que el clima, la vegetación y las culturas cambian con el tiempo y en la geografía, los descifradores del código natural se empeñan en trazar una única vía de convivencia, un solo camino del bien, un solo modelo de convivencia. Para ser adoradores de lo natural no son muy atentos a su variedad y muy poco perceptivos de sus caprichos.
Los comisarios de la naturaleza odian tanto lo artificial como lo diverso. Su paladar es incapaz de saborear las inconstancias. Se han convencido de que al bien se llega solamente por un camino. Están seguros de que la naturaleza ha querido para nosotros un uniforme. Por eso creen que no hay más familia que la suya; que no hay más moral que la suya; que no hay comunidad si no es idéntica a la propia. Desde luego, no es la suya, es la auténtica, la natural, la verdadera. El miedo a lo distinto se esconde en mandamientos sobrehumanos. Lamentablemente, su dictamen no empata con el mundo que aparece a quien abre los ojos. Por eso se empeñan en negar lo diferente. Así, estos ejecutores de la voluntad natural se sienten circundados por anormales a los que se empeñan en curar. Para el conservador, la naturaleza es una inapelable carta de legitimación: si es natural, es necesario; si es artificial, resulta sospechoso o, de plano, maligno.
He tratado de decir que la naturaleza no es ordenanza ética y mucho menos recomendación política. Bienvenidas las instituciones contra natura; las alianzas contra natura; las prácticas contra natura; los deseos contra natura. Que a la naturaleza se subordinen las moscas y los beatos

El inicio del fin

Rosario Jaimes Rico

Actualmente se puede hablar de valores tales como la igualdad, la justicia y la fraternidad  (emanados por primera vez  en los Derechos del Hombre después de la Revolución Francesa); se habla de democracia en todas sus expresiones, de cooperación, pero también se habla de guerra.
La guerra es definida como una lucha armada con cierto grado de organización,  sistematización y continuidad, entre colectividades humanas, por medio de la cual se pretende imponer su voluntad al contrario[1], aquí  ya no se habla de aquella lucha entre grupos tribales, con escasa organización, pero se puede destacar que hay un objetivo en común, sobrevivir, imponerse y expandirse, donde se aplicaba y se aplica la ley del mas fuerte, donde el débil era conquistado por el vencedor. ¿No es así como Roma creció? Y no es así como Estados Unidos emergió después de la Segunda Guerra Mundial?, y que es lo que intenta ahora después de la crisis económica mundial? Asi es, intenta sobrevivir, imponerse, expanderse y mantenerse en la posición que ha tenido desde el siglo pasado, ante el eminente surgimiento de nuevos países que están despuntando  hacer potencias regionales, como es el caso de India, Irán y Brasil; así como China que en su 60ª  aniversario de poseer el régimen comunista ha demostrado su fuerza militar, que desde la antigüedad determina, percibe y permite el ejercicio del poder, y no es así que se ha aprovechado de los países menos afortunados económica, social y políticamente. Sin embargo, Irán y Corea del Norte han demostrado que tienen la capacidad de producir armas nucleares, y que han retado a las potencias del siglo pasado insinuándoles que no sólo ellos pueden ser poseedores de armas nucleares, emulando el supuesto de la igualdad entre los Estados. Por otro lado esto parece incomodar sino es que preocupar al gigante americano o  lo que queda de él, esta perdiendo presencia en el mundo, a pesar de sus intentos de continuar con su política de guerra en el Medio Oriente, y ahora con su apariencia del buen samaritano que pretende proteger  a los países árabes ante la latente amenaza de Irán, con su famoso frente que pretende instalar.
El gran imperio estadounidense, aquel que algún día fuera el ejemplo de la democracia, se está derrumbando, ya que pretendió retomar el pasado, con la entrada del Estado para salvar a las empresas norteamericanas, así como tratar de impedir el crecimiento de algunos países, actitud que la Roma tomo antes de caer y dejarle el paso al cristianismo y que dio paso a la larga Edad Media. Por lo que, es probable, que cuando Estados Unidos sucumba completamente, vendrá una nueva etapa o era, se dará un nuevo orden mundial, y alguien mas estará a la cabeza.