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sábado, 27 de febrero de 2010

OPINIÓN 26 DE FEBRERO DE 2010


El boletín de opinión contiene en esta ocasión dos artículos de nuestros colaboradores regulares, Brando Flores y Viridiana Cadena relacionados con dos temas que han generado amplios debates: sobre el derecho a decidir y sobre las alianzas políticas del PAN y el PRD. Con las propuestas de reforma política ya presentadas en la Cámara de Senadores tanto por el PRI como por la alinza de izquierdas DIA, los debates y las se han orientado a comparar ambas propuestas con la enviada por el Ejecutivo federal. Resalta que en pocos casos hay coincidencias entre las tres propuestas aunque es más frecuente el caso de propuestas que parecen contar con el apoyo de al menos dos de las tres principales fuerzas políticas.Se dice en consecuencia que de esta manera sería relativamente pasar las propuestas en las cuales las tres fuerzas convergen y aquellas en las que el PRI y el PAN lo hacen. Pero el tema de fondo es cuál es la coalición política que estará de acuerdo en presentar y cuándo una propuesta integrada para votación del pleno del Senado. Dicho de otra manera en qué momento se dará esa conformación de una mayoría que pueda aprobar un determinado paquete de reforma política. ¿Será antes o después de la mayoría de las elecciones estatales en julio?¿A partir de cuáles acuerdos?


Argumentos para defenderse del fundamentalismo católico

Ciudadano Brando
 La jerarquía católica se ha distinguido por manejar con habilidad la opacidad e incongruencia en sus acciones, no obstante ha levantado el dedo flamígero para señalar a aquell@s personas que desde su peculiar visión, se encuentran fuera de la gracia, y las mujeres que optan por la interrupción legal del embarazo, han sido uno de los grupos más atacados públicamente.
Buena parte de los argumentos en torno al debate de la vida que ha generado el clero y que le han hecho creer a quienes profesan el catolicismo y a la población con mayor exposición a medios tradicionales, descansa sobre bases más endebles de lo que pensamos.
Nada mejor que combatir un argumento de esa índole con información originada en el seno mismo de la institución, lo cual no sólo contrasta sino que en materia de derecho religioso (canónico) carece de fundamentos y se ha difundido a través de amenazas veladas y el miedo que propicia la desinformación.
La vida se genera desde el momento de la concepción. Un dato que desconoce la gran mayoría de los feligreses católicos (que es entre el 80 y 85% de la población en México), es que sólo existen dos Dogmas decretados por la jerarquía, ambos ligados a la Virgen María y ninguno de ellos tiene que ver con el argumento de la vida creada al momento de lo que llaman mañosamente “concepción” y que en términos científicos debe ser expresado como fecundación. Un Dogma de Fe es para la religión católica una verdad irrefutable, un hecho que no deja lugar a dudas y respecto al aborto aún no se ha consensuado un punto de vista. Cada Papa imprime su visión durante su servicio, no obstante no quiere decir que se acaten de manera unánime sus decisiones.
Dicen que Juan Pablo II estuvo a punto de decretarlo como Dogma y se desató tremendo zafarrancho en el Vaticano, #dicen.
El catolicismo-cristianismo siempre ha combatido el aborto. Frente a las longevas religiones judeo-cristianas, la percepción del aborto ha ido cambiando a los largo de la historia occidental, en sus primeras etapas era aceptado, no siempre ha sido motivo de persecución e incluso, sólo hasta mediados del siglo XVIII comenzó a ser visto como parte de un debate moral. En el cristianismo temprano (siglos I a VI d.C.) el aborto y la anticoncepción eran prácticas comunes y no penalizadas en el imperio romano (Noonan, John T.). Durante la edad media (siglo VI al XV d.C.) el aborto no era considerado como homicidio ni se contaba entre los pecados más graves. Para la era premoderna (siglo XV a 1750) San Alfonso Liguori (1696-1787) concordaba con la práctica del aborto terapéutico para salvar la vida de las mujeres.
La Hominización Tardía fue una teoría aceptada por la jerarquía católica que perduró durante muchos siglos, San Agustín y Santo Tomás de Aquino escribieron sobre ella y la impulsaron. Consiste en la creencia de que el alma humana se depositaba en el feto hasta después de 40 días de formado en el caso de los hombres y 80 días en el caso de las mujeres.
La posición moral de la iglesia es única. Nada más falso de asegurar en una población como la mexicana donde el manejo de la doble moral es cosa cotidiana. Aunque en México la monolítica rigidez moral se intente implantar a fuerza de excomuniones la incongruencia de sus líderes religiosos siempre ha pesado más. Ahora España se une a la ola de incongruencias respecto al tema: ¿Por qué un Rey que firma la Ley de Aborto Libre se salva de la excomunión y el resto del pueblo no?, ¿no es predica del catolicismo que todos somos iguales a los ojos de Dios?, el pecado es el mismo, la sangre real o plebeya pecaría por igual o ¿en dónde me perdí?
Si no fuera suficiente este argumento, uno que en el papel emana del puño y letra de la propia jerarquía se llama Principio Cardinal del Probabilismo. Esta teoría dice que una obligación moral sobre la cual hay dudas no puede imponerse como cierta, otorga el derecho a disentir sobre las enseñanzas eclesiásticas y debería ser utilizado con más frecuencia como base de una corriente de pluralismo católico.
Estos son sólo algunas de las incongruencias y disparates que en nombre de una religión y a favor de un grupo muy pequeño se han predicado en voz alta durante décadas en nuestro país. Al final cada quien se forma su propio juicio, católicos o no católicos  todos han pasado o conocen a alguien en esa situación y es más común de lo que se piensa optar por la interrupción legal del embarazo. En todo caso la iglesia católica como comunidad organizada debería ser más cuidadosa con la información que la cúpula religiosa le ordena aceptar como verdades incuestionables.
Toda la información recabada en el texto se obtuvo de documentos informativos y especializados de la organización Católicas por el Derecho a Decidir.

¿Hay elección en estas elecciones?
Viridiana Cadena
En el México de hoy se viven muchos conflictos, vemos las posturas de las “diferentes” fuerzas políticas del país acerca de temas que hoy atraen la atención; las bodas entre personas del mismo sexo, a la penalización del aborto en el país, la reforma política o las alianzas entre la izquierda y la derecha en las gubernaturas de Durango, Puebla, Hidalgo y Oaxaca.
Nos enfocaremos a este último, las alianzas que se dieron entre  el PAN y la izquierda (PT, PRD y Convergencia). Según el argumento para esta impensable unión de fuerzas fue el evitar que se dieran  gobiernos “autoritarios” como el de Mario Marín y Ulises Ruíz, por lo que ésta unión resultaría benéfica para el país ya que se tendría un avance significativo en lo político, económico y social, quitando la tutela que ha tenido durante años el PRI en estas entidades.
Recordemos que hoy por hoy las gubernaturas son la columna vertebral que le brindan poder al PRI, tras perder la presidencia (la cuál era su bastión anterior), se concretó a recuperar las gubernaturas del país y a conservar las que ya tenía, siendo esta, pues, la estrategia que crearía en suma una contienda más sólida para el PRI en las próximas elecciones federales.
Al PRI no se le ve ni por donde se le pueda “pegar” en este 2012, la última experiencia en materia electoral lo indica con claridad, el PRI recupero gran parte del país en las elecciones locales del año pasado, la ciudadanía le dio de nueva cuenta su voto de confianza tras las elecciones.
Esta medida tomada entre Izquierda y Derecha en nuestro país se nota como una estrategia desesperada de los actores políticos y que si bien no es la mejor, si es la que de funcionarles, les dará una forma de meterse a la carrera por la presidencia en el 2012.
Sin embargo hay que preguntarse: ¿y los ciudadanos?, ¿qué opciones nos dejan a nosotros a la hora de votar? En las pasadas elecciones locales de 2009, se suscitó un fenómeno: el  voto nulo, el cual demandaba a las distintas fuerzas políticas del  país que ofrecieran verdaderas opciones a la hora de asistir a la urna, las plataformas de los partidos eran muy similares  y se tenía una crisis de representatividad (aún existente).
En ese 2009 tuvimos estrategias “brillantes” como la del PVEM, que vista desde el ámbito publicitario hay que darle nuestro voto de confianza, pero en el enfoque político no ofrecía soluciones estructurales al problema de educación y salud que aqueja a nuestro país. El voto nulo fue un voto de hartazgo del pueblo hacia la “clase política”, fue una forma de exigir rendición de cuentas, participación democrática y verdaderas opciones para no terminar votando como diría Woldenberg “por el menos peor”.
Hoy nos vemos amenazados de nueva cuenta por “la tiranía de la oferta”, pues la arena política te brinda dos grandes opciones: o votas con el que se hace llamar centro-izquierda o con la nueva mescolanza izquierda-derecha, suena crudo, pero así lo van a sufrir algunos estados en éstas elecciones.
 Se antepondrá el juego de intereses, y en lugar de sanar las demandas que surgieron en julio de 2009, estamos retrocediendo, pues si bien, antes las diferentes fuerzas no ofrecían opciones acorde a su ideología política, en donde tuvieran cabida las necesidades (en lo general) de la ciudadanía, ahora ya ni siquiera se vislumbran las diferentes ideologías, no se ve un real sistema de partidos que se preocupe por ser incluyente con los votantes.
¿Qué más nos falta en México? Si aquí se puede mezclar el agua con el aceite. Hay que cuestionar la actividad civil, por qué los próximos electores no han manifestado su inconformidad o su acuerdo o ¿será que la política ya les da lo mismo?. 
Entonces a todo esto, ¿hay elecciones estas elecciones?.

El reformón de Beltrones
 Adolfo Sánchez Rebolledo

Frente a la propuesta de reforma política enviada por el gobierno panista se han suscitado distintas reacciones críticas, algunas muy críticas. Y justificadas, añadiría, aunque les pese a los aplaudidores profesionales. Pues, bien, ahora toca el turno a los grupos parlamentarios de los partidos mayoritarios de la oposición ofrecer su visión que, a primera vista y en muchos aspectos, confirman o complementan la iniciativa presidencial.
Más ordenada y sistemática, menos pensada para satisfacer necesidades ad hominen que la de Calderón,  la iniciativa presentada por el senador Manlio Fabio Beltrones corrige y acota los alcances posibles de la reforma, la cual, ya está claro, bajo ninguna de sus formulaciones implicará la radical transformación del régimen político, sino su puntual adaptación a las nuevas circunstancias del país, dejando para el futuro el debate de fondo sobre la naturaleza del Estado, las instituciones políticas y el régimen que México necesitará para  afrontar las realidades del siglo en curso. 
Una rápida aproximación al texto beltroniano permite reconocer varias coincidencias, si bien matizadas, comenzando por la polémica reelección de los legisladores, de la que excluyen a los presidentes municipales. La razón argüida es “extralegal”, al margen de la “ingeniería” mediante la cual se diseñan los demás cambios.
En realidad, la negativa a convertir al municipio en la célula madre de la reforma (como debiera ser) es indicativa de la clase de disyuntivas a las cuales ninguna modificación legal escapa. Si bien es el municipio el verdadero laboratorio donde ha de procesarse la relación política/ciudadanos, los autores de la iniciativa admiten que, justo en ese escenario, la reelección no sería conveniente como medio de control y transparencia, dado el poder disolvente e incontrolable de los recursos “sucios” que estarían en juego, aunque no se dice nada de los llamados “poderes fácticos” legales –económicos o políticos– que actúan en cada localidad al margen o en contra de la cadena institucional y ya han pervertido la competencia electoral democrática.
Resulta una verdadera lástima que ese peliagudo problema no aparezca con claridad, cuando, en efecto, se trata de discutir cómo transformar al Estado para fortalecerlo y no, como se deduce, de buscar veredas alternas que lo hagan un poco más “gobernable”. Es lamentable que en este debate, como en muchos otros de gran importancia –la definición de la laicidad del Estado, por ejemplo–, el gobierno actúa a partir de sus prisas, es decir, empujado por la coyuntura sin proponerse la urgencia de reinventar una nueva razón de Estado democrática y social.
Asimismo, también quedan fuera de la propuesta priísta –y escribo a vuela máquina leyendo las informaciones de la prensa, no la iniciativa– las candidaturas independientes que son, en cierto modo, el señuelo de toda la iniciativa presidencial, el eje del discurso “ciudadano” que Felipe Calderón ha decidido levantar para remozar, así sea demagógicamente, la pobre oferta electoral ofrecida por su partido.
Ojalá y en este punto, y ante la falta de una discusión de fondo en torno a una “ley de partidos” que garantice el pluralismo, la deliberación ayude a fortalecer las libertades políticas, sin fabricar híbridos que al final terminarán por erosionar la transparencia de la vida pública.
A estas alturas, es impensable una reforma política que no asuma el papel crucial de los medios, ya no sólo como vehículos de los mensajes partidistas, sino como centros promotores y difusores de valores, ideología y elementos capitales de la agenda nacional. Confiemos en que los legisladores vuelvan al asunto sin dejarse vencer por el lobby que ya tiene bancada propia en ambas cámaras.
Tampoco reconoce el PRI la segunda vuelta, la cual en el guión calderonista resultaba ser una travesura de políticos jugando a espaldas de la opinión pública, como una puntada propia de escolapios, pero impresentable ante la sociedad.
El rechazo a la fórmula de la segunda vuelta es un freno a las pretensiones bipartidistas que animan, en el fondo y en la superficie, la visión panista y en la que coinciden los grupos que en el tricolor de hecho cogobiernan en materias claves las estrategias que definen el curso general de la política económica. Un capítulo importante de la iniciativa priísta es el reconocimiento pleno de la autonomía del Ministerio Público. En cambio, acepta el PRI reducir el número de legisladores, en la que parece ya una obvia concesión al “consenso” y propone reformas importantes tanto en la ratificación de los secretarios propuesto por el Presidente, introduciendo de alguna manera un elemento de “corresponsabilidad” y “fiscalización” sobre el Ejecutivo. Asimismo, plantea un mecanismo para suplir la Presidencia en caso de ausencia definitiva, vacío que el presidencialismo histórico prefirió no  tocar. En fin, una mirada superficial a la propuesta del Revolucionario Institucional denota mayor oficio, seriedad y compromiso. Pero sigue siendo una reforma corta, chata, limitada a satisfacer intereses actuales.
Se dirá, con razón, que los grandes temas nacionales pasan, por otra parte: la reforma fiscal que está en puerta; la necesaria revaloración de los temas de la desigualdad y la pobreza, ahora agravados por la crisis (el dato es brutal: el ingreso por habitante en 2009 cayó en 20 por ciento), lo cual obligaría a una profunda reorientación de las políticas económicas en el contexto de la situación internacional.
Pero es obvio también que la dimensión social no estará en la mesa salvo para imponer la reforma laboral al costo de suprimir en los hechos el ejercicio del derecho de los trabajadores a la defensa de sus intereses históricos y legales. Dicho de otro modo, los temas sociales dependen, sobre todo, de la capacidad de los amplios sectores afectados e interesados en ventilarlos sin desmayo, con claridad y perseverancia mediante la acción concertada de todas las fuerzas que hoy están en peligro o amenazadas por el desempleo o el abandono.
El asunto no es rechazar la reforma política (o cargar toda acción política a la cuenta de la “partidocracia”). El debate ayuda al reforzamiento de las posiciones populares, cuyas exigencias en torno a la revocación del mandato, el referendo o el plebiscito, deberían extenderse hacia la defensa de un “modelo” de organización del Estado que favorezca la mayor representación con la mayor representatividad, la fiscalización ciudadana, entre otras formas de consulta popular. 
 Acompañar las propuestas con el calificativo “ciudadano” no las hace mejores. Es un error creer que la línea divisoria es la que pasa entre partidos y ciudadanos, elude la política. Ésta es necesaria para dirigir al Estado, para combatirlo. Y a esa máxima se atiene el PRI.

LA PROPUESTA DEL PRI
José Woldenberg
Los senadores del PRI han puesto sobre la mesa su propuesta de reforma política. Existen algunos puntos convergentes con la del presidente, varias divergencias y algunas novedades. Esta es mi reacción al bote pronto.
1. Suplencia en caso de falta o incapacidad absoluta del Presidente. Se propone que el Secretario el Gobernación se encargue del despacho mientras el Congreso se pone de acuerdo para nombrar al presidente interino o substituto según sea el caso. Parece pertinente, porque un Congreso plural, sin mayoría de ningún partido, podría dilatarse demasiado en realizar un nombramiento a todas luces estratégico.  (En la iniciativa se plantea y supone que ese secretario de Gobernación ha sido ratificado con anterioridad por el Senado, pero eso es harina de otro costal).
2. Ratificación del gabinete. Se propone que los miembros del gabinete (salvo los secretarios de Defensa y Marina) así como los titulares de PEMEX, CFE, Comisión Nacional del Agua y los de varias comisiones (COFETEL, COFECO) y otras dependencias sean ratificados por el Senado. El Presidente mandará una propuesta para cada cargo y el Senado tendrá 30 días para decidir. Si uno o varios no son aceptados, el Presidente tendrá que mandar otros candidatos y si éstos también son rechazados, entonces podrá nombrarlos directamente. En cualquier momento el Presidente podrá removerlos.
Se trata de un tema mayor y espinoso. La iniciativa se presenta como una fórmula tendiente a lograr la colaboración entre poderes. Si el presidente y su partido no tienen mayoría de votos en el Senado se verán obligados a negociar con uno o más de los grupos parlamentarios la conformación del gabinete. Esa es la hipótesis optimista. La pesimista es que el Presidente se convierta en una especie de rehén de esa misma Cámara. ¿No sería entonces pertinente abrir el campo de visión y entrar en serio a la remodelación del régimen de gobierno? En la fórmula parlamentaria primero se requiere contar con la mayoría (a través del voto o de negociaciones en el Congreso) y es esa la que nombra al gobierno; en el régimen presidencial el gobierno puede no contar con un respaldo mayoritario en el Congreso, lo que supone dificultades para que logre que sus iniciativas prosperen en el circuito parlamentario. ¿No sería mejor entonces subir la vara y establecer un régimen parlamentario en dónde las fuerzas que vayan a co-gobernar –si es el caso- no sólo acuerden el gabinete sino el programa de gobierno y el legislativo?
3. Reelección consecutiva de legisladores federales y locales. Coincide con la propuesta presidencial, sólo que el PRI acepta hasta 9 años para los diputados (no 12) y dos períodos para los senadores (idéntica a la del Ejecutivo). Eso ayudaría a profesionalizar a nuestro Poder Legislativo.
4. Reducción del número de integrantes de las Cámaras. De 500 a 400 tratándose de diputados y de 128 a 96 los Senadores (en ese renglón son idénticas a las del Presidente). Pero la del PRI pretende pasar de 200 a 100 los plurinominales, mientras la del Presidente mantiene el mismo equilibrio entre diputados uni y plurinominales (240 y 160). Es mejor la presidencial porque logra una menor distorsión entre votos y escaños. En relación al Senado ambas suprimen los plurinominales y proponen elegir tres senadores por entidad: el PRI con la misma fórmula actual (dos para la mayoría y uno para la primera minoría) y el Ejecutivo con una más versátil que permite que eventualmente, dependiendo de los votos, tres partidos tengan senadores en un mismo estado. En términos de representatividad es mejor la presidencial. ¿Pero por qué no optar de manera clara por un sistema de representación proporcional estricto por entidad? Los estados contienen una determinada pluralidad que debe estar presente en el Senado dependiendo solamente de los votos (escenarios posibles: 3-0, 2-1 o 1-1-1).
5. Fomento del trabajo de las comisiones legislativas. Se les descontará de su sueldo a los legisladores las inasistencias a las comisiones y éstas deberán reunirse treinta días antes de la apertura de las sesiones ordinarias. ¿Quién se puede oponer?
6. Informe presidencial, rendición de cuentas y mecanismos de control parlamentario. El informe se deberá presentar por escrito y el Presidente podrá o no acudir a decir un mensaje. De asistir, se desarrollará un debate con los grupos parlamentarios. El presidente y los secretarios podrán ir al Congreso a presentar sus proyectos de ley y los últimos estarán obligados a presentar dos informes anuales de labores. En cualquiera de las Cámaras se podrán iniciar mociones de censura contra los secretarios de Estado o los titulares de PEMEX, CFE, etc., que pueden llevar a la remoción del cargo si así lo aprueban ambas Cámaras. ¿Esto último llevará a una mayor colaboración o al incremento de las tensiones? Insisto: ¿por qué no pensar en un cambio de régimen dónde lo anterior se anude de manera armónica?
Seguirá –quizá- en la siguiente entrega. 
  
 La insurrección en curso
Gustavo Esteva
Se multiplican las agresiones a los pueblos: Chiapas, Cananea, Juárez. Es un estado de cosas insoportable que aparece como clara expresión de la incompetencia política, la corrupción estatal y la compulsión reaccionaria que padecemos, las cuales se profundizan junto con la degradación moral de las clases políticas. Pero es también, acaso, manifestación de una estrategia que busca abortar la insurrección en curso.
El Comité Invisible, un colectivo francés imaginario, publicó hace un par de años L’insurrection qui vient (Google aporta versiones pobres en español e inglés). Al leer este libro fascinante y examinar las “verdades necesarias” que establece, no puedo evitar la impresión de que la insurrección “que viene” ya llegó. No sé si en París, pero sin duda en Oaxaca, en Chiapas, en México. Estamos en ella.
No se anuncia con fanfarrias. No consiste en marchas, plantones, manifiestos o proclamas. Elude movilizaciones colgadas de líderes y lemas. No apela a las armas, aunque puede apoyarse en la autodefensa armada. Se encuentra en todas partes y en ninguna; desde cualquier posición, en el lugar en que se encuentre, la gente impulsa con dignidad y coraje sus formas propias de vida. Hay quienes lo hacen por razones de estricta supervivencia. Otros apelan a antiguos ideales. Todos desafían radicalmente el estado de cosas, el sistema dominante, el régimen político y económico que ha llevado a la catástrofe actual. Se ocupan, ni más ni menos, de generar nuevas relaciones sociales y políticas, más allá de la explotación económica y del control político o policiaco. Esta rebelión de los descontentos es también la insurrección de los saberes sometidos y las imaginaciones reprimidas que saben llegado el momento de la verdad.
Habrá que hablar de ella, aprender a verla, de-velarla. El libro La insurrección que viene contribuye a esa tarea. “Sus redactores no son sus autores”, aclara el Comité Invisible. “Han puesto algo de orden en lugares comunes de la época, lo que se murmura en las mesas de los cafés o tras las puertas de los dormitorios. No han hecho sino precisar las verdades necesarias, las que ante el rechazo general llenan los hospitales siquiátricos y las miradas compasivas. Son los escribas de la situación. El privilegio de las circunstancias radicales es que la precisión conduce en buena lógica a la revolución. Basta decir lo que tenemos ante nuestros ojos y no eludir las consecuencias.” Y es esto, en realidad, lo más difícil. Reconocer con entereza la gravedad del estado de cosas y enfrentar a pie firme lo que eso significa.
El libro empieza con una provocación que describe muy puntualmente lo que pasa entre nosotros: “Desde cualquier ángulo que se le observe el presente no tiene salida. No es la menor de sus virtudes. Quita todo sostén a quienes se empeñan en esperar a como dé lugar… Todo mundo sabe que las cosas no pueden sino ir de mal en peor. ‘El futuro no tiene porvenir’ expresa la sabiduría de una época que ha llegado, como si fuese extrema normalidad, al nivel de conciencia de los primeros punks… Pero el impasse actual, perceptible en todas partes, en todas partes es negado.”
Necesitamos aprender a ver, con ojos menos empañados, lo que la gente común está haciendo ante las dificultades del día, ante esa perspectiva cada vez más oscura. Necesitamos reconocer los rasgos de esta insurrección que hasta ahora ha resultado invisible. Pero antes aquilatemos el significado de lo que está ocurriendo. Chiapas y Cananea tienen un signo común: son provocaciones abiertas, tratan de inducir un comportamiento específico. Se busca con ellas intimidar hasta la parálisis o bien estimular reacciones descontroladas y agresivas. Estas reacciones permitirían dar apariencia de justificación al aplastamiento policiaco que se intenta realizar, el cual podría conducir más temprano que tarde a una especie de guerra civil que pudiera abortar la insurrección.
Ésa sería la estrategia. Provocar alguna forma de violencia popular espontánea y caótica. Que la gente, harta de tanta provocación o de los callejones sin salida a los que se la conduce continuamente, estallara sin orden ni concierto. Se estarían buscando pretextos para profundizar el autoritarismo actual y llevarlo hasta el punto en que fuera capaz de evitar que la insurrección se ampliara y profundizara hasta cumplir su destino: liquidar sin violencia el régimen dominante.
Socavar esta perversa estrategia, impedir que triunfe, es hoy condición de supervivencia tanto de la insurrección en curso como de la vida social misma, que ha entrado en un grave proceso de descomposición. Para todo esto necesitamos, más que ninguna otra cosa, miradas claras e imaginaciones lúcidas.

Hay un límite
León Bendesky
La señora Luz María Dávila, llena de pena, frustración y rabia, habló de frente al presidente Calderón en Ciudad Juárez. No se puede pasar por alto lo que ahí sucedió, ni menos aún lo que representa.
La sociedad juarense está profundamente lastimada y desgastada desde hace mucho tiempo, la historia la sabemos todos y, salvo esfuerzos loables pero insuficientes, se ha volteado la mirada a otras partes, como si a los demás nos fuese ajeno.
La situación de Ciudad Juárez marca un camino ominoso para todo el país: mujeres asesinadas durante años, guerra del narcotráfico, matanzas impunes, militarización. Y la degradación y desasosiego se replica en otras partes, de muy diversas maneras pero, eso sí, notorias. Ninguna puede pensarse como menos mala que otras. Los grados de la violencia no se pueden medir como la temperatura en un termómetro, o la fuerza de un terremoto en el sismógrafo.
Cada hecho de violencia es único para quien la padece. Socialmente es otra cosa, el malestar cala hasta los huesos, la impotencia se acumula y no sabemos cómo se procesa, puede hasta tomar la forma de un cinismo malsano. La violencia y la inseguridad reinantes destruyen los modos más elementales de la armonía social, esa que da más lugar a la variedad y, así, va más allá del concepto de cohesión que hoy está en boga entre políticos, sociólogos y economistas.
La confrontación de la señora Dávila con el presidente muestra la claramente la disonancia que se ha instalado en esta sociedad. Por supuesto que debe haber sido un momento muy difícil para Felipe Calderón como persona y como jefe de Estado. Sentado junto a su esposa y siendo cuestionado sobre cómo se rebelaría él ante un hecho como aquél. Reaccionó como pudo y me parece que en un momento así no hay mucho más que decir, hasta por decencia.
La señora Dávila fue contundente, reclamó respeto y justicia ante su pérdida, y señaló abiertamente la debacle de la existencia en su ciudad. El presidente no podía ser bienvenido por ella; nadie de un séquito oficial como el que le arropa y ante el que ella se impuso podía serlo.
El presidente se equivocó con la familia Dávila, erró con todos nosotros al calificar los homicidios como cosa de pandillas. Ha errado hasta ahora en su estrategia de combate a la violencia, la que brota del narcotráfico, el desempleo, la caída del nivel de vida de las familias, la falta de oportunidades, la corrupción y el autoritarismo.
Yerra al mantener la misma visión de las políticas públicas que no ofrecen ya nada para la mayoría de la gente. Yerra en sus componendas políticas con otros partidos desdibujando cualquier forma de liderazgo efectivo ante una enorme crisis política, económica y ética de la cual parece más una parte que una posible alternativa.
Pero volviendo al terreno personal de un presidente confrontado por quien menos se esperaba, una mujer sola y como la inmensa mayoría de las que hay en el país. Esas mujeres que son las que hacen finalmente la historia, aunque se sigue creyendo que es obra y trabajo de los políticos.
Pero no hay líderes. Hay quienes sólo aprovechan las oportunidades de un sistema político y económico cerrado y protegido y cada vez más caduco y dañino. Aquí no se ofrecen ideas y alternativas, sino que se consiguen prebendas en las cosas públicas, los negocios, los medios de comunicación y hasta en lo que en general es una pobre y sosa práctica intelectual.
El presidente Calderón escuchó sorprendido y lastimado a la señora Dávila, eso era evidente. Al final le aplaudió como en un acto instintivo. Me hubiera gustado que se levantara y con su séquito despidiera con todo respeto a esa mujer. Otra vez es comprensible su reacción. Me hubiera gustado que le respondiera como persona primero y, siempre como político y presidente. Que le dijera que, en efecto: tenía sus manos llenas de sangre de los jóvenes asesinados, de los inocentes muertos en años de violencia que van más allá de su gobierno.
Podría haberle dicho que en estricto sentido él debería renunciar junto con todo su gabinete, pero que no se iba a dejar vencer: que, como dijo Churchill: “Nunca nos vamos a rendir (We shall never surrender)”. Le podía haber dicho de frente, como ella lo hizo, que él es el responsable pues logró llegar donde está. Pero la dejó ir, sola como había llegado: con su bolsa al hombro y cargada con su pena.
Si Kennedy dijo en 1963 que hace dos mil años se jactaban orgullosamente de civis Romanus sum, hoy en el mudo libre esa jactancia es Ich bin ein berliner. Sí, le podría haber dicho a la señora Dávila, y junto a ella a todos, desde Tijuana hasta Tapachula: “Soy un juarense”.

Hidalguía y panismo
Jesús Silva-Herzog Márquez
En el discurso que Manuel Gómez Morin pronunció en septiembre de 1939 para trazar el rumbo del partido naciente, adelantaba un retrato de los panistas. A diferencia de Vasconcelos, el fundador de Acción Nacional apostaba por una institución, un órgano permanente de ideas y labores. Quienes tendrían en sus manos la proeza democrática serían hombres entregados al compromiso democrático que no se zambullirían por completo al agua de la política. Así los imaginaba Gómez Morin: "un conjunto de hombres de trabajo que no han hecho, que no harán de la política su ocupación constante, que trabajarán en ella por el sentido de un deber que, aun siendo primordial y preferente, no las exime del cumplimiento de otras obligaciones". Así marcaba el rechazo de la política profesional: para nosotros la política no será "ocupación constante", advertía. Ingresaremos al territorio para cumplir nuestros deberes, pero retornaremos pronto a nuestras labores cotidianas. Gómez Morin hablaba con sus palabras y con su propia vida: la política como distracción sabática, como un paréntesis en la gestión del despacho, una pausa en la administración de la empresa, un veraneo patriótico.
En esos mismos momentos se insinuaba otra veta de la psicología de Acción Nacional: la idea del compromiso político como hidalguía, antes que como responsabilidad pública. El primer orador que tomó la palabra en aquella convención fue el delegado por el estado de Veracruz, Manuel Zamora. El abogado e integrante del Club Rotario de Veracruz tuvo a bien referirse a sus compañeros de causa sin emplear la vulgaridad mexicana del "ustedes". Vosotros os habéis echado una honda labor en vuestros hombros, decía. En buena hora evocaba las glorias de los reyes católicos. Los misioneros del PAN tendrían que purificar el alma mexicana. "Yo recuerdo (...) las palabras aquellas del más escéptico de los poetas, aquel que no creía en muchas cosas y que ante la niña de los ojos azules, como dos estrellas azules, después de afirmar que sí creía en el Padre y en el Hijo, agregaba que también creía en el Espíritu Santo, porque yo sé que el Espíritu Santo ha lanzado a la faz de la tierra, un grupo de caballeros que llevan una coraza infranqueable y que van con todas las armas propias para combatir la deslealtad y deshonor, la hipocresía, la concupiscencia, van armados con esas armas capaces de vencer y de destruir a los enemigos del género humano". El Espíritu Santo germinando en México a un grupo de caballeros destinados a combatir la deslealtad y la concupiscencia. Benditos panistas cubiertos por una coraza de nobleza.
En la sala de parto se adelantaban así dos marcas del partido septuagenario: un repudio de convicción al profesionalismo político y la jactancia de hidalguía. Los profesionales de la política son, en principio, sospechosos. Quien se dedica plenamente a la actividad política resulta un dependiente, un siervo del poder, un burócrata. Por ello el panista es un político efímero: entra a la arena política para retornar en cuanto le es posible a su negocio. Su compromiso elude los criterios de la responsabilidad para cobijarse en la heráldica y otros símbolos de señorío. No lo atan las consecuencias de sus actos, sino el aparentar de la decencia.
Esas dos cuerdas pueden percibirse en la renuncia del secretario de Gobernación a su partido. Su despedida del PAN es, desde este ángulo, el acto de mayor coherencia panista: la soberbia irresponsabilidad del hidalgo. Ya había advertido en una entrevista radiofónica con León Krauze que él no era un político profesional. Lo decía orgullosamente. Su labor al frente del ministerio del interior era una digresión biográfica: "Yo sé bien que este es un episodio de mi vida en el cual me siento afortunado de acompañar al Presidente y amigo en una tarea de trasformación del país. Pero no soy un político profesional y no lo voy a ser". Su dimisión al PAN en uno de los momentos más delicados de la administración del presidente Calderón es una muestra de gravísima irresponsabilidad política que apenas sirve para alimentar una vanidad. Emblemática la defensa y el defensor que encontró la estocada. Diego Fernández de Cevallos salió al auxilio: Gómez Mont "no estuvo dispuesto a perder la vergüenza, la dignidad y el sentido del honor".
El penalista se había empeñado en dignificar la política. Defendió con inteligencia y convicción la reforma política porque prestigiaría el oficio. Lamentablemente, su mensaje final al PAN abona al desdoro de la política: alimento al chisme, la especulación y el rumor. Su paso por Gobernación tampoco habrá ayudado al crédito de la acción política: conquistando mediocridades, exhibió que el gobierno al que (todavía) sirve negocia la estrategia electoral de su partido. Si la errática conducción del presidente Calderón le resultaba inadmisible, al gobierno y no a su partido debió dirigir su despedida. El hidalgo regresará pronto a lo suyo.

 Olor a podrido
Denise Dresser
En días recientes, Felipe Calderón ha logrado algo sorprendente: aparecer simultáneamente como un mentiroso, un incompetente, o un hombre deshonroso en cuya palabra no es posible confiar. Mentiroso, si es que sabía lo que su secretario de Gobernación negociaba con el PRI, aún cuando su subalterno lo niega. Incompetente, si es que no estaba al tanto de algo tan importante y ahora mantiene a Fernando Gómez Mont a pesar de haber actuado al margen de la voluntad presidencial. Deshonroso, si es que armó un acuerdo con los priistas y ahora lo rompe. En los tres casos queda mal. Pero lo que se ha perdido de vista detrás de la falta de operación política de Los Pinos, de la Secretaría de Gobernación y del PAN es un hecho insoslayable y más grave: el tipo de pacto que el PRI propuso y que Fernando Gómez Mont avaló.
Ése es el escándalo más grande. Ése es es el acto más condenable. Ése es el proceder que huele a podrido y que mantiene a México anclado en la mediocridad permanente. El PRI propone apoyar el presupuesto a cambio de que el PAN no vaya en alianza con el PRD en las próximas elecciones. El PRI acepta aumentar el gravamen a los contribuyentes a cambio de dejar intacta su estructura en Oaxaca, y el PAN acepta la transacción. En pocas palabras, impuestos a cambio de impunidad. Impuestos a cambio de cacicazgos. La anuencia fiscal del PRI canjeada por la abstinencia electoral del PAN. Exprimir aún más a la población a cambio de permitir que camarillas como la de Ulises Ruiz continúen gobernándola de manera autoritaria en los estados. Asegurar el financiamiento para los gobernadores a cambio de coartar la competencia en contra de sus delfines designados. El PRI negoció -en lo oscurito- un pacto perverso y Gómez Mont lo suscribió con el beneplácito de su jefe, porque de no ser así ya lo hubieran despedido por deslealtad.
Dentro de todas las versiones contradictorias que se han vertido y todas las explicaciones abigarradas que se han dado, sobresale algo que nadie puede negar: el pacto se dio y en esos términos. Gómez Mont lo admite: "Constantemente fuimos buscando acuerdos entre las fuerzas políticas a fin de posibilitar una alineación parlamentaria para posibilitar la aprobación del paquete financiero". Peña Nieto lo subraya: "Fue un acuerdo general entre los partidos y, bueno, hoy vemos después de pasar el tiempo pareciera que hubo omisión". Francisco Rojas lo sugiere: "Había que vigilar la equidad de la contienda" y que no se "distorsionara la competencia". Unos y otros reconociendo una negociación escandalosa que en México parece normal, pero que en una democracia funcional sería impermisible.
Porque el acuerdo buscado constituye una acción claramente antidemocrática. Revela que las decisiones de política pública no se toman con base en sus méritos técnicos, sino en función de criterios electorales cortoplacistas; que las preferencias de los electores en estados como Oaxaca pueden ser ignoradas o utilizadas como moneda de cambio en cualquier negociación cupular; que Felipe Calderón estaba dispuesto a intercambiar la permanencia del PRI a cambio de una bolsa de dinero o de la "gobernabilidad", construida a base de chantajes.
Y llevamos 10 años de pactos de este tipo; pactos PRI-PAN negociados de espaldas a la opinión pública que le han permitido a los panistas gobernar al país, pero sin poder transformarlo verdaderamente. Al ir de la mano con los artífices del pasado, Vicente Fox y Felipe Calderón han promovido su resurrección. Al decirle al PRI que cualquier cosa es negociable, el PAN ha acabado cediéndolo todo. Al sucumbir -una y otra vez- a la presión de Pritramposaurios como Ulises Ruiz, el PAN ha acabado acorralado por ellos. Como botón de muestra basta lo que Gómez Mont estuvo dispuesto a negociar sin ruborizarse siquiera: la rendición adelantada de su partido en la siguiente temporada electoral. Ahora, por fin, parece que el pacto detrás de la Pax Prianista se ha roto y enhorabuena. Las alianzas PAN-PRD sugieren que Felipe Calderón no va simplemente a regresarle la banda presidencial al PRI, o entregar la plaza sin dar la pelea por su conservación.
Y para quienes critican este viraje estratégico, lamentando que producirá la parálisis legislativa, la falta de gobernabilidad, la ausencia de reformas, la "ventanilla cerrada" ante las propuestas presidenciales, basta con recordar algo crucial. En alianza con el Partido Verde, el PRI es mayoría en el Congreso. Y aún así, ¿dónde está la reforma fiscal profunda? ¿La reforma política integral? ¿La reforma laboral modernizadora? ¿La reforma energética competitiva? ¿La reforma a la Ley de Medios y a la Ley de Competencia Económica? Si el PRI quisiera, podría elaborar, proponer, negociar y aprobar reformas de largo alcance. Pero no lo hace ni lo hará, debido al tipo de intereses monopólicos que defiende, al tipo de pactos corporativos que mantiene, al tipo de políticos malolientes que apuntala. El PAN se ha equivocado al negociar pactos que huelen a podrido, pero no olvidemos que el PRI es responsable de su mal olor.