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miércoles, 29 de abril de 2009

Vértigo número 423

Cananea 2009

Juan Gabriel Valencia, "Cananea 2009", Vértigo, 2009, núm. 423, año VII.


El siglo XX no acaba de irse en pleno siglo XXI. En medio de la caída de la actividad económica afloran los peores humores y perfiles de un modelo político y de estructuras institucionales que ya deberíamos haber dejado atrás.

Suman tres años de huelga en la mina de cobre de Cananea, en Sonora. La Sección 65 del sindicato minero argumenta que la empresa, Grupo México, no cumplió con las condiciones establecidas en el contrato colectivo de trabajo respecto de las medidas de higiene y seguridad imperantes en una de las minas de cobre más grandes del mundo.

Inútil discutir a estas alturas si las reclamaciones muy puntuales del sindicato tienen fundamento. Tampoco es válido aducir el carácter e historial del dueño de la empresa.

El 17 de febrero de ese año, un viernes, en medio de una confusa Asamblea Nacional del sindicato, se desconoció a su líder; 36 horas después, la madrugada del día 19, domingo, se produjo la explosión en la mina de Pasta de Conchos, en Coahuila, con saldo de 65 muertos, ninguno sindicalizado. La mina de carbón propiedad del Grupo México. Qué casualidad.

A partir de ahí siguieron huelgas en explotaciones mineras como Lázaro Cárdenas, Sombrerete, Taxco y, en mayo de ese año, Cananea. A esas alturas el líder del sindicato se declaraba perseguido político y huía a Vancouver, Canadá, teniendo como vecina a Pamela Anderson y manejando al sindicato desde entonces y desde allá a través de videoconferencias.

Napoleón Gómez Urrutia, heredero en el sindicato del que fue líder vitalicio de los mineros, Napoleón Gómez, revive en pleno 2009 las prácticas de las aristocracias obreras del siglo pasado y las visiones corporativas y patrimonialistas de un estilo de ejercicio del poder político que debería haber terminado en la alternancia.

Mil 200 obreros parados y una población completa que día a día empieza a convertirse en un pueblo fantasma por una huelga en la que todo intento de negociación, en términos estrictamente laborales, está precedida del reclamo sindical de desistirse en la denuncia penal en contra de un ladrón. A ese, los senadores del PRD, PT y Convergencia, encabezados por Andrés Manuel López Obrador —¿quién más?—, fueron esta semana a Cananea a expresar su solidaridad. Esa izquierda emanada del PRI más corrupto y que se colude con un sindicato, que además del retiro de la denuncia penal plantea como condición del diálogo el pago por parte de la empresa de 80 millones de dólares por daño moral.

Juegan a la mitología revolucionaria del siglo XX que da por sentado, falsamente, que la huelga de Cananea fue precursora de la Revolución mexicana.

Si alguien en toda esta historia está moralmente dañada es la nación, daño infringido por estos emisarios del pasado más oscuro de México.

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